Cómo es que la compañía de servicios digitales se transformó en un fabricante de teléfonos, parlantes, auriculares y routers
Alan Kay es un pionero de la informática, uno de esos verdaderamente adelantados (concibió la idea de las interfaces gráficas, los libros electrónicos y las tabletas a principios de los 70s). Y también acuñó varias de las grandes frases del mundo de la tecnología, incluyendo "La mejor manera de predecir el futuro es inventarlo", y "La gente que se toma realmente en serio el software debería hacer su propio hardware". Esta última se asocia usualmente con Apple, pero ahora habrá que agregar a Google a la lista de compañías a las que les cabe esa descripción: que crean su propio hardware para resaltar lo mejor de su software.
Google presentó ayer una batería de dispositivos que la dejan firmemente como una empresa que hace hardware (además del resto de productos y servicios que tiene). Esto incluye los Pixel 2 y Pixel 2 XL, que renuevan el modelo presentado un año antes; dos parlantes conectados (es decir, ya tiene tres Google Home); su tercera notebook, ahora convertible; sus primeros auriculares inalámbricos; una cámara para capturar en forma automática los sucesos cotidianos sin intervención; nuevos anteojos de realidad virtual. Se suman a los routers Wi-Fi, las antenas para streaming de audio y video, la tableta.
Google hace mucho hardware: hoy tiene una gran variedad de productos, más que lo de muchas compañías establecidas del sector. Con algunas cosas le va muy bien (55 millones de Chromecast vendidos), con otras no tanto. O al menos: no lo que uno espera para la compañía. En los tres primeros trimestres en el mercado, vendió tres millones de teléfonos Pixel, según la consultora IDC. Parece poco para una compañía como Google, pero sus ejecutivos lo describen como una victoria: "no vendimos más porque no damos abasto", aseguran.
Pero normalmente no asociamos a Google como una empresa de hardware; pensamos en sus servicios digitales como el buscador o Gmail, en sus aplicaciones multiplataforma, y en Android. Pero en rigor esta nueva etapa de hardware "hecho por Google" es la extensión natural de lo que viene haciendo. Hace algo menos de diez años, Google tomó la decisión de ofrecer Android gratis a los fabricantes de dispositivos. Como Chrome, como Gmail, era una manera de llevar sus productos (los avisos web primero, sus sofisticadísimas herramientas de análisis de datos más tarde, que se traducen en e-mail, almacenamiento de fotos, mapas, etcétera) más allá, de extender su alcance al mayor número de dispositivos posible y, a la vez, dominar su desarrollo.
Tuvo un éxito arrollador, como atestiguan los 2000 millones de dispositivos que hoy usan Android. Pero este esquema ya no le alcanza. "Estamos en un punto de quiebre, en el que el desarrollo de hardware ya no alcanza para suplir las expectativas de los usuarios, -explica Suveer Kothari, vicepresidente de hardware dentro de Google, a LA NACION-. Hoy podemos hacer una combinación de hardware, software y aprendizaje de máquina, y va a cambiar lo que la gente espera de un dispositivo.” Se refiere, justamente, a aplicar las técnicas de análisis de información que la compañía desarrolló en todos estos años, sobre todo en lo que refiere a tratamiento de imágenes (Google Photos) y la transformación de sonido en texto que una computadora puede analizar y responder (el Asistente). Un ejemplo: los nuevos Pixel 2 tienen una herramienta que compara en forma automática el audio que llega al micrófono del teléfono y detecta -y reconoce, en teoría- cuándo está sonando una canción, y muestra su nombre en pantalla. Y lo hace sin conectarse a un servidor remoto: todo el procesamiento sucede dentro del teléfono.
La mejor vidriera posible
Entrar en el mundo del hardware le permite a la compañía controlar -como hace Apple- todos los aspectos del dispositivo en el que se verán sus productos. No depende de la elección que hace un tercero de una pantalla o un procesador. “Lo que queremos es fabricar los dispositivos que mejor muestran nuestros productos”, advierte Kothari.
Por eso nacieron los Pixel Buds, auriculares Bluetooth que tienen el asistente de Google integrado (y por lo tanto permiten acceder a todos sus servicios, y a las búsquedas, con un comando de voz) y permiten traducir frases al instante en 40 idiomas, una función de nicho, pero que por lo espectacular sirve de promoción para el resto de sus servicios. No son los únicos: Bose también hará auriculares con Google Assistant, y detrás vienen otros. Por eso el nuevo Google Home Max, un parlante conectado que además de dar acceso a Assistant (y por ende, a los servicios de Google) usa la inteligencia artificial de la compañía para mejorar su audio en función de su ubicación, las preferencias del usuario, la hora del día y más. Por eso la Pixelbook, una notebook de mil dólares que es, por lejos, uno de los productos más de nicho de la compañía (y que compite con otras portátiles con Chrome OS que tienen hardware más simple, pero un tercio de precio), pero que permite mostrar todo el poderío de la combinación de sus dos sistemas operativos: Chrome OS y las aplicaciones de Android, todo en un mismo paquete.
Y por eso los smartphones Pixel. “Creemos que para implementar los servicios de Google para que lleguen de la mejor manera a los usuarios tenemos que desarrollar nuestro propio hardware, software e inteligencia artificial, todo junto”, dice Mario Queiroz, el brasileño al frente del Pixel (su título es vicepresidente de manejo de producto en la división de hardware). “Para lograr que la cámara del Pixel hiciera, con una sola lente, lo que a otras compañías les obliga a usar dos, teníamos que elegir los componentes en forma específica; para aplicar el análisis de imágenes y habilitar el modo retrato con una sola cámara necesitás un control muy profundo del hardware”, aclara.
Ambos ejecutivos afirman que esto es un camino que recién comienza; que la limitadísima disponibilidad de los teléfonos Pixel se debe a que están construyendo sus cadenas de distribución y marketing, al tiempo que negocian con las operadoras.
Y que, como prometía la compañía cuando compró Motorola, trabajan con el equipo que desarrolla Android, pero no tienen privilegios: no quieren problemas con sus socios y competidores, como Samsung o Huawei. En eso coinciden con Microsoft, que también es proveedora y competidora de las compañías que le dieron vida.
“De todo lo que aparece primero en los Pixel, algunas cosas quedarán exclusivas para estos equipos, como el trabajo de inteligencia artificial detrás de la cámara; otras aparecen primero en los Pixel y luego llegan al resto del ecosistema, como fue Google Assistant y ahora es Google Lens (una aplicación de reconocimiento de objetos); otras le llegan a todos por igual, como las versiones de Android”, afirma Queiróz.
Una observación que puede hacerse de los últimos productos de la compañía es que no son baratos. Los Pixel 2 y 2 XL están en el rango de precio de un smartphone de alta gama; la Pixelbook, como una portátil convertible de altas prestaciones; los auriculares inalámbricos, al mismo precio que los de Apple; los parlantes, en competencia de precio con los de Amazon y Apple, etcétera. Tiene que ver con márgenes de ganancia (la intención de la compañía es ganar dinero, después de todo), con el espacio en el que quiere competir (donde los usuarios eligen por prestaciones y no sólo por lo que llegan a comprar) y con su capacidad de producción.
“Esto recién empieza -avisa Kothari-. Ir por la gama alta nos permite tener los componentes que queremos, para ofrecer lo que queremos en el dispositivo, pero tenemos planes más ambiciosos. Ahí donde creemos que con el aprendizaje de máquina podemos hacer un diferencial y crear un producto que resuelva mejor las necesidades de los usuarios que lo que estaba en el mercado, ahí es donde vamos a ir.”
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