Óxido, misiles intercontinentales y la Guerra Fría: así nació el WD-40, el aceite multiuso de fórmula secreta
Durante la Guerra Fría, el Ejército estadounidense buscaba un material que evitara la corrosión en sus misiles; la fórmula que logró lo pedido nació en 1953, con un origen oculto y una disputa por su creación
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En esta serie de notas, repasamos la historia de algunos dispositivos y tecnologías que usamos a diario y que tienen un pasado muchas veces difuso, como la calculadora de bolsillo, el GPS, el código de barras, el sifón recargable, las cintas reflactantes o la tarjeta de crédito.
Algunas veces la fórmula representa más que el producto. Al igual que sucede con la Coca Cola, el fernet Branca o el algoritmo de Google, para el WD-40 la fórmula secreta lo es todo. Nadie (o casi nadie) sabe de qué está hecho el aceite en aerosol que todo lo afloja y que -dicen- tiene 2000 usos; y eso lo envuelve un halo de misterio que no hace más que potenciar la marca y destacar las virtudes del producto. Y aunque existen imitaciones que pueden cumplir más o menos la misma función y que son más baratas, nadie cuestiona al WD-40 como tecnología porque tiene ese intangible que todos desean y pocos tienen: la originalidad. ¿O acaso usted no usaría una remera con el logo de WD-40?
Las tecnologías de antes respondían a necesidades y no a estudios de marketing, y la historia cuenta que el WD-40 surgió así, por una necesidad. Convair, una empresa contratista del Ejército de los Estados Unidos, buscaba la forma de que sus misiles Atlas no sufrieran los efectos de la corrosión mientras estaban almacenados. Era 1953, y la Guerra Fría no podía admitir que un misil se arruinara por el óxido. Y para ello contactó a la Rocket Chemical Company, una joven compañía de San Diego, California, cuyo nombre parecía perfecto para darles una solución. Hay quienes dicen que fue el químico Norman Larsen quien dio con la fórmula correcta después de varias pruebas; y bautizó al producto como WD-40, un acrónimo de “Wáter Displacement - 40th formula” (“Desplazamiento del agua - 40 fórmula”).
Pero acá es donde la historia se vuelve telenovelesca. En ese momento había dos personas llamadas Norman en la empresa, uno Lawson y otro Larsen. Según la historiadora Iris Engstrand fue Lawson quien diseñó la fórmula, pero quien se llevó todo el crédito por la invención fue Larsen, el presidente de la compañía. De hecho, fue el propio Larsen quien tuvo la idea de comercializar el producto para su uso hogareño, y de hacerlo en latas de aerosol. Y todo queda en el terreno de la duda cuando queda expuesto el dato fundamental de esta historia: la fórmula nunca fue patentada, para no tener que develarla ni siquiera ante la oficina de patentes de los Estados Unidos.
La clásica presentación del aerosol azul y amarillo con la tapa roja es fabricada en la Argentina por Akapol, la empresa que también fabrica otro clásico, el Poxipol. “Ellos nos envían el concentrado y nosotros le aplicamos el diluyente y el gas comprimido”, explica Víctor Donato, líder de capacitación de Akapol.
La fórmula
El producto debía ser estable, fácil de transportar y almacenar, y simple de aplicar. “Nosotros tampoco la conocemos, pero yo que vengo del rubro de la química puedo intuir qué tiene, aunque a ciencia cierta nadie la sabe”, dice Donato. “Hay un mito sobre que el WD-40 es aceite de pescado, pero es eso, un mito”, agrega Manuel Dotras, Brand Manager de WD-40.
El manual de usuario indica que las funciones básicas del WD-40 son cinco: desplazar el agua, actuar como lubricante, limpiar, proteger contra la corrosión y liberar mecanismos trabados. Y aunque hay otros productos que cumplan esas funciones, ninguno las reúne a todas en un mismo envase. Las imitaciones existen, y para WD-40 no son un problema, salvo que se trate de falsificaciones. “La imitación casi que es una validación del valor de una marca, porque este es un producto que ofrece miles de soluciones en una sola lata”, dice Donato.
El producto de los 2000 usos
Es una campaña de marketing, pero también es una realidad: el WD-40 tiene muchas más funciones que las cinco iniciales. “En su rubro, es infalible”, dice Dotras, a sabiendas de que en otros también puede cancherear sus virtudes: el WD sirve para limpiar la goma blanca de las zapatillas, para despegar stickers, para limpiar la caca de paloma del auto, para remover las manchas de tintura de una toalla, para que el acero inoxidable quede reluciente y para unas 1900 más. Dicen, también, que sirve para remover puteadas: nada como poder recurrir al producto y no a la fuerza para aflojar una tuerca oxidada.
El multiuso y los especialistas
Aunque aquí se hable de tecnología de antes, lo cierto es que el WD-40 evolucionó hacia otros productos con usos más específicos, siempre derivados del concepto original. “Son productos similares, pero tienen propiedades que los hacen mejores para determinadas aplicaciones”, explica Dotras. “El multiusos sirve para limpiar contactos, pero el Specialist Limpiador de Contactos es mejor para el trabajo profesional en determinados equipos eléctricos”, dice Donato. “Cualquiera de nosotros podría ponerle WD-40 a la cadena de la bicicleta, pero para eso es mejor el lubricante seco o el de silicón, porque evitan que se le pegue la tierra y hasta repelen el agua”, devuelve Dotras. En resumen: “Nosotros decimos que el WD-40 multiuso es como el médico clínico, y la línea Specialist es el cardiólogo o el neurólogo”.
Lubricar dos piezas que, sin ese compuesto, sufrirían la fricción: “La tecnología de WD-40 -sobre todo la de la línea Specialist- está pensada para máquinas e instrumentos que son caros, que uno quiere mantener y alargar su vida útil”, dice Dotras. La única objeción que se le hace al producto es su precio, pero en Akapol tienen ensayada una buena respuesta para sobre el tema: “Si se lo compara con el costo de los equipos donde se usa el WD-40, el costo proporcional es bajo en comparación con el beneficio que produce”. Queda claro: para lubricar las bisagras, el multiuso que ya tiene casi 70 años está bien; para una maquinaria más compleja, no está mal invertir un poco más.
“La marca es una especie de culto, es un producto que no tiene fallas y que casi no tiene detractores, y eso genera una especie de fanatismo que se expresa en buscarle nuevos usos al producto que se conoce de toda la vida”, dice Dotras. Para Donato se resume así: “Entra en la categoría de lovemark, de marcas amadas, marcas cool, marcas usables, aquellas que pasan a formar parte de una persona y de sus vínculos”. Lo dicho: ¿para cuándo las remeras?