Sharenting: subir fotos de tus hijos a las redes perjudica a los menores y beneficia a las grandes tecnológicas
Estas imágenes también se convierten en un dolor de cabeza para los padres, que podrían enfrentarse a sanciones si sus hijos han sufrido las consecuencias de una mala gestión de su imagen
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En todas las redes sociales se pueden encontrar fotos de niños y adolescentes, la mayoría de ellas publicadas por las familias; en muchas ocasiones, sin consentimiento de los menores. La publicación de estas imágenes compromete el derecho a la intimidad de los pequeños y facilita que puedan sufrir ciberacoso, que suplanten su identidad o incluso sirvan de material para pedófilos. También se convierten en un dolor de cabeza para los padres, que podrían enfrentarse a sanciones si sus hijos han sufrido las consecuencias de una mala gestión de su imagen. Lejos de controlar su publicación, las grandes tecnológicas también sacan partido de la explotación comercial de las fotos.
En España, el 90% de padres y madres comparte imágenes de sus hijos en Internet alrededor de una vez al mes y solo el 24% les pregunta antes de hacerlo, según el informe EU Kids Online 2019, que analiza la actividad de las familias en la Red en 19 países europeos. Solo en Instagram, hay 197 millones de publicaciones con la etiqueta baby (bebé) y más de 33 millones con la palabra children (niños). Mónica Moratinos, madre de tres hijos, es una de las usuarias que publica asiduamente imágenes de sus pequeños en las redes. Comenzó hace nueve años creando un blog para compartir su experiencia con la maternidad, retransmitió el parto de su segundo hijo por Twitter y ahora acumula más de 31.000 seguidores en su cuenta de Instagram, donde publica el día a día de su familia.
“Empecé contando mi experiencia de forma totalmente anónima, evitando mostrar la cara de mis hijos y sin dar detalles que pudieran identificarme”, cuenta Moratinos. “Mi contenido ganó cada vez más repercusión: me invitaban a conferencias y las marcas se interesaban por mí. En ese momento empecé a compartir de forma más explícita mi día a día, pero siempre evito situaciones que puedan comprometer la intimidad de mis hijos, como fotos en las que aparezcan en pañales”. Enseguida, Moratinos se dio cuenta del alcance que estaba teniendo su contenido. “De repente, ya no me encantaba que me reconocieran por la calle a través de mis hijos”.
Los niños, protagonistas y vulnerables
Esta madre instagramer pide permiso a sus hijos antes de subir las fotos y se pone de acuerdo con ellos sobre qué contenido es adecuado publicar o no. “Me sirve también para enseñarles a utilizar bien las redes, porque en algún momento ellos tomarán el testigo”. Rocío Garrido, psicóloga experta en riesgos asociados a las nuevas tecnologías, está de acuerdo en que, si se va a compartir este contenido en las redes, esta es una de las formas más correctas de enfocar la situación. “Aunque no entiendan conceptos como la privacidad o la huella digital, preguntar a los hijos les sirve para entender que el contenido que se comparte en redes no es baladí, que sus padres les están explicando algo importante y que ellos tienen voz para decidir”, explica Garrido.
Sin embargo, la ley española contempla que hasta los 14 años los niños no pueden tomar decisiones sobre su propia imagen o su presencia en Internet. “Desde el punto de vista psicológico, los pequeños todavía no tienen la parte del cerebro que se encarga de tomar decisiones racionales (la corteza prefrontal) totalmente desarrollada. No son capaces de anticipar por sí mismos las consecuencias a largo plazo que puede tener subir esa foto”, explica Dafne Cataluña, psicóloga y fundadora del Instituto Europeo de la Psicología Positiva. “Es como preguntarles si quieren ir al colegio. Los padres deben tomar esa decisión por ellos”.
En la Argentina, la difusión de imágenes de menores está permitida a los padres (que son quienes gestionan sus derechos y se ocupan de salvaguardar su imagen) salvo que los chicos expresen lo contrario.
Cualquier información publicada hoy puede tener consecuencias a largo plazo. “Por ejemplo, les puede afectar a la hora de relacionarse con sus amigos adolescentes e incluso para encontrar un trabajo en el futuro”, señala Cataluña. “Es importante que los padres piensen qué sentirá su hijo el día que acceda a este tipo de contenido: las fotos se transforman y se viralizan, pudiendo llegar a ser objeto de burla. Puede llegar a provocarles un estrés emocional que dañe su autoestima en la adolescencia, una etapa clave para la formación de identidad, y que será la que constituya su forma de ser en la vida adulta”, se muestra de acuerdo Garrido. Cuando un menor se acostumbra a estar publicando en redes sociales y a recibir feedback en función de lo que sube, está depositando en otros el juicio de lo que es aceptable y lo que no; y no desarrolla una opinión propia sobre su valía. Ver a otros opinando de uno mismo desde pequeño puede afectar a la autoestima.
Pero hay daños que van más allá de los emocionales. Las fotos de los menores pueden aportar una gran cantidad de información que cualquier usuario puede utilizar en su contra, algunas sutiles, como el uniforme del colegio. “Quienes tengan acceso a cualquier imagen de niños en redes podrán suplantar su identidad creando perfiles falsos y haciéndose pasar por ellos. También pueden hacer montajes fotográficos que puedan ridiculizarlos, como los memes, que se viralizan con mucha facilidad sin el consentimiento de los menores. El ciberacoso también es más habitual cuando hay información e imágenes de los adolescentes en Internet, de donde los acosadores pueden obtener mucho material”, enumera Manuel Ransán, técnico de ciberseguridad en el área de menores del INCIBE español. Un padre cuelga una foto pensando que es de lo más divertida y en el colegio los compañeros del niño se ríen de él.
