Privacidad: usé AirTags, Tiles y un rastreador GPS para ver cada movimiento de mi esposo
Se está construyendo una vasta red de rastreo para que no perdamos nuestras llaves. Esta es la crónica de una pareja que navegó por el estado de vigilancia de la tecnología de consumo
- 15 minutos de lectura'
A mediados de enero, mi esposo y yo estábamos discutiendo. Nuestra hija de 1 año acababa de dar positivo por COVID-19 y, cuando respiraba, emitía un sonido raro como un gruñido. Llamé al hospital y me dijeron que debíamos llevarla a la sala de emergencias. Pero como había estado despierta toda la noche cuidándola, estaba demasiado exhausta como para conducir.
“Estoy preocupada”, le dije a mi esposo. “Quiero que la lleves al hospital”.
“Los médicos siempre nos dicen que la llevemos a urgencias cada vez que llamamos por cualquier cosa”, (lo cual era cierto), respondió exasperado. “Ella está bien. Está comiendo y jugando y es feliz. Esto no es una emergencia”.
Finalmente cedió y se fue al hospital, que está a media hora de distancia.
Como sabía que ya estaba molesto conmigo, no quería acribillarlo con preguntas sobre cómo le iba. En cambio, recurrí a los dispositivos de monitoreo que una semana antes había escondido en secreto en nuestro coche.
Puse un Apple AirTag en el bolsillo del asiento; también dejé un rastreador Bluetooth hecho por Tile, con forma de tarjeta de crédito, en un compartimiento del tablero; y un rastreador GPS similar a un disco de hockey de una compañía llamada LandAirSea en la guantera.
Me doy cuenta de que parezco la peor esposa del mundo, así que voy a explicar por qué lo hice. Fue por el periodismo.
A principios del año pasado, Apple lanzó el AirTag, un dispositivo elegante y pulcro pensado como una forma de rastrear las llaves y carteras. Apple tiene un historial de introducción de productos, como el iPhone, que conducen a la adopción masiva de nuevas tecnologías, por lo que los AirTags podrían llevar a los consumidores a rastrear la ubicación de todo, en todo momento, y así nada volvería a perderse, con lo que iniciaría una era de vigilancia con una estética más prolija.
Pero cada nuevo producto tiene un costo: en los últimos meses, las personas se han asustado después de encontrar AirTags escondidos en sus bolsos y en sus autos. Tenían miedo de ser acechados o seguidos por alguien que quisiera robarles sus vehículos. Una modelo de Sports Illustrated, Brooks Nader, dijo que encontró uno en el bolsillo de su abrigo después de ir a un bar en Manhattan. Todas estas personas recibieron notificaciones en sus iPhones, una función que Apple había incorporado en el sistema del AirTag para ayudar a evitar un rastreo no deseado.
Cuando mi colega y yo escribimos un reportaje sobre esto, los expertos con los que hablamos tenían dos opiniones sobre los intentos de Apple para evitar el uso indebido. Unos dijeron que las alertas eran inadecuadas y otros elogiaron a la compañía por revelar un problema más grande: el rastreo subrepticio generalizado, a menudo realizado con dispositivos que no notifican a una persona de su presencia.
Decidí abordar ambas perspectivas al colocar tres AirTags, tres Tiles y un rastreador GPS en mi esposo y sus pertenencias para ver con qué precisión mostraban sus movimientos y cuáles de ellos él encontraba.
En algunos estados como Nueva York, donde vivimos, existen leyes que criminalizan este tipo de cosas. Como no quería violar la ley, o la confianza de mi esposo, le pedí permiso.
No era la primera vez que lo sometía a un experimento para hacer un reportaje. Durante más de una década, he investigado temas de privacidad y descubrí que la mejor manera de explicar las implicaciones distópicas de las nuevas tecnologías es sumergirme en ellas, como un conejillo de Indias.
Es por eso que mi esposo ha tenido que vivir usando bitcoines, también fue espiado por nuestro “hogar inteligente” y me vio renunciar a los servicios de los gigantes tecnológicos. (Aunque él mismo no pudo renunciar a utilizarlos y me dijo: “Tengo un trabajo”. Sin embargo, permitió que desconectáramos nuestro Amazon Echo). Y, como es un defensor profesional de la libertad de prensa, siempre tuve la seguridad de que me apoyaría.
“Puedes hacerlo”, dijo. “Pero será aburrido. Estamos en una pandemia. Y no me iré a ningún lado”.
Es cierto que, en esta época, nuestras vidas son menos emocionantes. Prácticamente solo nos vemos a nosotros mismos, o a mis suegros. Además de la pandemia, es invierno en el noreste de Estados Unidos, por lo que estamos en casa la mayor parte del tiempo. Pero mi marido sale de vez en cuando y quería seguirle la pista.
