Por qué Google decidió repensar sus anteojos Glass
Una mirada al proceso interno, y los errores, que influyeron en su creación
Esta es una historia que incluye una buena dosis de intriga, tecnología futurista, un laboratorio secreto, modelos, paracaidistas en caída libre y un triángulo amoroso profesional que acabó con el matrimonio de un multimillonario. Esta es la historia de Google Glass.
Antes de empezar, esta es la parte del cuento en la que probablemente debería explicar qué es Google Glass. Pero no es necesario. Las gafas Google Glass no aparecieron a cuenta gotas en el mundo: más bien, irrumpieron con la pompa y circunstancia que normalmente se reservan para los "iAlgo" de Apple.
Desde el momento en que se dieron a conocer en 2012, los anteojos fueron considerados el gadget que todos querían tener: nerds, directores ejecutivos, hasta chefs y fashionistas. Era el juguete obligado que iba a sentar las bases para una nueva generación de computadoras portables.
La revista Time las incluyó como uno de los Mejores inventos del año; tuvieron su propio artículo de 12 páginas en la revista Vogue y Los Simpson dedicaron un episodio a las Google Glass, aunque Homero les llamó "Oogle Goggles". Las Glass hicieron su ronda por los programas matutinos y vespertinos y fueron sujeto de numerosos sketches de comedia, entre los que se encuentran los de Saturday Night Live, The Colbert Report y un gran número de videos en YouTube. Presidentes de todo el mundo las probaron; el Príncipe Carlos se puso un par, al igual que Oprah, Beyoncé, Jennifer Lawrence y Bill Murray.
También se les vio en la Semana de la Moda de Nueva York en 2012, cuando Diane von Furstenberg presumió una versión en rojo y mandó a sus modelos a la pasarela con versiones en distintos colores. Más tarde, en un video, von Furstenberg (quien usaba un nuevo par producido por DVF l Made for Glass) le dijo a Isabelle Olsson, diseñadora de Google, "nosotros dimos a conocer las Google Glass en el mundo".
Y como otra muestra de su trascendencia cultural, The New Yorker publicó un artículo de 5000 palabras sobre lo que era usar el nuevo dispositivo, escrito por un "Explorador de Google Glass" invitado por Google para probar el producto. Ahí, Gary Shteyngart hace un cómico recuento de una demostración de producto espontánea que efectuara en el tren de la línea 6. "¿Esas son?", le preguntó un hombre de negocios. "Ah, están geniales", dijo un universitario, "¡Qué suertudo!".
Pero tal vez el mayor acontecimiento tuvo lugar hace unas semanas, cuando de la nada, Google anunció que las Glass, como las conocemos, desaparecerían.
¡Zaz! Desaparecieron. Toda esa algarabía para nada.
De acuerdo con media docena de empleados y ex empleados de Google que participaron en el desarrollo de las Google Glass, no era así como se suponía que debía terminar esta historia. Pero el lanzamiento de las Glass, y la conmoción que desató, tampoco era como se suponía que la historia debía comenzar.
Para entender qué salió mal, necesitamos retroceder algunos años en el tiempo hasta Mountain View, California, y llegar al corazón de las muy bien diseñadas oficinas de Google. Ahí, entre coloridos logos y ondeantes sicomoros, los fundadores de la empresa y un puñado de ejecutivos de confianza se reunieron para hacer un listado de 100 ideas futuristas.
La lista incluía un GPS para interiores y un proyecto llamado Google Brain. Pero la emoción se reservó para un nuevo género de computadoras portables que podían llevarse sobre la piel o, tal vez, usarse como anteojos.
Para finales de 2009, Eric Schmidt, en aquel tiempo director ejecutivo de Google, se puso en contacto con Sebastian Thrun, un genio investigador cuasi todólogo de Standford University y lo reclutó para que desarrollara esas ideas. Thrun, a quien se le pidió que ideara un nombre atractivo, provisionalmente llamó al laboratorio "Google X", con la esperanza de que se le ocurriera algo mejor más adelante.
De acuerdo con varios empleados de Google que trabajaron en las etapas iniciales del proyecto X (quienes dijeron que sólo hablarían del proyecto con la promesa del anonimato, ya sea porque siguen trabajando para la empresa o porque aún tienen una relación comercial con la misma), el laboratorio encontró rápidamente una ubicación encubierta en las instalaciones de Google, en el segundo piso de un edificio cualquiera en el número 1489 de Charleston Avenue. En ese lugar nació el primer proyecto del laboratorio: una especie de objeto de realidad virtual que más tarde sería conocido como Google Glass.
Thrun reclutó a un grupo selecto de reconocidos científicos e investigadores para que trabajaran en las Glass, entre los que se encontraban Astro Teller y Babak Parviz, pioneros de la computación portable, y Olsson, la diseñadora. Poco después, Sergey Brin, cofundador de Google, se unió al equipo para ayudar a poner en marcha el laboratorio X.
Cabe señalar dos detalles sobre Brin. En aquella época, estaba casado con Anne Wojcicki, emprendedora de pruebas genéticas y madre de sus dos hijos. Y el segundo, Brin era conocido en Google por presentar un "trastorno por déficit de atención en proyectos"; se obsesionaba con un proyecto y luego lo abandonaba por otro. (Brin se negó a hacer declaraciones para este artículo).
Con Brin y Thrun al mando, Google X y el proyecto de los anteojos lograron mantenerse en secreto por más de un año. "Los empleados habituales de Google pasaban por ahí sin tener idea de lo que sucedía al interior del X", dijo un empleado de Google X.
Y así fue hasta el año 2011, cuando mi colega Clair Cain Miller y este reportero dimos a conocer la noticia del laboratorio secreto Google X y revelamos algunos de los proyectos que se estaban desarrollando en su interior.
