OK Google, ¿estás por ahí?
Acabo de volver de una semana bastante lejos de todo, aunque nunca es suficiente. Apenas un día antes de Año Nuevo me fui a Colón, Entre Ríos, a pasar el festejo anual, rodeado de árboles, cosas ricas y escritores. Cuando los festejos cesaran, el plan era ponerse al día con lecturas, series y películas.
Mirando algo gracias a las virtudes del streaming y la internet por antena de radio, me descubrí a mí mismo extrañando un aspecto muy peculiar de mi casa: no había nada (¿nadie?) para escucharme pedir en voz alta que la película se pusiera en pausa. Lo lograron, pensé: en apenas un año consiguieron domesticarme y generar una necesidad que hace apenas unos meses consideraba absurda.
Hasta el próximo viernes 11, en Las Vegas, se lleva a cabo la CES , desparramo anual de cosas con lucecitas de consumo masivo. Más como un segundo acto que como el show más esperado del año, esta vez el foco estará puesto nuevamente en los asistentes digitales y en la "inteligencia artificial" que los hace funcionar.
El objetivo sigue siendo ofrecer dispositivos de todos los colores, formas y sabores para lograr ocupar cuanto espacio exista en nuestras vidas, impidiendo que, ni por un instante, podamos volver a sentirnos solos. La industria, dice Brian X. Chen en el New York Times, parece estar en un estado de iteración más que de innovación.
Quien primero explotó realmente la posibilidad de poner a sus oídos electrónicos a disposición de otros fabricantes fue Amazon. El ecosistema de asistentes digitales de Alexa hace ya varios años está disponible en microondas, relojes despertadores, cámaras y, por supuesto, parlantes, entre muchos otros. Alexa, siempre disponible, puede hacernos tostadas, poner algo de música y decirnos si hay alguien tocando timbre.
Durante estos días de descanso nos dedicamos a mirar cuantas películas pudimos del universo cinematográfico de Marvel. Es notable cómo ya en 2008, cuando se estrenó Iron Man, gran parte de la película mostraba a Robert Downey Jr. conversando con Jarvis, su asistente digital. No solo dándole indicaciones, sino realmente conversando. Eso, aunque hoy nos parezca una realidad cotidiana, sigue siendo el desafío pendiente.
Google puede que haya llegado tarde a la fiesta de los asistentes, pero espera llegar a los mil millones de dispositivos conectados en su ecosistema para fin de mes, tal como declaró en la antesala de la CES. Amazon, por su parte, dice que hay unos meros 100 millones de dispositivos con Alexa dando vueltas por ahí. Living, cocina, dormitorio, pero también el auto y la oficina: el plan es que haya un asistente digital en cada espacio que habitamos. Para entusiastas de la brujería ya existe incluso un espejito inteligente con Google Assistant que seguro puede responder quién es la más bonita del reino, si es que esa respuesta está en la nube.
Estos números, naturalmente, deben ser interpretados con algo de escepticismo. Los mil millones de dispositivos de Google son aquellos que pueden acceder al Assistant y no necesariamente usuarios activos. En el caso de Amazon, si bien tampoco sabemos cuántos de sus usuarios son activos, es concebible que sea una proporción mayor. Y hay algo en lo que Google no le gana: su compatibilidad con aparatos domésticos conectados. Mientras que Alexa puede controlar 28 mil modelos distintos de luces, termostatos y otros dispositivos, el Assistant por ahora solo puede hablarle a unos 10 mil.
Es cierto que sigue siendo algo engorroso lograr que nuestros robots nos entiendan. La mayoría de las personas en sus primeros intentos tiene que practicar el tono con el que le habla (es sorprendente la diversidad de formas en que es posible decir "okay Google" y que nuestra amable máquina no se inmute), así como la forma en que le da comandos y hace preguntas de la forma exacta en la que este requiere.
Tanto con Alexa como con Google, curiosamente, puede volverse entre cómico y trágico tener varios dispositivos en la misma casa. Alcanza con llamar al asistente de Google en una casa con varios asistentes y teléfonos para que se disputen entre ellos la respuesta. Es cierto que se está buscando lograr mayor armonía, pero por ahora el coro de respuestas y malentendidos de estas bienintencionadas voces incorpóreas supone más bien caos.
Digo todo esto para justificar, y renovar, mi escepticismo sobre los asistentes digitales. Son engorrosos de usar, requieren de mucha paciencia y no hacen de nuestras casas la mansión de Tony Stark sin bastante esfuerzo de nuestra parte, pero casi no cabe duda de que van a conquistar cada pulgada del planeta, aunque no lo hayan logrado todavía.
Eso sí, cuando llegué de las vacaciones saludé a la gata y le pedí a Google que pusiera algo de música. No hay nada como estar en casa.