¿Por qué es tan difícil ofrecer Wi-Fi gratis de buena calidad en las ciudades?
Cada vez son más las ciudades que ofrecen conexión a internet a través de wi-fi de forma gratuita en sus espacios públicos y en sus calles. No sólo grandes ciudades como Londres, Helsinki, Milán o Nueva York, sino también municipios mucho más pequeños.
Sin embargo, en ocasiones los usuarios se quejan de mala calidad de las conexiones o baja velocidad en la transmisión y recepción. En este artículo examino algunos detalles que nos permitan entender qué infraestructuras son necesarias, cómo se financian y qué otras alternativas pueden existir para proporcionar este servicio.
El impulso de la Unión Europea
En noviembre de 2016, Jean-Claude Juncker –presidente de la Comisión Europea en aquel momento–, al presentar su informe anual sobre el estado de la Unión Europea, explicó su intención de impulsar que en 2020 todas las grandes ciudades de la Unión Europea ofrecieran wi-fi gratis en sus centros urbanos.
Como consecuencia, surgió el programa europeo Wifi4EU, que dota a los municipios de 15.000 euros dedicados a instalar equipamiento para proporcionar wi-fi gratis en espacios públicos.
Entre 2018 y 2020, esta iniciativa ha distribuido más de 8900 bonos en 30 países participantes, con un presupuesto total de 130 millones de euros. El programa financia la adquisición y emplazamiento de los puntos de acceso. Pero ¿qué más es necesario y deben adicionalmente cubrir los municipios?
El acceso a internet requiere mucho más. Si el servicio se ofrece de forma gratuita al ciudadano y no se permite la financiación con publicidad, que es una de las premisas de Wifi4EU, el coste lo deben afrontar los ayuntamientos, es decir, en definitiva, los ciudadanos.
¿Cómo se conectan los ciudadanos?
Una wi-fi permite la conexión inalámbrica entre el terminal del usuario (móvil, tablet, portátil, etc.) y un punto de acceso (el router). Esta conexión solo permite una comunicación local, es decir, entre los dispositivos y el punto de acceso al que se conectan.
Si queremos ir más allá, este punto de acceso o router debe a su vez conectarse a los equipos de un proveedor de servicios de internet (Internet Service Provider, ISP), la empresa que proporciona la conexión. Esta conexión se podrá hacer también de forma inalámbrica, a través de otra tecnología de radio, pero lo más habitual es que se realice mediante cable, a ser posible de fibra óptica.
El ISP tiene gran cantidad de equipamiento, servidores, conmutadores, routers… que trabajan de forma organizada para brindar la conexión a internet. Los equipos no necesariamente estarán cerca del municipio de interés, por lo que habrá que llegar hasta ellos a través de la red de telecomunicaciones del propio ISP o de algún tercero.
En resumen, además de colocar el punto de acceso, como intermediario entre el usuario y la red, hay que conectarlo con una extensa y potente red de telecomunicaciones que conectará el terminal del usuario con cualquier otro equipo que tenga una dirección IP.
¿Y si son muchos usuarios?
Cuando queremos dar cobertura a todas las personas de un municipio, es necesario situar varios puntos de acceso. Hay dos motivos fundamentales: la distancia desde la que es posible conectarse y el número de conexiones que puede mantener un punto de acceso con una velocidad de datos razonable para el usuario. Lo vemos con más detalle.
La wifi es una tecnología de corto alcance, generalmente hablamos de unos 100 metros. Por tanto, dependiendo del tamaño de la ciudad, habrá que desplegar un buen número de puntos de acceso, al menos cada 200 metros.
La limitación de alcance se debe fundamentalmente a que la potencia con la que se puede transmitir en la banda que usa wifi (habitualmente la banda ISM de 2,4 GHz) está limitada por la regulación. Frecuencias más altas tienen menos restricciones de potencia (5 GHz, 60 GHz) pero a su vez la propagación es peor, por lo que el alcance sigue siendo reducido.
Por otra parte, cada punto de acceso wifi es capaz de transmitir datos a una cierta velocidad, que se debe compartir entre todos los usuarios que deseen conectarse a él –y en el centro de una ciudad pueden ser muchos–.
Con una wifi de última generación podemos tener velocidades de datos muy altas, por ejemplo, de 1 Gigabit por segundo (Gbps). Pero si se reparte entre 100 usuarios, a cada uno le corresponden, siendo optimistas –en una wifi los dispositivos compiten por las conexiones, por lo que cuantos más hay, peor es el rendimiento–, 10 Megabits por segundo (Mbps). Esta velocidad es más que suficiente para mandar un mensaje o hablar, pero no para muchas otras aplicaciones.
Y no olvidemos que para que el punto de acceso pueda dar una conexión de 1 Gbps de bajada, ese Gbps tiene que llegar primero a través de la fibra desde la red de telecomunicaciones. Muchos puntos de acceso wifi de alta velocidad requieren las conexiones de fibra, el equipamiento y la capacidad de red que proporcionen esa gran cantidad de Gbps.
En resumen, el disfrute de acceso gratuito inalámbrico a internet de calidad para muchos usuarios en una zona amplia de las ciudades necesita tecnologías de acceso y de red que, como sucede con el acceso a internet que usamos en nuestros hogares (al igual que la electricidad o el gas), no son en realidad gratuitas.
¿Existe alguna alternativa tecnológica?
Tecnológicamente, hay varias alternativas para ofrecer conexiones inalámbricas de velocidad adecuada en todo el espacio urbano. Un ejemplo son las redes 4G, y ahora 5G, de los operadores de comunicaciones móviles. Obviamente, el 5G no es gratis, pero ya hemos dicho que el wifi tampoco lo es. Cómo queramos pagarlo es otra cuestión.
Es indudable la necesidad de proporcionar acceso inalámbrico de alta velocidad a internet en lugares públicos de las ciudades, como bibliotecas, centros de enseñanza, hospitales o estaciones de tren. Las telecomunicaciones rara vez ofrecen una única, sino varias soluciones, que podemos elegir y/o combinar, siendo conscientes de sus funcionalidades y precio.
Ana García Armada Catedrática de Universidad, Teoría de la Señal y Comunicaciones, Universidad Carlos III, España
Este artículo se republica de The Conversation bajo licencia Creative Commons
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