Cuando un editor me propuso enviar a un fotógrafo para que lo siguiera sigilosamente en persona durante un día, con el fin de mostrar visualmente los movimientos que estaba rastreando digitalmente, una parte de mí se preocupó ante la posibilidad de que pudiera descubrir algo que no quería saber. Un poco de privacidad siempre es buena para cualquier matrimonio.
‘¿Está en mi zapato?’
Treinta minutos después de que mi esposo y mi hija partieran hacia el hospital, abrí una aplicación vinculada al rastreador más preciso de mi arsenal, el dispositivo LandAirSea que cuesta 30 dólares. Activarlo cuesta más, porque necesita un plan en el celular para acceder a los satélites de posicionamiento global. Elegí el plan más económico, de 19,95 dólares mensuales, para obtener actualizaciones de ubicación cada tres minutos; el plan más caro, con actualizaciones cada tres segundos, costaba 49,95.
La aplicación tiene una función llamada “InstaFence” que puede alertarme cuando el automóvil se mueve, además incluye una opción llamada “Playback” que muestra dónde ha estado el coche y así poder ver la ruta exacta que tomó mi esposo. Vi que se estacionó a las 4:55 p. m., así que no me sorprendió cuando recibí un mensaje suyo, 12 minutos después, informándome que estaban en la sala de espera.
Los otros rastreadores que tenía en el automóvil —el Tile de 34,99 dólares y el AirTag de 29 dólares— no funcionaron tan bien en tiempo real en el área escasamente poblada donde vivimos. El AirTag, diseñado para encontrar llaves olvidadas “en la playa”, tardó más o menos una hora en revelar que el automóvil estaba en el estacionamiento del hospital. El Tile, destinado a “encontrar cosas fuera de lugar a diversas distancias”, nunca se dio cuenta de que había salido de nuestro garaje. Eso sucede porque estos dispositivos dependen de la tecnología Bluetooth.
En vez de transmitir sus ubicaciones a los satélites que giran alrededor del planeta, hacen contacto con los dispositivos que se encuentran a unos metros de ellos, como el celular de una persona que está adelante de ti en la fila de la farmacia. Para ayudar a rastrear los AirTags, Apple reclutó, según sus propias palabras, a “cientos de millones de iPhones, iPads y dispositivos Mac en todo el mundo”. Es por eso que la efectividad del AirTag de mi esposo mejoró mucho cuando viajó a la ciudad de Nueva York, donde estuvo rodeado de personas que usaban iPhone.
Sí, el internet de las cosas, nuestras cosas, está cobrando vida a nuestro alrededor, registrándonos digitalmente mientras caminamos para ver si llevamos algo de interés.
El día antes de su viaje, cuando sabía que estaba lejos de la casa gracias a los rastreadores de automóviles, me colé en su oficina y escondí un AirTag, un Tile y el rastreador GPS en varios bolsillos de su mochila. Eso se sintió increíblemente invasivo, y fue cuando el experimento me generó más conflictos.
Sin embargo, terminó por ser una buena estrategia porque, ese día, se cambió de abrigo y no usó el que había llenado de rastreadores. Cuando llegó a Manhattan, el AirTag se convirtió en mi rastreador más poderoso, superando al dispositivo GPS y permitiéndome decirle al fotógrafo dónde estaba en todo momento.
El rastreador de Tile no funcionó tan bien. Su sistema es similar al de Apple, pero hay muchas menos personas con la aplicación Tile en sus teléfonos que usuarios con dispositivos de Apple. Se han vendido cuarenta millones de Tiles, dijo la empresa el año pasado.
Otra diferencia clave entre Tile y AirTag es que si un iPhone detecta un AirTag desconocido que se mueve continuamente con él, el propietario del iPhone recibe una notificación y un mapa que muestra dónde comenzó el seguimiento. (Mientras tanto, los propietarios de Android tienen que descargar una aplicación especial para buscar AirTags. Tile dijo que planea lanzar una aplicación similar para las personas preocupadas por el seguimiento no deseado).
Dos horas después de que coloqué todos los rastreadores en nuestro automóvil, mi esposo, que tiene un iPhone, recibió una alerta sobre el AirTag, después de hacer un mandado.
El problema era que no podía encontrarlo. La alerta decía que podía hacer que el AirTag reprodujera un sonido, pero cuando intentó hacerlo, su teléfono no se conectó con el dispositivo. Esto sucedió varias veces y comenzó a frustrarse. “¿Está en mi zapato?”, me preguntó en un momento, mientras se quitaba uno de sus tenis Nike azul y lo examinaba. “Tienes que decírmelo. No quiero destrozar mi zapato buscándolo”.
