No todos los USB-C son iguales: diferencias, colores, ventajas y cómo reconocerlos
Con la llegada del USB-C a los iPhone 15, varias dudas nacen sobre los diferentes tipos de cables y cuál es necesario para cada tipo de función. Dudas, respuestas y el quién es quién de los USB
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La llegada del nuevo iPhone 15 trajo bajo la manga pocos cambios en general, salvo por el detalle más importante: ahora no tendrá más conector Lightning, el que usaba desde 2012, y pasará a tener el mismo USB-C que los Android, laptops y gadgets de todo el mundo (cortesía de los reguladores de la Unión Europea). ¿Pero todos los cables son lo mismo?, la respuesta es no, inclusive ni siquiera la mismísima familia de los iPhone usa el mismo cable ni las mismas características para usarlo. Por eso es que vamos a detallar cada uno de los puertos y cables, sus usos y cómo diferenciarlos.
El USB (Universal Serie Bus) nació en 1996 como un nuevo método de conexión para transferir datos y energía que revolucionó la informática. El diskette y los discos pasaron a estar obsoletos y lentamente se volvió una tendencia que los equipos se carguen por este tipo de puertos. Microsoft, Intel, IBM y en ese momento Compaq, entre otras, se pusieron de acuerdo en buscar una solución en común, en ese momento como un estándar para conectar periféricos con las PC. En 1998 el USB 1.1 se hizo masivo y así nació la era de este tipo de puertos, aunque no todos son los mismos.
Para pasar en limpio, los USB tradicionales tienen sus evoluciones, y con ello, cambios en su uso y su potencia.
El primer USB 1.0 lograba una transferencia aproximada de hasta 12 Mbit/s, unos pocos kbits por segundo. Si bien el 1.1 fue el más conocido, Ambos se pueden reconocer porque son puertos con detalle en blanco.
Luego en 2000 se presentó el USB 2.0, que mejoró la transferencia a 480 Mbit/s (1,5 megas por segundo) Reconocible por su color negro, muy común en las PC y los equipos tradicionales. Este sistema se viene usando para cargar dispositivos también, ya que de sus cuatro líneas (esas chapitas que pueden verse en el conector rectangular) 3 son para datos y una para energía, y permite la carga tradicional de potencia de 5V a 1A de celulares, parlantes y una multiplicidad de dispositivos.
En 2008 llegó la nueva generación del más reciente USB 3.0 (reconocible por el color azul de la pestaña en el enchufe rectangular al que se conecta el cable), que permite velocidades de hasta 4,8Gbits/s (600 megas por segundo) y cargas más rápidas. Están los puertos 3.0 (azules) o los renovados 3.1 a 10 Gbit/s (1.25 GB/s) y 3.2 a 20 Gbit/s (2.5 GB/s) que son amarillos, o ya con el formato USB-C, del que te vamos a contar a continuación.
En 2022 se publicó la especificación para USB4, capaz de alcanzar los 80 Gbps. Esta versión es compatible con Thunderbolt 3, una tecnología desarrollada por Intel para transferencia de datos y periféricos que hace poco se actualizó a Thunderbolt 5, y que usa el mismo conector USB-C, y también permite la entrega de energía para cargar dispositivos.
Del USB-A al USB-C
Pero estos son los puertos tradicionales, y la cosa cambia cuando vamos a hablar de otro tipo de puertos USB reducidos. Primero llegó el puerto USB-B, más cuadrado y usado, por ejemplo, por impresoras. Luego llegó el mini USB, de boca un poco ancha y de una sola manera de encastre, esto permitía usar cables con cabezal más pequeño, ideal para gadgets de menor tamaño. Luego llegó el micro USB, adoptado por muchísimas cámaras y smartphones, que mejoraba el conector en tamaño, pero seguía con el problema de que podía romperse fácilmente y que entraba de una sola manera.
