¿Permitir o prohibir el celular en el aula? Un estudio noruego analiza los casos europeos y recomienda no usarlos, pero no todos los expertos acuerdan
Disminución de las visitas al médico por enfermedades psicológicas de las niñas, y desaceleración en los casos de bullying, son tan solo dos ventajas halladas en un estudio europeo que recomienda prohibir el uso de los dispositivos móviles durante las clases. Sin embargo, expertos argentinos opinan todo lo contrario
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El uso de los smartphones en el aula es un tema que genera polémica desde hace años. Mientras que algunos consideran que el smartphone debería ser incorporado a la enseñanza como si fuera un útil escolar, otros opinan que este dispositivo debería prohibirse durante las clases porque los alumnos del nivel primario y secundario los utilizan incluso en los momentos en los que no está permitido hacerlo.
En este contexto, un nuevo estudio del Instituto Noruego de Salud Pública arroja luz sobre los impactos positivos de impedir que los estudiantes utilicen los smartphones, con beneficios que van desde bienestar de los estudiantes hasta su rendimiento, entre otros.
El informe, titulado Prohibiciones de teléfonos inteligentes, resultados de los estudiantes y salud mental, destaca la creciente preocupación por el uso excesivo de tecnología y redes sociales tanto en niños como en adolescentes, lo que podría afectar su desarrollo cognitivo, físico y socioemocional.
Ante esta problemática, varios países europeos, como el Reino Unido, Noruega, Países Bajos y Francia, optaron por prohibir los teléfonos inteligentes en las escuelas. Los datos recopilados en Noruega después de implementar esta medida revelan cuatro beneficios significativos.
Beneficios que encontró el estudio noruego
En primer lugar, la eliminación de estos dispositivos durante las clases redujo el número de consultas por síntomas y enfermedades psicológicas en atención especializada entre las estudiantes, con una disminución de dos a tres visitas durante los años de escuela secundaria. Además, las niñas han consultado menos a su médico de cabecera por problemas relacionados con síntomas psicológicos.
Por otra parte, la investigación demostró que prohibir los teléfonos inteligentes reduce la incidencia de acoso tanto para niñas como para niños cuando se exponen a esta medida desde el inicio de la escuela secundaria.
En tercer lugar, las alumnas que estuvieron expuestas a la prohibición desde el principio de la escuela secundaria mejoraron su promedio de calificaciones y disminuyó su ausentismo, aunque no se observó un impacto significativo en el caso de los niños.
Finalmente, el estudio reveló que el mayor efecto de la prohibición se produjo entre los niños de entornos socioeconómicos bajos, quienes mostraron una reducción en la cantidad de atención médica requerida por síntomas y enfermedades psicológicas. Además, mejoraron sus calificaciones.
¿Prohibir o permitir?
Si bien en el momento de las conclusiones la investigación noruega respalda la necesidad de restringir el uso de los móviles como una medida efectiva para mejorar el bienestar, el rendimiento académico y reducir el acoso en las escuelas, los expertos consultados por LA NACION opinan lo contrario: “El uso de los smartphones en el entorno escolar debe permitirse bajo reglas claras, ya que puede enriquecer mucho el aprendizaje. Para ello debe haber un encuadre claro de para qué se usa y con qué límites se usa”, comenta Francisco Anello, Global SVP of Education del unicornio argentino Aleph Holding.
Eugenia Scocco, Decana de Ciencias Humanas y Sociales de Universidad Siglo 21, está en sintonía con la visión de Anello: “En el diseño de espacios de aprendizajes es nodal considerar los esquemas previos de los alumnos, sus conocimientos, emociones y competencias para incorporarlas en la dinámica educativa como un factor optimizador de lo nuevo por aprender. El uso de teléfonos inteligentes forma parte de la vida de nuestros alumnos y utilizados dentro de un encuadre pedagógico didáctico como recurso de trabajo, aporta a la articulación de la vida cotidiana–escolar, y nos desafía como educadores a transmitir políticas de uso inteligente, ético, con cuidado y preservación de las subjetividades tan vulneradas a veces por el uso no adecuado de algunas aplicaciones”.
La experta explica que, entre sus funciones principales, el “sistema educativo crea y recrea cultura”: “Hoy nuestra cultura también está definida por el uso de los teléfonos inteligentes y considerarlos como insumos pedagógicos nos representa una oportunidad y desafío para los docentes, para que su uso en el espacio áulico no se convierta en un fin en sí mismo y para delimitar su uso responsable y con sentido. Además, la prohibición injustificada o no argumentada, de cualquier índole, genera rechazo y comportamientos no positivos en los alumnos.”
Ideas concretas
Ricardo Carpinelli, profesor de educación tecnológica en el Instituto Moruli, que cuenta con unos mil alumnos entre jardín de infantes, primera y secundaria, da su mirada práctica al respecto: “Negar la tecnología nunca puede ser beneficioso, que lo que sucede es que hay que enseñarles a los chicos a utilizar el dispositivo como herramienta de aprendizaje y como fuente de consulta”.
Según cuenta, en los alumnos del nivel primario su uso está restringido porque a los docentes les resulta imposible supervisar qué hacen los pequeños con las pantallas, y así es como el dispositivo terminaría siendo más un factor de distracción que otra cosa, ya que los menores utilizan las aplicaciones de juegos y redes sociales más que cualquier otra función. En tanto, en el nivel secundario no solo se lo incorpora a la clase, sino que se trabaja en la alfabetización digital para que le saquen el mayor provecho posible.
Desde lo pedagógico, los entrevistados opinan que el teléfono debe ser utilizado como recurso para actividades pautadas, que permitan aprendizajes innovadores, disruptivos, necesarios, optimizando la motivación del estudiante y en beneficios educativos. Como explica Socco, “el aula funciona dentro de un ecosistema que incluye la vinculación de la institución con su entorno, el clima institucional que allí se desarrolla, un proyecto académico situado y contextuado, equipos que interactúan bajo fines y propósitos acordados. Cualquier definición en el uso de recursos, dinámicas, actividades que se articulen con el objetivo institucional y las necesidades del alumnado, aporta a los resultados en términos de aprendizajes integrales y globales que preparan a los estudiantes para el mundo en el que deberán vivir y trabajar”. Anello reitera que la alfabetización digital es una necesidad imperiosa. Y Socco completa: “Es difícil pensar una política educativa que niegue una realidad social y ponga límites a formaciones necesarias para el desarrollo de un futuro sustentable”, resume Socco.
Sin embargo, pasar de la teoría a la práctica, puede que no sea un desafío sencillo de alcanzar. En tal sentido, Carpinelli sostiene que para la integración efectiva del smartphone en el aula requiere dos factores que están impactando en el sector educativo argentino a nivel general: por un lado, capacitar a los docentes para que puedan incorporarlo como una herramienta útil y, por otro lado, una infraestructura y un entorno adecuados. Y añade: “las consecuencias a las que refiere el estudio europeo pueda que se deban a la deficiencia en estos dos aspectos”.