Oceanix Busan, el sueño de construir una ciudad flotante para afrontar el cambio climático
Corea planea monitorizar la energía que consumen y los residuos que generan 300 habitantes en una urbe que se adapta al nivel del mar
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Una granja lechera, un parque formado por islas y un hotel de lujo que gira en el agua para generar electricidad. Son algunos de los proyectos de arquitectura flotante que han copado titulares en los últimos años. Ahora gran parte de las miradas están puestas en Oceanix Busan, un prototipo de ciudad flotante que se adapta al nivel del mar para albergar refugiados climáticos. El objetivo es que esta urbe esté lista antes de 2030, año en el que Busán aspira a celebrar la Expo Mundial 2030.
Busán es la mayor ciudad portuaria de Corea del Sur. Hwang Hyun-ki, portavoz de la división encargada de la divulgación de exposiciones en el extranjero de la ciudad metropolitana, recibe a un grupo de periodistas españoles en un edificio en el Puerto Norte. “Allí se construirá la ciudad flotante”, cuenta orgulloso desde una terraza mientras señala con un puntero al agua.
El objetivo es que Oceanix Busan se adapte al nivel del mar, que ha aumentado más de 20 centímetros desde 1880, según la Oficina Nacional de Estados Unidos de Administración Oceánica y Atmosférica. Dos de cada cinco personas en el mundo viven a menos de 100 kilómetros de la costa y el 90% de las megaciudades son vulnerables al aumento del nivel del mar, según el Programa de Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos (ONU-Habitat). Un estudio publicado en la revista científica Nature Communications indica que entre 1993 y 2015 el riesgo de inundaciones costeras aumentó casi un 50% a escala mundial. El futuro no parece optimista: a partir de 2050 podrían inundarse cada año zonas costeras en las que ahora viven 300 millones de personas.
En Oceanix Busan se estudiará qué tecnologías podrían extrapolarse a otras ciudades costeras con escasez de suelo. En teoría, este laboratorio flotante ocupará una superficie de 60.000 metros cuadrados y tendrá tres módulos hexagonales. De las 900 personas que podrán vivir en ellos, 300 formarán parte de un proyecto piloto en el que se recopilarán datos para comprobar si la ciudad es habitable y sostenible. Por ejemplo, se medirá cuánta energía consumen, cuántos residuos generan y si estos son reciclables al 100%, cuenta Hyun-ki: “Se probará si el lugar es autosuficiente”. Sus creadores aseguran que, en ese caso, esta ciudad podría transformarse para albergar a 10.000 personas.
El sitio escogido para construir esta ciudad es perfecto, según Daniel Sundlin, socio de Bjarke Ingels Group (BIG): “Está cerca de la ciudad, pero tiene aguas relativamente profundas”. Este estudio de arquitectura es el encargado de diseñar el prototipo junto con Samoo —del grupo Samsung— y Oceanix, una empresa especializada en estructuras flotantes con sede en Nueva York. El proyecto se llevará a cabo con ONU-Habitat.
Muchas promesas por cumplir
Las tres plataformas flotantes estarían conectadas a la tierra con puentes. Para construir su parte inferior, se utilizaría biorock, un material que puede ser beneficioso para la restauración de arrecifes de coral y ecosistemas marinos. “Las plataformas proporcionan superficies de vida regenerativas que crean hábitats que filtran y limpian el agua contaminada del puerto”, señala Oceanix en su web.
Sobre el papel todo suena prometedor: energía que proviene de fuentes renovables, vehículos eléctricos, agricultura urbana a base de plantas y sistemas de filtrado y recolección del agua. Además de viviendas, supuestamente habrá zonas dedicadas a la investigación, supermercados y “callejones íntimos llenos de vendedores locales de alimentos, artesanías y librerías”. La compañía imagina un lugar de ensueño: “Un hogar para los residentes y un destino increíble para los visitantes que adoptan un estilo de vida sostenible”.
EL PAÍS ha contactado con Oceanix para solicitar más detalles sobre el proyecto, pero por el momento no ha obtenido ninguna respuesta al respecto. Aún se desconocen muchos datos sobre esta ciudad flotante, como los detalles técnicos del proyecto, el coste real o si hay algún plan para evitar dañar el ecosistema marino. Hyun-Ki explica que el proyecto se encuentra en una etapa de planificación que durará hasta finales de año. Se está valorando cómo construir las estructuras, cuál será la hoja de ruta para obtener los permisos necesarios de las autoridades y la viabilidad económica. El presupuesto estimado, según cuenta, es de 600 millones de dólares —unos 557 millones de euros—.
La construcción de Oceanix Busan está prevista entre 2025 y 2028. Busán es una de las ciudades candidatas para acoger la Expo 2030, motivo por el que EL PAÍS ha sido invitado a visitar esta ciudad por Samsung. La compañía surcoreana representa un 20% del PIB del país y tiene previsto aprovechar esta cita para presentar algunas de sus tecnologías. Busán compite con Roma (Italia), Riyadh (Arabia Saudí) y Odesa (Ucrania). Si resulta elegida, Corea del Sur prevé invertir 5730 millones de dólares —unos 5.320 millones de euros— para construir Oceanix Busan, remodelar el Puerto Norte y acometer otras obras.
Islas artificiales en Nueva York y ciudades futuristas
Ciudades flotantes como Oceanix Busan llevan décadas en el imaginario colectivo. Varias iniciativas aspiran a ampliar Nueva York en el mar con islas flotantes artificiales y autosuficientes. Los más críticos con estos proyectos cuestionan precisamente la falta de detalles para que salgan adelante. Hyun-ki compara el proyecto de Busán con el de NEOM City, en Arabia Saudí, que supuestamente albergará una ciudad futurista sobre el agua llamada Oxagon. “La única diferencia es que Oceanix Busan se realiza a través de un convenio con la ONU para las personas que vivían en zonas costeras y han sido desalojadas”, explica.
Pero ¿hasta qué punto es factible construir ciudades flotantes? Brydon T. Wang, abogado con formación en arquitectura e investigador de derecho de la construcción en la Universidad Tecnológica de Queensland, explica que depende de cómo se defina el término ciudad flotante y de dónde se coloque. “Si solo se trata de estructuras que flotan de forma semipermanente o permanente en el agua, ya tenemos la tecnología, las habilidades de ingeniería y las capacidades de fabricación para construir estructuras que durarán más de 50 años”, señala Wang, que es coeditor del libro Grandes estructuras flotantes.
El lugar donde se asienten estas ciudades es importante. Algunas como Oceanix Busan “deben estar en aguas tranquilas y protegidas cerca de la tierra, en el espacio acuático adyacente a un país”. “Si colocas esta ciudad flotante en medio de aguas internacionales, no se verá como Oceanix Busan, sentada sobre pontones”, destaca el experto. En ese caso, “se parecerá más a una ciudad asentada sobre estructuras semisumergibles, como las plataformas petrolíferas que se asientan sobre el agua”.
Por ahora, Wang no considera factible construir una ciudad flotante en aguas internacionales. “Cuando creas tierra artificial en medio del océano, tienes interacciones complejas entre los marcos legales terrestres y el derecho marítimo internacional”, afirma. A ello se suma que hay que lidiar con el desarrollo social de las urbes: “Las ciudades que se construyen desde cero no tienden a ser ciudades vibrantes, social y culturalmente exitosas”. A Wang le encantaría visitar Oceanix Busan, que en principio no tendría que lidiar con este problema. Pero aún es pronto para eso. Habrá que esperar unos años para ver si todas estas promesas se acaban por cumplir.