RS Computer y la obsesión por contar los pasos: cómo una zapatilla se adelantó dos décadas al smartwatch y definió una categoría
Peter Canavagh quería entender por qué algunas personas corren mejor que otras; en su investigación en biomecánica terminó inventando el podómetro para las zapatillas, y adelantándose 20 años a las pulseras deportivas y los relojes inteligentes
- 5 minutos de lectura'
Mientras que hoy las marcas deportivas todavía intentan convencer a los consumidores de que todo lo que hacen tiene su raíz en el deporte, hubo una época en la que eso era cierto y nadie lo dudaba. Durante la década de 1970, por ejemplo, el marketing apuntaba a mostrar al running como un estilo de vida y no tanto como un catálogo de productos. El deporte y la marca se amalgamaban de una forma orgánica. El calzado, de hecho, era muy básico, y había pocas diferencias sustanciales entre lo que una u otra marca tuvieran para ofrecer, porque ni la biomecánica ni los materiales eran algo importante en el desarrollo de productos deportivos. Hasta que llegaron los 80s y, con ellos, las computadoras.
¿Qué es lo que hace que un corredor sea mejor que otro? Peter Cavanagh era apenas un estudiante de la Universidad de Londres cuando se hizo esa pregunta, y esa curiosidad sobre los músculos, la marcha y cómo funciona el cuerpo mientras se corre hizo que se especializara en un área que era todavía más rara que los corredores: la biomecánica. En 1975 participó del Dallas Run Study, un equipo multidisciplinario que se dedicó a observar a algunos de los mejores corredores de su tiempo, entre ellos Steve Prefontaine y Frank Shorter.
La época
No había sensores corporales, ni sensores para el calzado, y las computadoras estaban limitadas a ser herramientas de investigación, no de uso hogareño. Se trabajaba con un cronómetro y una libreta, y los corredores solo podían anotar cuántas millas corrían por semana. Pero Cavanagh consiguió un trabajo extra que sería definitorio en su vida: hacer las pruebas de calzado para la revista Runner’s World, por lo que rápidamente su laboratorio de Pensilvania se empezó a llenar de zapatillas. Con toda esa información, Cavanagh escribió The Running Shoe Book, el que quizás sea el primer libro sobre zapatillas modernas de running. En él incluyó una serie de entrevistas a personas que él consideraba importantes en el mundo de las zapatillas, y una de esas personas era Armin Dassler: el hijo de Rudolf, el fundador de Puma.
Al poco tiempo, Cavanagh se convirtió en el asesor de ciencias del deporte de la marca alemana. “Armin me motivó y dijo: ‘tenés toda esta ciencia, ¿por qué no te enfocás en llevar algo de esta tecnología a los corredores, así vemos si podemos vincular uno de nuestros zapatos con una computadora?’”, recordó Cavanagh en 2018. Todo un disparate para cualquier persona cuyo apellido no sea Dassler. Cavanagh se puso a trabajar con un ingeniero eléctrico llamado Heinz Gerhäuser, de la Universidad de Erlangen, cerca de Herzogenaurach. Gerhäuser sabía de innovaciones: es uno de los padres del proceso de codificación de audio en MP3.
No se sabe bien porqué, pero las pruebas e investigaciones se trasladaron a California, a la isla de Santa Catalina. El equipo estaba muy orgulloso de la tecnología de la que disponía: una computadora Apple IIE con 48kb o 68kb de RAM. “Nos jactamos, por ejemplo, de que el zapato iba a tener una matriz de marcha con 600 transistores en una pulgada cuadrada, mientras que hoy un iPhone tiene 2000 millones de transistores y una MacBook 20 mil veces más capacidad”, dice Cavanagh.
Adelantada
Pero la cuestión no solo era qué hacer, sino cómo hacerlo. Sumaron una caja de acrílico hecha a medida en el talón de la zapatilla, que contenía un pequeño circuito integrado, algunos cables y una luz led. La probaron y funcionó bien. Para 1985 ya tenían un producto funcional, y la firma se ocupó de patentar el invento, algo que se concretó el 3 de febrero de 1986. El nombre: RS Computer.
“Mirándolo en retrospectiva, era caro y complicado”, dice Cavanagh. Las zapatillas venían con un manual de instrucciones de 45 páginas, un diskette con el software y costaban 200 dólares, una barbaridad para la época, más aún para los parámetros de Puma, que por esos años procuraba obtener su porción del mercado a fuerza de precios bajos. “Era una época en la que la gente no esperaba que las cosas fueran tan intuitivas”, dice Cavanagh, “hoy, en cambio, uno compra un aparato o baja una app y lo último que quiere es tener que leer cómo funciona”.
Las Puma RS Computer eran, en cuanto a la funcionalidad, como un Fitbit (el primer modelo es de 2009), un reloj inteligente o una app. Un dispositivo que, una vez que el usuario terminara de correr, podía conectar a su computadora personal para saber cuánto había corrido ese día, esa semana, ese mes o ese año. Y que calculaba el gasto aproximado de calorías. “Podías programar la distancia que querías correr, y una vez cumplido el objetivo, la zapatilla hacía un beep”, recuerda Cavanagh. No fue la primera zapatilla con tecnología -la cápsula Air se introdujo en 1978 en las Tailwind, y las Micropacer habían sido lanzadas en 1984- pero sí una que continúa hasta hoy. Aquella zapatilla adelantada en su tiempo y que casi nadie podía comprar se convirtió en una de las franquicias más reconocibles de la marca alemana, vigente todavía en cada modelo que lleva la sigla RS (Running System).
“Con la RS Computer predije que todos iban a querer saber qué tan lejos, qué tan rápido fueron y cuántas calorías consumieron. No sucedió hasta mediados de la primera década del siglo XXI, pero realmente sucedió. Era una tecnología que nadie pensó que necesitaba, y que hoy todos buscan”, dice Cavanagh. Y tiene razón: en cada zapatilla con Bluetooth, en cada app de medición y en cada smartwatch que monitorea la cantidad de pasos que damos o de calorías que consumimos, hay algo de ese concepto primigenio de querer saber qué tan buenos somos, con la ciencia como respaldo.