Nvidia compra Arm por US$ 40.000 millones para definir el futuro de la computación
Nvidia anunció ayer la compra de Arm por 40.000 millones de dólares. Le pagará ese monto al gigante japonés Softbank, que había adquirido Arm en 2016 por US$ 32.000 millones de dólares (Softbank la vende y se queda con el 10% de la firma). Pero, ¿por qué pagan tanto dinero por una empresa que en el primer trimestre de 2020 facturó 418 millones de dólares, y pudo celebrar que es casi un diez por ciento más que hace un año?
Porque en ese mismo período se vendieron 4800 millones de chips que usan un diseño creado por Arm, una firma que nació en 1990 de la unión del fabricante de chips inglés Acorn, VLSI y Apple. Desde entonces diseña procesadores, es decir, el cerebro electrónico que hace que la computadora donde leés esto pueda cargar un sistema operativo y un navegador, por ejemplo. Le fue muy bien: los 1400 millones de smartphones que se venden cada año llevan un chip de arquitectura Arm; la actual supercomputadora más poderosa del mundo usa chips Arm; casi cualquier dispositivo electrónico que tengas cerca, que no sea una PC o un servidor, lleva, muy probablemente, un chip Arm en su interior: el televisor, el parlante inteligente, la Nintendo Switch, los sensores que hacen a una casa o una ciudad inteligentes, los vehículos autónomos y mucho más.
Históricamente, los chips de arquitectura Arm eran muy frugales en consumo de energía -ideales para un celular- pero poco poderosos, algo que fue cambiando con el tiempo; hoy compiten en capacidad con los procesadores de Intel o AMD (de arquitectura x86). Lo de "arquitectura" refiere a una manera en que el procesador ejecuta el código, y tiene sus virtudes y desventajas. Es como un motor naftero o diésel; en lo fundamental son parecidos, pero cada uno hace las cosas a su modo.
Apple usa chips de arquitectura Arm en su iPhone y los usará en sus próximas MacBook en reemplazo de los chips de Intel; además de los que fabrica para smartphones, Qualcomm ya vende chips Arm para notebooks. Mediatek, Samsung, Huawei, NXP, Texas Instruments: la lista de compañías que fabrican chips Arm es inmensa.
Es que Arm no fabrica los chips: los diseña, y luego los licencia. Dependiendo del pago solo se tendrá permiso para fabricarlo tal cual, o -como hacen Apple, Qualcomm y otros- se podrá tomar ese diseño y modificarlo a su antojo (en ese caso se dice que son chips compatibles con las instrucciones de Arm). Esta libertad para avanzar sobre el diseño base aseguró al ecosistema Arm poder ofrecer, para cualquier necesidad, un chip Arm optimizado para la tarea que se necesite, a diferencia de Intel o AMD, que están focalizadas en cierto tipo de procesadores para cierto uso y nada más.
Nvidia no es ajena a esto; hace años que tomó la decisión de ser más que una empresa que hace chips para videojuegos. Hizo procesadores Arm con sus gráficos para la Nintendo Switch y varios smartphones; tiene presencia en el mundo de las supercomputadoras (sus procesadores gráficos son muy eficientes para los cálculos en paralelo que suelen aprovechar las supercomputadoras) y de los vehículos autónomos, donde la capacidad de procesamiento es clave.
Con la compra, Nvidia apuesta a ser quien defina cómo son los chips que dan vida a un mercado que en 2023 valdrá 250 mil millones de dólares, sea en dispositivos (smartphones, tabletas, laptops, workstations, consolas de videojuegos), sea en centros de cómputo, antenas 5G, sea en autos autónomos, relojes inteligentes, robótica, todo lo que tenga que ver con inteligencia artificial y mucho más. De ahora en más, y si se aprueba la venta, en casi cualquier dispositivo electrónico medianamente sofisticado Nvidia tendrá algo para decir. Es una manera indirecta de ser protagonista en el desarrollo del futuro.
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