En ese momento, sin que nadie fuera del X lo supiera, se estaba gestando una apasionada ruptura entre los ingenieros del X sobre las funciones más básicas de las Google Glass. Un bando argumentaba que las gafas debían llevarse puestas todo el día, como un "dispositivo de moda", en tanto que el otro pensaba que debían usarse sólo para cuestiones utilitarias específicas. Casi todos en el X concordaban en que el prototipo era sólo eso: un prototipo, con varios problemas aún por resolver.
Había un disidente importante. Brin sabía que las Google Glass no eran un producto terminado y que requerían más trabajo, pero quería que el trabajo se hiciera en público y no en un laboratorio ultra secreto. Brin alegaba que el laboratorio X debía lanzar las Glass al consumidor y usar sus comentarios para hacer nuevas versiones y mejorar el diseño.
Para reforzar que las Glass eran un proyecto inacabado, Google decidió no poner a la venta la primera versión, en cambio, estaría disponible sólo para Glass Explorers, un selecto grupo de geeks y periodistas que pagaron $ 1500 dólares por el privilegio de ser los usuarios pioneros.
La estrategia resultó contraproducente. La exclusividad aumentó el enorme interés, y los medios de comunicación exigieron su lugar en la historia. A medida que detonó la emoción pública, Google no sólo encendió el fuego, lo avivó con combustible de avión.
"El equipo de Google X sabía que al producto le faltaba mucho para estar bajo los reflectores", dijo un ex empleado de Google. El equipo de marketing de Google y Brin tenían otros planes.
En una conferencia de desarrolladores de Google en junio de 2012, por ejemplo, un grupo de paracaidistas aterrizó, con las Google Glass puestas, en el techo del auditorio, para luego llevar el dispositivo a toda velocidad en bicicletas hasta la sala de conferencias en medio de un estruendoso aplauso (estuve ahí y fue totalmente distinto a las demostraciones de producto que había visto hasta entonces). Brin pareció deleitarse con la atención y fue considerado un Tony Stark de carne y hueso, salido de los comics de Iron Man. Y, unos meses más tarde, Brin estaría en la primera fila del desfile de Diane von Furstenberg, orgullosamente ataviado con un par de Glass.
Así no era como se suponía que se lanzarían las Glass. Ése no era el callado experimento que los ingenieros del Google X habrían esperado ver mientras trabajaban afanosamente. Era como ver a alguien murmurar un secreto ante un megáfono.
Pero el efecto de usar paracaidistas y modelos sólo llega hasta donde tiene que llegar y el brillo comenzó a desgastarse. Los críticos de tecnología, quienes por fin tuvieron en sus manos las Glass, las describieron como "el peor producto de todos los tiempos", observando con acierto que la vida de la batería era pésima y que era "un producto plagado de fallas".La privacidad fue motivo de preocupación, ya que la gente temía ser grabada durante momentos íntimos, como en el baño, lo que me preocupó a mí en otra conferencia de Google en la que me encontraba rodeado de usuarios de las Glass. También se prohibió su uso en bares, cines, casinos de Las Vegas y en todo lugar donde los clientes no querían ser grabados sin saberlo.
Las Glass pasaron de ser codiciadas a ser objeto de broma. En Tumblr se creó un sitio llamado Hombres blancos usando Google Glass.
Posteriormente, a principios de 2014, un escándalo digno de un periódico sensacionalista golpeó los laboratorios de Google X. En medio de impresoras 3D y microchips había surgido un romance entre Brin y Amanda Rosenberg, gerente de marketing de Google Glass que había ayudado a organizar la pasarela de Diane von Furstenberg. Brin dejaría a su esposa y se quedaría con Rosenberg, quien a su vez se separaró de su novio, también empleado de Google. La noticia dio un giro aún más extraño en un reportaje de Vanity Fair, donde se mencionó que la esposa de Brin había sido amiga de Rosenberg.
A partir de ese momento, las Google Glass parecieron marchitarse. Los empleados que iniciaron el proyecto X se fueron, incluido Parvis, quien salió huyendo a Amazon. Brin, quien estaba lidiando con los efectos colaterales de su affaire en Google, dejó de usar las Glass en público.
Y así fue como llegamos al mes pasado, cuando Google anunció sorpresivamente que pondría fin a su programa Glass Explorer; mucho se ha dicho sobre si esto supone el fin de las Glass. Tal vez no lo sea.
En su nueva vida, las Glass están bajo la supervisión de Ivy Ross, diseñadora de joyería a cargo del área de gafas inteligentes de Google, y Tony Fadell, quien fuera ejecutivo de productos de Apple y creador de Nest.
"Los primeros esfuerzos de las Glass fueron una prueba en vivo y nos permitieron aprender qué les importa a los consumidores y a las empresas", declaró Fadell. "Me emociona trabajar con Ivy para ofrecerle orientación y apoyo; ella encabeza el equipo y trabajamos juntos para incorporar en futuros proyectos lo que hemos aprendido."
Varias personas que conocen los planes de Fadell para las Glass comentaron que iba a rediseñar el producto desde cero y que no lo lanzaría sino hasta que estuviera terminado. "No habrá experimentación pública. Tony es un inventor de productos y sólo lanzará algo cuando sea perfecto", dijo un asesor de Fadell.
Diane von Furstenberg, por su parte, no lamenta nada. En una entrevista, dijo que las Google Glass eran simple y sencillamente revolucionarias. "Fue la primera ocasión en que la gente habló de la tecnología portable. La tecnología avanza cada vez más rápido y las Google Glass siempre tendrán su lugar en la historia", declaró.
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