La única vez que su iPhone se conectó al AirTag que estaba en el automóvil, y así poder reproducir el sonido, fue tan difícil saber de dónde venía que dejó de buscarlo después de cinco minutos.
Los críticos tenían razón: las medidas de seguridad de Apple contra el uso indebido no eran infalibles.
La propia empresa se dio cuenta de la insuficiencia de sus medidas de seguridad y esta semana anunció mejoras, incluido hacer que los dispositivos sean más ruidosos y decirles a los usuarios de AirTags que rastrear a alguien sin consentimiento es un delito.
Mi esposo, por supuesto, había estado de acuerdo con esto, pero no se dio cuenta de cuántos dispositivos le había colocado. De los siete rastreadores, solo encontró dos: un Tile que palpó en el bolsillo superior de su abrigo y un AirTag en su mochila cuando buscaba algo más. “Es imposible encontrar un dispositivo que no haga ruido y no avise”, dijo, cuando le mostré los que no había visto.
Casos desapercibidos
Alyson Messenger, una abogada de Los Ángeles que trabaja con sobrevivientes de violencia doméstica, dijo que conocía a dos mujeres que fueron acosadas por exparejas que las habían rastreado con AirTags. Ella cree que otros casos están “pasando desapercibidos”.
Un abusador también podría poner software espía en el teléfono de una persona para rastrearla, pero eso requiere tiempo, acceso y conocer la contraseña. Con estos dispositivos de rastreo de ubicación, una persona “solo necesita acercarse lo suficiente a una víctima o su propiedad para ubicarlos”, dijo Messenger. “Es insidioso porque los dispositivos son muy discretos e imperceptibles. Sospechamos que está sucediendo y las víctimas no lo saben”.
Los AirTag y los Tile se comercializan para encontrar cosas perdidas, pero LandAirSea describe de manera distinta el propósito de su rastreador GPS. “Lo último en seguimiento discreto”, dice su página de Amazon, donde está clasificado como el rastreador GPS más vendido. “Haga un seguimiento del movimiento en tiempo real con su propio ojo privado”.
La primera vez que ordené un LandAirSea en Amazon, increíblemente se perdió en el correo. Recibí un reembolso y lo volví a pedir. Cuando llegó, abrí su caja blanca para encontrar las instrucciones para configurarlo, pero no venía ninguna información sobre las implicaciones legales del uso del dispositivo.
En la parte inferior interior de la caja, había un mensaje diseñado para que pareciera escrito a mano: “Somos una pequeña empresa familiar, por lo que su reseña significaría mucho para nosotros”. Muchas de esas reseñas en línea discuten explícitamente el seguimiento secreto de sus seres queridos.
“Si estás usando esto para averiguar si tu pareja te está engañando. Por favor ten un plan de salud mental para las secuelas”, alguien llamado Jason escribió en una reseña de Amazon de cinco estrellas publicada en la víspera de Año Nuevo. “Compré esto con la intención de averiguar adónde iba mi esposa después del trabajo todas las noches y durante otros días. Resulta que había otro tipo”.
Una reseña de una estrella publicada en el sitio de la compañía hace unos meses, por alguien que decía tener 16 años, declaró que un rastreador GPS colocado en secreto en su automóvil por su padre era “demasiado fácil de encontrar”. “Tus padres no te rastrearon, no nos rastrees a nosotros”, advirtió el adolescente.
¿'Demasiado cerca del abuso’?
Ya que mi rastreador LandAirSea me alertaba sobre cada viaje de mi esposo al supermercado, y cada desvío a Dunkin’ Donuts para tomar café, quería hablar con alguien de la compañía sobre el producto. Jared Zientz, el director de análisis desde 2020, me dijo que LandAirSea, con sede en Illinois, se fundó hace 26 años, originalmente para rastrear aviones.
Le pregunté a Zientz cuál es la política de LandAirSea con las personas que usan sus dispositivos para ejecutar labores de rastreo no deseado.
“Ciertamente es una situación que se ha presentado”, dijo Zientz. “La gente llama y dicen: ‘Encontré esto en mi auto. ¿Qué van a hacer al respecto?’”.
La empresa, que según Zientz vende unos 15.000 dispositivos al mes, les dice a las personas que llaman que deben acudir a la policía, porque necesitarán una citación para determinar quién es el propietario del dispositivo que descubrieron. El directivo estima que la empresa recibe unas 30 citaciones al año.
