Que una pantalla no decida tu voto
En los últimos meses, entre las comunidades de seguridad informática, de sistemas de código abierto y los defensores de la transparencia del voto se ha vuelto a poner en el tapete el tema de la conocida BUE (Boleta Única Electrónica) y el sistema a Vot.ar. Voces a favor y en contra se alzaron desde mucho antes de que empiecen las campañas, pero lo cierto es que en las pasadas elecciones del 22 de octubre se utilizó nuevamente en gran parte del país el viejo sistema de boletas de papel.
Ya mucho se ha hablado sobre la sobre la fiabilidad de la boleta electrónica, y no es el objeto de esta columna seguir debatiendo ese tema, que ha sido transitado por todo tipo de expertos. Hay otros aspectos menos discutidos del sistema, que se refieren a su usabilidad, y que deberían ser tenidos en cuenta ya que forman parte de la manera en la que la gente emite su voto.
Tuve la oportunidad de poder analizar el uso de la BUE en el 2015 en Ciudad de Buenos Aires (el sistema no ha tenido mayores cambios en las votaciones posteriores en el resto del país) y pude observar pequeñas postales que no sólo hablan de nosotros, los argentinos, sino también de cómo un sistema tan importante y potencialmente masivo revolucionó la forma de votar que mantenemos hace un siglo, tal vez más rápido que lo que la gente puede procesarlo, dejando a quienes están menos acostumbrados a tratar con máquinas en cierta situación de desventaja.
La mirada de los otros
La interacción con el sistema comienza al hacer la fila, en algunos casos hasta dentro del aula. Ya no hay cuarto oscuro: si uno está frente a la persona que está votando igual no se puede ver a quién elige. Pero debería seguir siendo una actividad que se haga en soledad, ya que la gente espera generando ruido, suspirando porque alguien tarda, haciendo comentarios, poniendo aún más presión para que todos los hagan “rápido y bien”, como si fuera una prueba de fuego. Este es un factor externo a la interfaz de la máquina, pero no por eso se debe ignorar lo mucho que la mirada del otro influye con la acción de votar.
En cuanto a la usabilidad del sistema en sí, hay que tener en cuenta 5 aspectos importantes: En primer lugar, la facilidad de aprendizaje. Tal como está implementado el sistema, ante la opción Votar por categoría muchos usuarios se encuentran con un término que no conocen: no queda claro si lo mismo que Cortar boleta. En muchos casos esto hizo que terminaran votando a una lista completa por la dificultad de no saber cómo elegir diferentes candidatos en distintos partidos. De avanzar con el voto electrónico, el presentarle a un gran grupo de usuarios opciones de nomenclatura, para investigar cual es la palabra correcta que se debería emplear, solucionaría el problema de que el votante no sepa qué va a suceder cuando se aprieta un botón.
No es una interfaz intuitiva
En segundo lugar está la facilidad y eficiencia de uso. La gente demostró que la paciencia se puede perder demasiado rápido para ser un domingo tranquilo cuando una voz gritó “¡No anda! ¡Se colgó! ¡No sé qué hacer!”, se escuchó a lo lejos. “Léame las opciones que le aparecen” dijo el presidente de mesa, sin involucrarse de más en la ayuda de cómo votar, ya que excede su responsabilidad. Varios confiados creen que saben y no practican antes de entrar, y en el momento de votar se dan cuenta que no saben qué hacer. Tal vez la solución no estaba en el entrenamiento masivo de las personas a través de campañas de marketing (poco escalable en este caso, ya que más de 2 millones y medio de personas votaron) sino en pensar en un sistema verdaderamente fácil de usar que no confíe demasiado en los instructivos paso a paso.
Otro tema es la impugnación del voto: en las elecciones que observé, algunas personas preguntaban a las autoridades de mesa cómo impugnar el voto, porque no querían votar en blanco. No parecía ser una opción demasiado visible, aunque estaba: un análisis del Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento (Cippec) indica que esto es así para evitar que los votantes elijan tanto ese botón.
Algunos votantes hicieron uso de su derecho al “Voto Asistido”: tener ayuda de alguien de confianza. Muchos votantes, por las dudas, vuelven al inicio del proceso de votación y juegan a encontrar a sus candidatos en la pantalla; pero aparecen en forma aleatoria cada vez que se empieza de nuevo. Estando frente a la máquina de votar, algunas personas llevaron los anteojos para leer de cerca, aunque sería casi obvio que un sistema que se va a utilizar tanto por gente joven, mayores o con problemas de visión debería ofrecer óptimas consideraciones en términos de accesibilidad. Por otro lado, algunas pantallas táctiles no se veían bien, o tenían fallas en el contraste o de falta de sensibilidad. Un punto a favor fueron los auriculares y sistema de votación suplementario para no videntes, aunque en todo el día de la votación no vi a nadie que los use.
Al momento del escrutinio
En tercer lugar, es importante preguntarnos sobre la facilidad de recordar cómo funciona este sistema. Aunque votamos cada dos años, es probable que el sistema sufra modificaciones, se mejore versión tras versión y para que resulte una mejor experiencia. Mientras que algunas personas de un mes a otro olvidan hasta cuál era la clave de su cajero automático, ese miedo a no acordarse bien cómo era siempre esté escondido y vuelva a aparecer en forma bienal.
En cuarto lugar, deberíamos ofrecer una reflexión sobre la frecuencia y gravedad de los errores. Aunque sabemos que el recuento siempre presenta algunas discrepancias, después de un día agitado cumpliendo el deber cívico, se observó que a la hora del escrutinio final muchos encargados de mesa no sabían usar el sistema y pusieron en práctica lo poco que recordaban de la capacitación inicial. Algunos casos, los DVDs que ponen en funcionamiento el sistema se pierden, no funcionan o lo hacen demasiado tarde. Una vez iniciado el conteo, algunos osados confiaban 100% en el método de leer las BUEs con el sistema de escaneo rápido, por el lector electrónico. Otros, obligaban a hacer el recuento también “a mano” para estar más seguros.
No aplicar tecnología a cualquier precio
En último lugar, debemos pensar en la satisfacción subjetiva que ofrece todo este proceso. Que el desarrollo tecnológico vaya hacia lo digital y electrónico no significa que nuestros derechos civiles sí o sí tengan que pasar por ese tamiz a cualquier precio.
Facilidades como poder cambiar idiomas, tamaños de letra o que sea aún más ajustable a las necesidades de la mayor parte de las personas por ahora no fueron del todo bien desarrolladas en este instrumento. Para mejorar la interfaz digital de algo que de aprobarse impactará en millones de argentinos se necesita hacer muchas pruebas, con muchas personas de capacidades diferentes y poder lograr un sistema inclusivo, justo y transparente. Y debe cumplir una regla de oro: ser mejor que lo que todos ya sabemos hacer, que es elegir una boleta en papel e introducirla en un sobre.
Incluso frente a la alternativa del cambio por una boleta única de papel, la opción por la que se inclinan muchos detractores del voto electrónico, el diseño también se debe validar, probar y volver a reformular siguiendo el proceso iterativo que pone en el centro de la escena al usuario. Solo de esa manera la forma de decidir nuestro voto no estará vedada por malas prácticas de diseño.
Mariana Varela es especialista en temas de usabilidad y diseño de experiencia del usuario. Co-fundadora de Chicas en Tecnología.
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