Esto cambió con el USB-C que llegó para solucionar todo en 2014. Es reversible, como el Lightning de 2012 (aunque el diseño es diferente) y además permite altas velocidades tanto de carga como de transferencia de datos cuando son 3.0, 3.1 y 3.2 como mencionamos más arriba. Estos de alta velocidad solo son USB-C a USB-C; los que tienen una punta USB-A son por lo general más lentos.
Pero no todos los USB-C son iguales, como pasa con los puertos USB tradicionales, pero que en este caso no se diferencian por el color.
Los USB-C no son todos iguales
Por ejemplo, el iPhone 15 y 15 Plus usan USB-C 2.0, esto hace que la velocidad de carga sea de entre 20 y 27W y que la transferencia de datos no pueda superar los 480 Mbit/s (1.5 megas por segundo).
En cambio, los iPhone 15 Pro y Max, como los Samsung Galaxy S de los últimos años y los Motorola Edge, para citar algunos, tienen puertos USB-C 3.1 y 3.2, que permiten cargas teóricas de más de 100 watts y velocidades de transferencia de datos de hasta 10 gigabits por segundo. Pero en el caso de los iPhone esta velocidad no puede alcanzarse, ya que el equipo tiene un límite de 27 watts como máximo; lo mismo sucede con los teléfonos de Samsung, que llegan a los 45 watts. Motorola y otros fabricantes chinos han preferido ir por cargas más rápidas (por encima de los 100 watts, y llegando incluso a los 300 watts).
No está muy claro el porqué de la carencia de potencia y de transferencia de los iPhone, que se ubican entre los smartphones de carga y transferencia más lenta del mercado. Lo mismo pasa con su velocidad de transferencia para el iPhone 15 y 15 Plus. Una posibilidad puede ser ofrecer una excusa más para obligar a sus usuarios a saltar a la línea Pro, otra, aunque menos probable, abaratar costos.
Además del cargador, está el cable
Apple va a incluir en todas las cajas (iPhone 15, 15 Plus, Pro y Pro Max) un cable USB-C 2.0 de 1 metro para carga de hasta 30 watts y venderá aparte, por 69 dólares, el cable USB-C 3.0. Lo cierto es que no es necesario comprar los de marca Apple, ya que cualquier cable USB-C a USB-C va a servir para cargar tu iPhone y transferir datos.
Esa es la buena noticia. La mala, es que no todos los cables USB-C son iguales; algunos admiten carga rápida y otros no, independientemente del cargador. Es decir, podemos tener el cargador de 125 watts del Motorola Edge 30 Ultra, pero si enchufamos un cable de mala calidad (aunque sea USB-C en las dos puntas) no llegará a transportar toda la carga posible.
No hay una forma sencilla de evitar ese cuello de botella, ni marca o color en el cable que los identifique: en general, lo ideal es usar los cables provistos por el fabricante del dispositivo al que queremos darle energía, o alguno de marca reconocida que especifique en el estuche (si estamos buscando eso) que admite mayores velocidades que los 15 o 20 watts de potencia general. Los cables más gruesos tienden a ofrecer una mayor velocidad de carga (si el cargador la permite también), pero no es una garantía.
Todos los cables USB-C cargarán al dispositivo de destino, pero si creemos que el proceso podría ser más rápido, tenemos que chequear que la combinación de los tres elementos involucrados sea adecuado: ver primero cuánta energía puede entregar el cargador, cuánta puede recibir el equipo (celular, parlante, auricular, etcétera) y si cuando enchufamos el cable que los une el equipo dice que está usando la carga rápida o, por el contrario, avisa que el proceso será lento. De hecho, en el mercado se venden unos pequeños dispositivos (conocidos genéricamente como USB-C Testers que permiten medir cuánta energía realmente está entregando un cargador o un cable.
Obviamente, se puede usar un cargador más potente con un equipo más lento si problemas; los cargadores pueden reducir su potencia para no sobrecargar al teléfono.
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