Oírla, verla, sentirla... así cambia la música gracias a la tecnología
Los compositores siguen creando, los artistas siguen grabando discos y actuando, las discográficas siguen distribuyéndolos. Internet y el P2P provocaron un primer gran terremoto y la llegada de las plataformas en streaming sacudió a toda la industria, que se vio obligada a repensar su forma de funcionar. Pero, teniendo en cuenta todo lo que se avecina, parece que esas sacudidas solo eran un primer aviso. Los algoritmos ya componen, el big data elige por uno lo que quiere escuchar, la realidad virtual cambia la forma de vivir los conciertos y los festivales y blockchain podría hacer desaparecer a intermediarios como las discográficas. Analizamos en tres piezas cómo la tecnología está cambiando los distintos aspectos de la industria.
Componer sin saber tocar ningún instrumento
Con la ayuda de la inteligencia artificial se pueden componer canciones sin saber tocar ningún instrumento. Y, tirando de ingenio, incluso se pueden fabricar instrumentos nuevos uniendo basura y tecnología. Esta mezcla de innovación y cultura maker parece tener la clave de cómo está cambiando el proceso de imaginar y convertir una canción en realidad. Se vio claro en la última edición de Sónar +D, que muestra cada año las propuestas más innovadoras que unen tecnología y música.
En ese espacio se encontraba Magenta, un sistema de inteligencia artificial diseñado por Google que ayuda al usuario a componer. El objetivo de este proyecto es lograr que la inteligencia artificial escuche al artista y luego le sugiera cambios, variantes y mejoras. Que sea de ayuda en el proceso creativo y se convierta en una herramienta de valor para los creadores. Su director, Douglas Eck, contó a EL PAÍS Retina que está convencido de que los algoritmos tienen mucho que aportar a los artistas."Un pianista juega con la intensidad de cada tecla que pulsa, con los silencios, con la velocidad, con la forma de hilar las notas", ilustra Eck. La aplicación del deep learning en este terreno está posibilitando que la máquina aprenda a captar estos matices a base de escuchar y procesar cientos de interpretaciones. Y así, puede concebir sus propias piezas.
Además de comenzar el proceso creativo, ya es fácil demostrar cómo la tecnología cobra cada vez más relevancia en la producción musical. El software destinado a hacer modificaciones a las voces, a autocorregirlas, no deja de crecer. "Resulta más económico afinar la voz de un cantante con un programa de computadora que pedir al artista que repita la toma una y otra vez", explica Jaime Altozano, compositor y productor musical. En uno de sus vídeos de YouTube demuestra cómo se puede grabar y afinar una canción pop o crear un punteo magistral sin saber tocar la guitarra. "Esto sucede hasta en la música clásica. Glenn Gould, uno de los intérpretes de Bach más famosos, reconoció abiertamente que sus grabaciones son recortes de diferentes tomas", explica Altozano. Y la introducción de la inteligencia artificial resulta muy prometedora. "No me extrañaría que, a medio plazo, el hilo musical del ascensor o la canción de acción genérica de una serie se generen con un programa de inteligencia artificial".
Toda esta tecnología puntera contrasta con propuestas como las de Playtronica, también presente en Sónar +D, cuyo stand mostraba cómo la cultura maker y la unión de objetos de andar por casa con tecnología también ayudan a crear sonidos nuevos. Entre sus propuestas había una noria construida con piezas de Lego unida a un sintetizador que permite escuchar los colores. Se trata de un proyecto que une entretenimiento, educación y arte a través de experiencias musicales. "Con nuestro proyecto queremos demostrar cómo la conductividad humana también puede usarse para crear música", explica uno de los responsables de Playtronica. Esta cultura maker se extiende sin límites: los makers tiran de imaginación y crean aparatos inteligentes que facilitan el proceso creativo. Ya no hace falta una compañía de por medio para fabricar instrumentos, utilizarlos para componer y grabar un disco.
Consumir: de ser espectadores a interactuar y cambiar las canciones en directo
El auge de las plataformas en streaming es uno de los grandes avisos que la tecnología dio a la industria de la música. Poder escuchar música a través de internet sin necesidad de descargar ni comprar un disco amenazaba con cambiarlo todo. Estas plataformas se han ido asentando y tienden a la personalización para no perder adeptos: saber lo que quiere el cliente y cuándo lo quiere. El big data ayuda a compañías como Pandora, servicio de streaming basado en la recomendación muy popular en EE.UU. (75 millones de usuarios a finales de 2017), a recopilar información sobre cómo y qué escuchan los usuarios y a hacer sugerencias inteligentes. El nuevo sistema ideado por Pandora usa 70 algoritmos y una estrategia basada en el uso de la nube. "Es un desafío desde el punto de vista de la ingeniería. Queremos que, cuando escuches una canción, la recomendación para la próxima esté en menos de 100 milisegundos", explica Oscar Celma, director de investigación de Pandora.
Además de elegir la música que escuchas, las nuevas tecnologías cambian la forma en que la consumimos en directo: la realidad virtual influye en el diseño de los conciertos ofreciendo experiencias más inmersivas, además de un contenido hasta ahora inaccesible. Paul Raphaël, uno de los cofundadores del estudio de realidad virtual Felix and Paul, es uno de los pioneros en la creación de experiencias en otras realidades. Su currículum es impresionante: empezó hace solo cinco años pero ya le ha dado tiempo a crear para la Casa Blanca, la saga de Parque Jurásico y la NASA. Ahí es nada. Aunque se muestra cauteloso, cree firmemente en el desarrollo y las expectativas de futuro de esta tecnología aplicada al consumo de música.
