¿Se puede aprender a liderar con simulaciones y videojuegos?
Desde hace varios años trabajo con equipos interdisciplinarios que desarrollan propuestas tecnológicas para el mundo educativo, ya sea para la formación interna de empresas, como para un aula de primaria. Cada vez más hablamos del liderazgo como un concepto que se debe poder desarrollar, no solo en el diseño de una plataforma, sino en su implementación. Imaginando siempre que quienes están involucrados tienen perfiles, experiencias y conocimientos diferentes, ¿cómo hacemos para que todos se comprometan y trabajen con un objetivo en común? Eso es liderazgo, ¿Y cómo se construye una visión común y valores compartidos? Eso también es liderazgo.
Pero si salimos de estos espacios, la palabra liderazgo está hace tiempo en boca de todos: se escucha en cada vez que vemos un partido de fútbol y criticamos al DT, o cuando alguien presenta un currículum a un puesto de trabajo. Ya sea como un atributo o un nuevo indicador de evaluación, nadie se salva: desde los participantes de un reality de cocina, hasta los tips para entrenar a una mascota, todos necesitamos tener liderazgo en lo que hacemos o somos. Y ya no lo usamos solamente para hablar del poco liderazgo positivo de nuestro jefe o de nuestro capitán de equipo. No es algo exclusivo que tiene que tener alguien con una jerarquía específica.
El Centro de Liderazgo Creativo trabaja con equipos de todo el mundo y avala la idea de que no es un atributo innato, sino que se aprende, desarrolla y mejora. Y el mundo tecnológico lo sabe también, por eso genera propuestas como juegos de simulación para que podamos interpretar un personaje que debe tomar decisiones que implican gestión organizacional y habilidades de negociación. Esto puede sonar complejo, pero a través de una narrativa atrapante y problemas basados en situaciones de la vida real, nos zambullimos a un aprendizaje placentero.
Como por ejemplo lo hace Fligby, que desafía a sus usuarios a ser los administradores de una bodega en California: además de todos los conocimientos específicos de la industria que se ponen en juego, hay que poder ser buenos vecinos, pertenecer a una comunidad y poner en acción propuestas de sustentabilidad y transparencia, para poder ganar certificaciones y premios internacionales. Un punto importante es que además se valora la autoevaluación, que va dando forma a estas habilidades de liderazgo. Pero todo está parametrizado y no sale de un algoritmo.
Entender cuál es el perfil del líder que se está poniendo en juego es clave: ¿queremos ser Jordan Belfort, el lobo de Wall Street? ¿O la princesa Leia en Los últimos Jedi? Por un lado, un líder carismático y seductor como Belfort, pero con valores controversiales; y por otro una princesa que busca poner en valor el liderazgo colaborativo, cada vez que le advierte a sus capitanes de flota la importancia de trabajar en equipo para alcanzar un mismo objetivo, y defenestra las actitudes que posicionan a una sola figura de líder solitario. Los videojuegos de aventuras gráficas y de juegos de roles, se caracterizan por acercarnos estos personajes atractivos, pero pocas veces nos preguntamos cuáles son los modelos de liderazgo que estamos eligiendo o experimentando desarrollar cada vez que jugamos.
Claro que alcanzar objetivos para un líder importa; por eso el videojuego Dota 2 propone una estrategia de acción en tiempo real, con desconocidos que se conectan para defender y ganar territorios en un mundo digital. Actualmente cuenta con más de 50 millones de jugadores, y parte del desafío está en poder proponer tácticas y estrategias a la comunidad de usuarios (que se desconocen en la vida real) y “luchar” en equipo para resolver las misiones, incluso superando barreras multiculturales (que incluyen insultos).
¿Y qué hay de las aplicaciones? Muchas de ellas proponen un menú de frases inspiracionales, técnicas del coaching, como Leadership Development (una app para Android); quizás lo interesante es que agrupan una agenda para ir a eventos, cursos online, etc. buscando generar una comunidad. Pero aún no superan a un buen grupo de Facebook sobre estas temáticas.
En general, solemos calificar a los líderes por sus resultados, pero no por los procesos y el empoderamiento de los equipos, algo que se pierde de vista en muchas de estas experiencias virtuales, que detrás tienen algoritmos y fueron diseñadas con una cantidad determinada de soluciones posibles.
Siempre recuerdo en mi adolescencia jugar con mis hermanos al Monkey Island y encontrarnos desafiados en el momento en el que el personaje debía comprar un barco: para eso había que negociar con Stan (ventajero vendedor de flotas). Estábamos horas eligiendo la respuesta ante sus preguntas, debatiendo en equipo, pero finalmente nos sentimos frustrados al entender que no era por la potencia de la retórica, sino por la capacidad de atravesar una secuencia de preguntas y respuestas, únicas y correctas, que lograríamos el objetivo.
Cada vez que ponemos en acción la negociación en el liderazgo, consideramos no solo el contexto (si hay mucho ruido en el ambiente es seguro que la duración de la conversación y el nivel de stress van a verse impactados), sino también hacemos lecturas múltiples de la reunión: por ejemplo, del lenguaje corporal de la otra persona. Y aquí no hay tecnología que supere a nuestros sentidos, por ahora.
A pesar de que cada vez más la tecnología es inmersiva, con desarrollos como la realidad virtual, simulaciones, etc, aún no se consideran las soluciones originales y creativas que suelen caracterizar a un buen líder. Podemos usar estas tecnologías siempre y cuando entendamos estos límites, que no tienen en cuenta a esos conocimientos intangibles, esos que nos hacen actuar con liderazgo en cualquier ámbito de nuestra vida.