“Por supuesto, no podemos olvidarnos de los depredadores sexuales que merodean por las redes”, explicaba Silvia Barrera, inspectora de Policía Nacional de la Jefatura de La Rioja (España), experta en investigación en la Red y cibercrimen en una entrevista en 2019. “Nunca sabemos el uso que se le puede dar a esas imágenes. Desde mayores de edad que buscan a sus víctimas entre menores para iniciar un acercamiento de carácter sexual a iguales que emplean esas fotos como una forma de acoso”. Y advierte: “tampoco sabemos qué consecuencias e implicaciones puede tener el generar tanta información pública en un futuro”.
Una mala gestión puede acabar en los tribunales
Los padres del menor son quienes deciden. Pero, aun teniendo esto en cuenta, la familia no tiene vía libre para compartir cualquier cosa, hay que primar el derecho de los menores. “El titular del derecho a su intimidad y a su imagen es el niño, los padres no toman decisiones para salvaguardar sus propios derechos, sino los de su hijo”, explica Natalia Martos, abogada y fundadora de Legal Army. “En algunas ocasiones, son precisamente los padres quienes atentan contra estos derechos”.
No hay una norma ni una ley que marque los límites o indique cuándo se han subido demasiadas fotos. Las decisiones jurídicas se toman teniendo en cuenta si las imágenes afectan a la intimidad del niño, a su crecimiento, si se hace de forma reiterada o si hay comentarios que estén asociados a esas fotografías y que perjudiquen al menor. En esos casos, al cumplir los 18 años, el adolescente ya puede iniciar un reclamo frente a cualquier persona que haya usado su imagen sin su consentimiento y en su perjuicio y exigir una compensación económica. En el caso de los menores, es el ministerio fiscal quien debe actuar de oficio.
En España, no ha salido a la luz ningún caso de hijos que denuncien a sus padres por esta situación. Pero en Estados Unidos y varios países europeos sí se han llevado a cabo procesos judiciales que han concluido con la condena de los padres. La sentencia de un tribunal italiano dictaminó que la madre de un chico adolescente debía eliminar las imágenes que había subido a Internet e indemnizarlo con 10.000 euros. El menor se vio sometido a una gran presión por los comentarios que recibían sus fotos en el Instagram de su madre, que acumulaba miles de seguidores. “Si la denuncia se hace por lo civil, lo habitual es la retirada de las fotos y una compensación por daños morales. Si los hijos deciden ir por lo penal, en teoría, en España los padres podrían enfrentarse a penas de prisión de entre uno y cuatro años”, explica Natalia Martos, fundadora de Legal Army.
Sin embargo, es difícil que un juez llegue a interponer este tipo de condenas si no hay un daño obvio al menor. Esa es la opinión de Alejando Touriño, abogado y presidente de la sección de tecnologías de la información del Colegio de Abogados de Madrid. “Parece complicado recopilar pruebas y acreditar daños tan graves como para que los padres acaben en la cárcel. Esta condena no parece la más probable para alguien que sube fotos de sus hijos jugando”, explica Touriño, que recuerda que la cara de los menores ya es un dato personal en sí mismo y que también se puede presentar una denuncia en la Agencia de Protección de Datos.
Las tecnológicas siempre ganan
Hasta el momento, las normas de uso de las redes sociales no regulan expresamente las imágenes de menores. “La única que se pronuncia al respecto es YouTube que, desde hace un año y medio, obliga a etiquetar el contenido en el que aparecen los niños o que está hecho por ellos de una forma específica”, explica Loreto Gómez, experta en márketing digital. Facebook no puede usar las fotos para fines comerciales, ni las de menores ni ninguna otra. “Antes sí había una claúsula que permitía que se monetizaran las imágenes, pero hace no mucho cambiaron los términos. Aún así, adquiere una gran cantidad de derechos sobre todo el contenido que se publica”, señala Natalia Martos, que en su momento fue la responsable de privacidad de la red social Tuenti. “En su afán por recopilar más datos y contenido no han puesto una regulación demasiado estricta para las imágenes de menores”.
Al aceptar los términos de privacidad de las redes, se ceden los derechos de explotación de cualquier imagen que se suba a cualquier plataforma. “Esto significa que la mayoría de las tecnológicas pueden utilizar las fotos de tu hijo para una publicación asociada a publicidad, por ejemplo. Queda a su criterio y tienen poder de decisión sobre el uso que se da a esa imagen”, explica Manuel Ransán, técnico de ciberseguridad en el área de menores del INCIBE español. También son ellos quienes se quedan con los beneficios de su explotación. “Además, gracias al desarrollo de las herramientas biométricas, cada vez se puede extraer más información de las imágenes como gustos, ropa, datos fisiológicos... Estos datos son muy valiosos a nivel económico y de mercado para el mundo empresarial y el estudio de comportamientos humanos”, añade Barrera.
Y aunque algunas de las imágenes solo se comparten en entornos virtuales privados, todas corren el riesgo de traspasar esa barrera y hacerse públicas. No es lo mismo subir una foto a Twitter, donde cualquier usuario del mundo puede verla, que compartirla en un grupo de Whatsapp con el resto de la familia. “Aunque siempre hay que ser precavido, porque Whatsapp es uno de los entornos en los que viralizar un mensaje es más sencillo”, señala Ransán. “El usuario tiene que desterrar que los sistemas de mensajería son más privados. A pesar de todas las medidas que tomes, tienes que asumir que en cuanto subes la imagen a la Red, pierdes el control sobre ella”.
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