Zientz dijo que muchas personas llegan a estos productos después de buscar en línea el término “rastreador de cónyuges”, pero que la compañía estaba tratando de desalentar eso comercializando el dispositivo para la “protección de activos” y “gestión de flotas”. Le pregunté a Zientz por qué la empresa no tiene ningún mensaje sobre la legalidad de sus dispositivos en su sitio web o en su empaque.
“Está en alguna parte de nuestros términos y condiciones”, dijo. (Se refería al lenguaje repetitivo en el sitio web de LandAirSea que prohibía usarlo para “cualquier propósito ilegal”). “Cada estado tiene leyes diferentes, por lo que ni siquiera podemos decir en términos generales que algo ‘es ilegal’ o lo que sea”, agregó.
Zientz dijo que había probado los AirTags de Apple, en parte para ver si podían competir con el negocio de LandAirSea. “Mi novia y yo los teníamos en nuestro equipaje”, dijo. Como solo funcionaban con iPhone, no los veía como una amenaza. Desde que salieron los AirTags, LandAirSea ha vendido más rastreadores, según Zientz, un aumento que atribuyó al auge del robo de automóviles.
Cuando se le pidió un comentario sobre mi experimento, un portavoz de Tile, Scott Coriell, dijo: “Tile está diseñado para ayudar a las personas a encontrar sus cosas, no para rastrear a personas”. Dijo que usar un Tile de ese modo viola los términos de uso y “puede derivar en una prohibición permanente de Tile”.
Un día después de que le pedí comentarios a Apple, la compañía lanzó “una actualización para el AirTag y el rastreo no deseado”. “El seguimiento no deseado ha sido durante mucho tiempo un problema social, y tomamos en serio esta preocupación en el diseño del AirTag”, dijo Apple en el comunicado.
Ciertamente, hay muchos usos legítimos para esta tecnología. Tener un rastreador en el automóvil de un adolescente, con su conocimiento y consentimiento, puede brindar tranquilidad a los padres. Los rastreadores Bluetooth ayudaron a una familia a impulsar la honestidad de una empresa de mudanzas y ubicaron un automóvil robado. Pero Albert Fox Cahn, el director ejecutivo del Proyecto de Supervisión de Tecnología de Vigilancia, cree que los dispositivos están “demasiado cerca del abuso” como para existir.
“Nadie debería poder comprar una herramienta para rastrear a sus seres queridos de manera tan fácil y económica”, dijo Cahn. Ya existen leyes estatales contra esto, pero Cahn dijo que las prohibiciones no detendrán a los malos.
“Cada vez que fabricas un producto y usas la amenaza de enjuiciamiento para evitar su mal uso, solo estás usando parches. En realidad no estás disuadiendo a la gente”, dijo. De hecho, Cahn cree que esos dispositivos no deberían estar disponibles.
Mi esposo tenía razón
Una hora después de que nuestra hija llegó al hospital, una enfermera revisó sus niveles de oxígeno y dijo que eran “realmente buenos”.
La razón por la que pude compartir esta historia de conflictos maritales es porque mi esposo tenía razón: no era necesario llevar a nuestra hija al hospital. Incluso el médico lo dijo después de revisar una radiografía de sus pulmones y advertir que estaba bien. A las 7:17 p. m., mi esposo me envió un mensaje diciendo que ya estaban regresando a casa. Observé su recorrido en mi aplicación.
También tenía razón acerca de que el seguimiento en general era bastante aburrido. No hubo sorpresas sobre su destino. La mayor sorpresa fue la angustia que sentía al vigilarlo y lo culpable que me sentía por lo que él no sabía, como que el fotógrafo lo seguía. Fue un alivio cuando terminó el experimento, y dejé que mi esposo leyera el borrador de este artículo.
“A pesar de toda la mala prensa que han recibido los AirTags, y aunque los mecanismos de detección sean muy inestables, al menos recibía notificaciones constantes de que me estaban siguiendo”, dijo. “Los peligros de privacidad de los otros rastreadores son mucho peores”.
Como ya terminé este reportaje, dejaré de pagar los 20 dólares mensuales por el rastreador LandAirSea para saber los movimientos del automóvil, minuto a minuto, pero creo que dejaré el AirTag. Será más fácil encontrar el auto en un estacionamiento grande.
“¿Qué?”, exclamó mi esposo cuando leyó la frase anterior. “NO dejaremos un AirTag en el coche”.
Kashmir Hill es reportera de tecnología con sede en Nueva York. Escribe sobre las formas inesperadas y a veces siniestras en que la tecnología está cambiando nuestras vidas, particularmente cuando se trata de nuestra privacidad. @kashhill