¿Quiénes producen la tecnología que usamos?
Programar es encontrar soluciones a problemas y automatizarlas. Cada dispositivo, cada página web y cada aplicación para celular que usamos es una solución a un problema que alguien más decidió pensar.
La programación es una de las (pocas) disciplinas que nos permite llevar nuestras ideas a herramientas disponibles para millones de personas en muy poco tiempo, y con una inversión monetaria muy pequeña: sólo se necesita una computadora y aprender a programar.
Sin embargo y pese a esto no todas las voces están siendo escuchadas en el mundo de la Tecnología y de la Programación. Según la encuesta 2017 de GitHub, la plataforma de desarrollo colaborativo, el 95% de los contributors de los proyectos open source se identifican como hombres. En la encuesta anual de Stack Overflow, el sitio de preguntas y respuestas sobre programación más grande del mundo, el 88% de la comunidad son hombres y, además, sólo el 5% son hispánicos/as o latinos/as. En la Argentina, de 3929 programadores y programadoras de todas las provincias que completaron la encuesta de la comunidad sysarmy, sólo 362 son mujeres: un 9%. Estudios como el de la Fundación Sadosky nos muestran cómo el porcentaje de mujeres en estas carreras decrece desde los años 80 en la Carrera de Ciencias de la Computación. La mayoría de los programadores son hombres, de clase media y para arriba, y de ciertas geografías.
Algunas de las causas de esta desigualdad tienen que ver con la falta de exposición a estas profesiones, las suposiciones sobre con qué deberían jugar los chicos y las chicas y cómo deberían comportarse, los estereotipos en estas profesiones, la cultura machista en ciencia y tecnología, la falta de modelos a seguir con los que identificarse y la falta de confianza que hace que desde los 6 años las niñas comiencen a sentir que no son buenas en matemática y ciencias.
Si la discusión para buscar soluciones está concentrada en un sólo tipo de persona va a haber formas de pensar que no serán tenidas en cuenta. Y esto genera muchísimos problemas en particular en el desarrollo de productos.
Como toda construcción humana, el software que realizamos responde a las subjetividades del equipo que lo crea. Por ejemplo, recién a partir del año pasado los asistentes virtuales (todas mujeres) saben cómo ayudar ante violaciones y situaciones de violencia contra la mujer pero, desde su surgimiento en 2011, recomiendan líneas de asistencia al suicida.
El software de reconocimiento facial no identificó por años a personas de raza negra. Hasta los cinturones de seguridad fueron por muchos años más seguros para los hombres. Se pueden encontrar muchos otros ejemplos de esto.
Aún más importante que la falta de perspectiva en el desarrollo de productos es, para mí, todas las oportunidades que nos estamos perdiendo de identificar y elegir qué problemas van a ser puestos sobre la mesa para buscar una solución a ellos.
Programar es una herramienta para llevar ideas a la práctica; es muy importante pensar, además de en las soluciones, qué ideas elegimos resolver y quiénes lo están eligiendo.
Necesitamos educar para que la programación sea una opción para los chicas (¡y chicos!) de nuestra región. Es importante que entiendan que con tecnología se puede ayudar a resolver los problemas que a ellos y a su comunidad les importan. De esta manera las aplicaciones que estén a nuestro alcance van a ser soluciones a nuestros propios problemas y no soluciones a problemas de otros.
Carolina Hadad es programadora y co-fundadora de Chicas en Tecnología