Tecnología educativa en código argentino
Aunque el campo de la Tecnología Educativa parece reciente, la realidad es que tiene varios años, incluso antes que los celulares y las tabletas irrumpieran en el aula, uno de sus ejemplos paradigmáticos en el país es UBA XXI, que se creó en 1985 para generar un acceso democrático a la educación superior, y que continúa en la actualidad. Sin embargo, el último tiempo comenzó a tener presencia en diferentes espacios, no sólo en ámbitos de educación formal -como escuelas y ministerios de educación con programas de usos de tecnología en las aulas-, sino también en lugares educativos no formales, como ONGs y empresas desde sus áreas de formación interna o experiencias de usuario con dispositivos tecnológicos.
¿Qué piensan en la Argentina quiénes construyen este campo? ¿Cuáles son los enfoques y dónde se forman? ¿Cuáles son los desafíos de un rol en constante construcción? Para saber un poco más, hablé con cuatro referentes que trabajan activamente en el campo de la tecnología educativa en el país en diferentes espacios.
Mientras la industria tecnológica está mayoritariamente liderada por hombres, en el campo de la tecnología educativa hay un revés: mujeres con perspectivas diversas diseñan y desarrollan experiencias educativas con foco en la diversidad y derechos, en cuyo código está traducir conocimientos, saberes y motivaciones para contribuir al acceso, a poder pensarnos como aprendices para toda la vida. Conocer estos perfiles y sus trabajos nos habilitan un abanico de posibilidades para imaginar un campo a veces poco conocido, que se desarrolla a paso firme en la Argentina.
Tener un gran interés por muchos campos del conocimiento y que le guste un poco de todo es lo que hizo que Cecilia Vazquez se especialice y trabaje como tecnóloga educativa. Un día puede ver temas tan diversos como veterinaria, periodismo de datos, género y mindfulness. "Me desafío a pensar junto con otros y encontrar la posibilidad de expandir un conocimiento y construir con otro, que se encuentra, muchas veces mediado por un dispositivo tecnológico”, destaca. Uno de los proyectos en los que trabaja hace que viaje a diferentes provincias para poder enseñar a estudiantes de nivel secundario a fortalecer sus habilidades como ciudadanos, diferenciando opinión de hechos y datos, debatir y procesar discursos, para esto generan propuestas educativas online y offline donde: “Trabajamos con docentes, diseñadores gráficos, programadores y expertos en diferentes temáticas. Nuestro rol involucra gestar, alimentar y sostener el clima de trabajo en equipo, aunque no siempre seamos los líderes del proyecto”.
Hay un lugar donde los estudiantes son profesores de todo el país y Marcelo Fraire es su coordinador académico: la Licenciatura en Tecnología Educativa en UTN -carrera que tiene 17 años- describe que entre las tareas específicas de sus egresados se encuentra el diseño, implementación y evaluación de proyectos y materiales, además de la investigación y asesoramiento a instituciones en los procesos de aplicación de tecnología. El desafío de estos profesionales, advierte Marcelo, es cuestionarse temas como el papel de la escuela como transmisora de conocimientos, o qué significa que el estudiante esté en el centro del aprendizaje en la sociedad digital. Durante la formación los profesores analizan sus clases a la luz de otros marcos teóricos, los debaten y vivencian otras propuestas a partir del diálogo con otros colegas.
Una buena clase con tecnología no puede ser pensada sin una buena evaluación: existe en la Universidad de Buenos Aires un lugar donde no hay parciales, donde los futuros educadores de ámbitos formales y no formales y son evaluados por su creatividad al resolver desafíos o crear experiencias de enseñanza con sus celulares prendidos. Mariana Maggio dirige en la UBA los espacios de formación vinculados a la tecnología educativa, en donde las prácticas digitales cotidianas no van en detrimento del saber, sino que son resignificadas: “Nuestro oficio se centra en anticipar y comprender los cambios, posicionarse como creador y cocreador de propuestas pedagógicas de vanguardia“. En este sentido, enfatiza: “No creemos en las soluciones tecnológicas mágicas, pero si en la posibilidad de construir con otros propuestas educativas más ricas, inspiradoras, aggiornadas a su tiempo y que garanticen derechos”.
Teresa Lugo no solo investiga y analiza las mejores prácticas educativas con tecnologías a nivel provincial, nacional y regional, sino que crea instrumentos y matrices para que puedan medirse sus impactos en la implementación. Como coordinadora de proyectos TIC y Educación en IIPE Unesco y profesora en UNQUI, menciona que las claves en esta profesión son: la curiosidad y la investigación permanente, junto con la humildad para reconocer lo que aún no se sabe y a capacidad de desaprender para hacer lugar a lo nuevo. A la hora de formar equipos técnicos de ONGs o ministerios de educación, Lugo considera que no hay que dejar de mencionar la tensión entre el encuentro y desencuentro entre culturas que este tipo de conocimientos genera, lo que implica: "Adquirir formación en liderazgos renovados y distribuidos y, sobre todo, son tiempos para animarse a experimentar para alcanzar resultados mejores para la educación".