Probamos el smartphone plegable Galaxy Z Fold4 de Samsung, que mejora (sin sorpresas) la versión del año pasado
Hardware más nuevo, un cambio mínimo de diseño y la misma filosofía que le dio buenos resultados en generaciones anteriores: ofrecer un dispositivo que permite múltiples alternativas de uso
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A principios del mes pasado Samsung presentó la nueva generación de sus smartphones plegables, los Galaxy Z Fold4 y Galaxy Z Flip3. Los equipos salieron a la venta el 26 de agosto en todo el mundo, incluyendo en la Argentina, donde el Fold4 tiene un precio de 379.999 pesos para el modelo de 256 GB de almacenamiento. Lo estuve probando, y van aquí algunos comentarios.
Hay que valorar el Z Fold4 (como sus predecesores) bajo dos parámetros: como smartphone, y como dispositivo convertible.
Como smartphone
La primera parte es sencilla: es un teléfono con un hardware imbatible para el mundo Android, tanto por el procesador Snapdragon 8+ Gen 1, los 12 GB de RAM y 256 GB de almacenamiento, la batería de 4400 mAh con carga rápida de 25 watts (sin descollar en autonomía, pero es intrínseco a estos equipos; el cargador no viene en la caja) y las cámaras traseras, muy parecidas a las del Galaxy S22+, con un sensor principal de 50 megapixeles y estabilización óptica, un zoom óptico 3x de 10 megapixeles, un gran angular de 12 megapixeles y 120 grados de campo visual. Abriendo el teléfono se puede usar la pantalla externa como visor y sacar una selfie con las cámaras principales, con excelentes resultados. Algunas reseñas consideran que Samsung mejoró algo entre el bloque de cámaras de S22+ y el Fold4; si es así, es una diferencia sutil.
Impecable todo, por donde se lo mire, incluyendo la grabación de video con “super estabilización” o el uso de los parlantes estéreo, de excelente calidad. También tiene 5G, Wi-Fi, GPS, Bluetooth 5.2, NFC, carga inalámbrica reversa, USB-C con DeX, chip UWB para ubicar dispositivos cercanos como auriculares, sensor de huellas digitales en el lateral del teléfono, etcétera.
Es ponerle una tilde displicente y ya: no es un tema al que haya que darle importancia; no porque no la tenga; simplemente porque en esto toma componentes que ya demostró en la familia S22, que uno esperaría que vayan bien, y lo hacen sin titubear. Listo, un tema menos.
Lo que cambió respecto del Fold3
Como smartphone plegable de gran tamaño (vs el Flip, el otro formato) Samsung hizo algunos cambios respecto del Galaxy Z Fold3. Primero, modificó apenas el tamaño: el Fold4 es 3 mm más “bajo” y otro tanto más ancho que el Fold3. Esto permite que la pantalla frontal, de 6,2 pulgadas, no sea tan alargada: en el Fold3 la relación entre el alto y el ancho era de 25:9; en el Fold4, de 23,1:9 (los teléfonos convencionales usan un diseño de 20:9 o 21:9). El resultado es que el aspecto general se mantiene, pero la pantalla frontal (la que se usará con el equipo plegado) tiene un tamaño más cercano al convencional, pero sin llegar a serlo del todo. Dependiendo de qué estemos haciendo, puede ser simplemente “ah, esta app no se ve exactamente como siempre” a “me queda todo muy apretado”, algo notorio en el teclado, que será más chico (sobre todo, más angosto) que uno de un smartphone convencional. A veces es molesto, muchas veces es intrascendente. Para tipear textos largos convendrá abrir el teléfono y usar la pantalla interior. ¿No es la idea? Más o menos: en un uso ideal, desplegar el teléfono debería ser un paso alternativo, no primordial. Para eso está la pantalla frontal. Son gustos, y se puede usar sin problemas, pero requiere acostumbrarse, y muchas veces nos hará desear tener otra alternativa. Con el tiempo, igual, cederá a la costumbre. Más allá de eso, la pantalla Amoled es de primer nivel, con una tasa de refresco que llega a 120 Hz, excelente visibilidad en cualquier condición, etcétera.
Las dos “tapas” del teléfono usan Gorilla Glass Victus+ (el más resistente de los vidrios endurecidos de Corning) y una estructura de aluminio. Más allá del grosor, es muy cómodo para usar; lo ayuda haber perdido algunos gramos (263 gramos, versus los 271 gr del Fold3).