De hecho, su primer proyecto estuvo ligado directamente a esta industria. Recrearon el estudio del cantautor canadiense Patrick Watson en una experiencia de realidad virtual en la que el espectador presenciaba el proceso creativo del artista. Podía ver cómo componía, cantaba y se corregía a sí mismo mientras paseaba por la habitación fumando cigarrillos y acariciaba a su perro, dormido en una esquina. Desde su punto de vista, la realidad virtual sirve para ir varios pasos (o kilómetros) más allá a la hora de consumir música. "Ahora tenemos el álbum, los conciertos y las grabaciones en directo, pero la realidad virtual posibilita saber mucho más, vivir el proceso creativo desde dentro, hacer partícipes a los espectadores y llevarlos a otros lugares", explica Raphaël.
Tanto la realidad virtual como la aumentada tienen la capacidad de capturar algo que es real y modificarlo o crear escenarios completamente nuevos, pero de una manera muy realista. "Poder explicar la música desde esta tecnología es fascinante: las canciones evocan emociones muy poderosas que merecen ser exploradas". Sin duda, uno de los puntos clave a los que se puede aplicar esta tecnología es a la música en directo. Raphaël pone como ejemplo lo que está pasando en ese momento en Sónar: en los conciertos, los smartphones coronan a la muchedumbre cuando suenan las canciones favoritas, hacen fotos y graban vídeos. El teléfono se instala entre el público y el espectáculo, interfiere y, en muchas ocasiones, molesta. "Imagina cuando tengamos unas gafas tan ligeras como las de sol pero con las que podamos consumir realidad virtual y grabar. Mientras vemos la actuación, podríamos ser parte de algunas cosas bastante locas como proyecciones volumétricas e incluso, tal vez, jugar con el sonido mismo", predice Raphaël. "Creo que es inevitable que en pocos años esto se convierta en la corriente principal. ¿En cuánto tiempo? Es difícil de decir", se ríe.
La experimentación con estas otras realidades (virtual y aumentada) tiene pocos años de recorrido: esta tecnología sigue buscando hacerse un hueco y por eso no son muchos quienes se atreven a experimentar con ella. "No creo que los músicos necesiten crear contenido en otras realidades ahora mismo, pero diría que algunos se divertirían mucho trabajando en realidad virtual y sentarían un precedente claro", confiesa Raphaël. Los problemas, por ahora, son las expectativas del público y los retos creativos.
El público espera que los contenidos sean ya tan buenos como el cine. "Porque se supone que esta tecnología debe ser mejor que el cine", apostilla Raphaël. "Pero todo lo que sabemos de esa industria tiene que adaptarse a la interactividad". Esto es problemático porque aún no hay un mercado para apoyar la creación de contenidos en realidad virtual. "Pero cualquiera que esté trabajando en este congreso [en Sónar +D] está preparando el escenario para todos los demás".
Distribuir: la tecnología ‘blockchain’ podría cambiarlo todo
En las transacciones de dinero, la tecnología blockchain se usa como sistema de confianza. Una de sus claves es que no se rige por los intereses de una sola persona. Si aplicamos esto a la música, las cosas se vuelven bastante interesantes. Este protocolo, mediante el uso de contratos inteligentes, promete una retribución más justa para los artistas y solucionar problemas como la atribución de derechos. Mat Dryhurst, investigador, artista y profesor, estudia las infraestructuras de la música en Internet y el futuro de blockchain aplicado a esta industria.
¿Cómo está cambiando blockchain la industria de la música?
Podría usarse para mantener las cosas igual que están ahora, aunque no es lo aconsejable. Esta tecnología nos permite establecer un nuevo protocolo para definir cómo intercambiamos música o cómo quieren los artistas que les paguen por su trabajo. Hace posible que tomemos esta decisión entre todos y que no dependa solo de las partes que establecen el precio. Con blockchain probablemente dejaremos de necesitar a las discográficas tradicionales y a plataformas como Spotify. Es una oportunidad para repensar todo.
¿Qué problemas soluciona?
Podría, por ejemplo, ayudar a resolver problemas de atribución de derechos. Facilita que puedas rastrear la autoría de una canción y saber si es compartida o no. Si gastas un euro en una canción, puedes saber exactamente a dónde va cada céntimo.
¿Ambos, músicos y seguidores, ganarían con su uso?
Creo que sí, pero depende de cómo definas ganar. A corto plazo, los usuarios creen que ganan escuchando música gratis a cambio de anuncios. Pero si se mantienen estructuras que no tienen un reparto justo y que juegan con los datos de los consumidores, se acaba dañando la cultura. Si estos nuevos contratos inteligentes son adoptados pronto, con visión de futuro, ambas partes podrían ganar. Aunque eso no significa que cada artista será más rico, sino que la música de calidad será más sostenible.
Entiendo que blockchain hace posible la distribución de música sin intermediarios.
Sin duda. En el ámbito económico, hace posible que no necesites un banco para realizar transacciones de dinero. De la misma forma, no necesitarías a una discográfica para distribuir tu música y obtener tu dinero, porque en una red descentralizada los distintos puntos que la componen pueden negociar entre ellos con un alto nivel de confianza. Esto también hace que no se pierda dinero por el camino: ni en comisiones ni en terceros. Pero además de la transacción, es interesante a nivel cultural: significa plantar la semilla en la cabeza de que construimos algo juntos, lo cual es muy poderoso.