Parches vs. soluciones sistémicas: el desafío de la brecha digital de género
La transformación digital trae un desafío inédito para todas las agendas: la necesidad de revisar y reconvertir la mayoría de los sistemas. Estos términos parecen alejados de las personas y de lo cotidiano, de las deudas y brechas existentes.
En la actualidad las mujeres utilizan cada vez más las tecnologías en sus vidas (lo que las convierte en usuarias); paradójicamente, cada vez son menos las que estudian carreras vinculadas a estas áreas. La investigación Un potencial con barreras, realizada por BID Intal en conjunto con la organización de la sociedad civil sin fines de lucro Chicas en Tecnología (de la que formo parte), concluye que esto afecta al desarrollo de un país en materia de innovación y competitividad, entre otros motivos, porque que no se puede garantizar diversidad en los equipos que diseñan y desarrollan tecnología.
Como suele ocurrir ante la detección de un problema, en los últimos años aparecieron soluciones con intenciones legítimas –y otras que vislumbran una oportunidad de negocio– con el noble objetivo de dar una respuesta a la cuestión de la brecha de género en la tecnología. De esta manera vemos el surgimiento de propuestas cortas de formación intensiva para mujeres con rápida inserción laboral, por mencionar un ejemplo.
El otro lado de esta realidad muestra que a largo plazo estas respuestas proponen una solución superficial, sin llegar a resolver el problema de fondo de la brecha de género, que tiene raíces profundas y grandes barreras. Las conclusiones de la investigación "Un potencial con barreras", en donde se entrevistaron a mujeres que trabajan en estos ámbitos, revelan algunos datos que en muy pocas ocasiones son tenidos en cuenta. Algunas de ellas destacan ambientes laborales masculinizados, con lugares de esparcimiento que parecen cuartos de varones con metegoles o videojuegos que las mujeres nos jugamos. Incluso, los baños de las mujeres, al no ser tan concurridos, dejan de ser una prioridad en la limpieza. Así como también lo que se denomina prácticas rígidas, que hacen imposible lograr un equilibrio entre la vida personal y profesional, desde las licencias por maternidad (que presenta un doble desafío: la legislación local vs. las propuestas de las empresas de IT) hasta la cantidad de guardias 7x24 para controlar los sistemas que se asignan a veces como ejercicio para evaluar la resistencia de las mujeres.
Otra barrera es la diferencia en la valoración de las capacidades técnicas: muchas de las mujeres mencionaron que a pesar de se las líderes de proyectos, los clientes prefieren hablan a los empleados hombres, porque desconfían de sus conocimientos. Finalmente, muchas veces los presupuestos los arman ellas, pero requieren la "validez y seriedad", de un hombre.
Estos casos concretos se dan hoy en la Argentina y son comunes en otras partes del mundo. Conocer las experiencias positivas de lo que sucede en otros países y regiones es útil, pero será necesario buscar y trabajar en soluciones que responden a las necesidades locales. Esto implica producir un cambio cultural que excede los espacios laborales e involucra a las familias, escuelas, municipios y medios de comunicación, entre otros.
El relevamiento ChangemakHERS, realizado por la organización Ashoka, propone y apoya organizaciones que producen cambios sistémicos, como es el caso del gobierno del Reino Unido, donde se trabaja desde el Ministerio de Educación formando a educadores en estas temáticas y acompañando otras acciones que involucran a las familias. Porque en definitiva para disolver las barreras mencionadas también se necesitan de colegas de trabajo que cuestionen estos problemas, aunque directamente no los afecte, o que quien diseña los espacios considere diferentes voces y expectativas, al igual que quién revisa la paridad a la hora de ofrecer un sueldo. Esta construcción no se hace de un día al otro.
Superar los parches es clave para reducir la brecha de género digital, porque es dónde se hace la diferencia y aceleramos la igualdad de género en nuestro país. Las voces de adolescentes mujeres argentinas piden otro tipo de propuesta. La buena noticia es que ya hay experiencias concretas para reducir la brecha de género que involucran gobiernos, ministerios, escuelas, municipios, sector privado y organizaciones de la sociedad civil, que se visibilizaron en el evento libre y gratuito Menos mitos, más datos.
Un cambio sistémico involucra también a actores reales pocas veces puestos en escena, como la familia o las escuelas. Hace poco una profesora que decidió trabajar con un cuadernillo con actividade s diseñado especialmente para usar en el aula, compartió la siguiente reflexión: "Todas las personas incidimos y somos responsables de la próxima generación de mujeres líderes en tecnología, no es necesario saber programar para entender que de esto dependemos para garantizar el talento que impacta en nuestra economía y sociedad".