Lo otro que cambió es la bisagra que da vida a este dispositivo: Samsung implementó una nueva versión en este modelo, que en teoría es más delgada, más durable, y más firme. Puedo atestiguar asertivamente sobre esto último: la bisagra se siente sólida como una roca, y permite abrir la pantalla a casi cualquier ángulo. Veremos qué pasa con el tiempo, pero al menos al principio la sensación es que durará para siempre. Lo que sigue ahí es la leve hendidura que se forma donde la pantalla se pliega. Se sigue viendo, se sigue sintiendo con el dedo, sigue siendo un inconveniente muy menor. El Fold3 no tuvo quejas en este punto (Samsung dice que ambos modelos soportan unas 200.000 aperturas), y no hay razones para creer que pueda fallar como en el Fold original.
Samsung afirma que usa un nuevo vidrio protector para el panel interno, y otro pegamento, que evitar los problemas que encontraron algunos usuarios después de varios meses de uso; y que todo está optimizado para escribir con el lápiz especial (que no probé). Se siente como el vidrio convencional de un teléfono cualquiera, salvo por ese badén que se forma en el pliegue. Es inevitable; estamos hablando, después de todo, de un teléfono que se pliega, algo inédito hace apenas tres o cuatro años.
La pantalla interna (Amoled, 2176 x 1812 pixeles) en sí es fantástica: 7,6 pulgadas, actualización a 120 Hz, una cámara interna de 4 megapixeles casi invisible (floja, pero te saca del apuro). Todo es impactante: ¡es una tableta en el bolsillo! Y encima ahora corre Android 12L, una versión optimizada para pantallas grandes, que habilita una barra de accesos directos en la base de la pantalla interna del teléfono, y le da vida a Flex, la función que detecta cuando usamos el teléfono semiplegado y divide la información entre las dos mitades de la pantalla, y las reorganiza a su formato convencional si desplegamos del todo la pantalla. Por ejemplo, si tenemos el teléfono apoyado en una mesa para ver un video en YouTube, lo mostrará en la mitad superior, mientras que en la mitad que está boca arriba pondrá controles de reproducción, o sugerencias de otros videos. Si abrimos la pantalla para que quede como una tableta, usará toda la superficie para mostrar el video. Esto funciona con muchísimas aplicaciones, y muy bien, aunque depende de los desarrolladores que le den soporte. Si no lo hacen, la app ocupará toda la pantalla, y ya.
También, por supuesto, se pueden ver varias aplicaciones al mismo tiempo en pantalla: hasta tres, con una ocupando media pantalla, y las otras dos en dos cuartos; técnicamente se puede sumar una cuarta flotando por ahí, pero ya es un despropósito. Pero poner dos o tres apps en pantalla es muy fácil. Se arrastran desde la barra de herramientas al sector deseado y ya: permiten cumplir con creces la promesa del teléfono de permitirnos ser muy multitarea en cualquier lado. También es posible pasar contenido entre apps (una imagen, por ejemplo) arrastrando ese “objeto” de una aplicación a la otra.
Por qué sí, por qué no
El Galaxy Z Fold4 hace muy todo lo que se le pide, pero está lejos de ser un dispositivo que automáticamente le servirá a todo el mundo (y eso, sin contar el precio). Como concepto es muy atractivo, y la implementación es excelente: permite llevar una tableta de tamaño decente en el bolsillo; usarla de minicomputadora (con un tecladito Bluetooth, o con el teclado en pantalla), o apoyarla y que sea su propio trípode para una videollamada, una sesión de fotos, etcétera.
Si queremos leer un libro, o ver una película, o disfrutar de un videojuego, pero preferimos no depender de una tableta (es decir, de un dispositivo secundario) la solución que aporta su pantalla interna, de tamaño intermedio como la del Fold4, como otros de su tipo -porque esto no es exclusivo de este modelo, aunque sea el más popular- es muy buena. Y todo en algo que podemos llevar en el bolsillo. ¡Y se dobla y no se rompe!
A la vez, es un teléfono grueso (no tanto como llevar dos celulares en el bolsillo, pero casi), es pesado, para aprovecharlo obliga a abrirlo (porque para algo que no sea fugaz convendrá siempre la pantalla interna sobre la externa, que peca de angosta); una vez abierto, la pantalla tampoco es tantísimo más grande; no tiene tan buena autonomía como otros teléfonos, y sale una fortuna: casi tanto como comprar un Galaxy S22 y una tableta Galaxy Tab S8.
Pero sigue siendo una locura: un teléfono que se dobla, que tiene dos pantallas, que permite hacer más cosas. Dependerá mucho de qué uso le vayamos a dar para definir la compra.
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