NASA y SpaceX: si otras 98 misiones ya fueron a la Estación Espacial Internacional: ¿por qué esta es diferente?
Hoy a las 11.16 la nave Endeavour se acopló con éxito a la Estación Espacial Internacional. Es la 99ma vez que una nave lo hace en 21 años (aquí se puede ver una lista de todas las misiones). Se podría considerar un proceso casi rutinario: los dos astronautas que llegan, Bob Behnken y Dough Hurley, ya la visitaron en otras ocasiones. Sus esposas, Karen Nyberg y Katherine Megan McArthur, también lo hicieron, lo mismo que una gran cantidad de hombres y mujeres de varias nacionalidades desde la primera misión, en diciembre de 1998. De hecho, en abril, hace apenas dos meses, llegaron tres tripulantes a la Estación, que fueron quienes les dieron la bienvenida a Hurley y Behnken: los rusos Anatoly Ivanishin e Ivan Vagner, y el estadounidense Chris Cassidy.
Y sin embargo, este vuelo llamó la atención como pocos antes lo hicieron: las transmisiones por YouTube sumaron millones de vistas, en Twitter muchísima gente hablaba del vuelo, de una forma que no sucedió en los despegues anteriores. Hay, al menos, dos motivos.
Primer vuelo con una nave construida por una empresa
El primero tiene que ver con lo simbólico: fue la primera vez que una nave diseñada y fabricada por una empresa privada estadounidense (SpaceX) llevó a una tripulación de la NASA al espacio con éxito. Y además fue el primer vuelo en despegar de tierra estadounidense en 9 años: el último vuelo fue el 8 de julio de 2011, cuando el transbordador espacial Atlantis hizo su último vuelo a la Estación Espacial Internacional, con el mismo Douglas Hurley como piloto.
Esa misión de 2011 terminó con la era del transbordador espacial, que hizo su primer viaje en 1981, acumuló 135 misiones y dos grandes accidentes: el Challenger, en 1986 (que explotó en el despegue) y el Columbia, en 2003 (a 15 minutos de su aterrizaje).
Desde 2011 hasta ahora, la NASA le alquiló a la Agencia Espacial Federal Rusa viajes a bordo de sus cohetes Soyuz para poder llevar astronautas al espacio. No era la idea original: en 2014, cuando la NASA contrató a SpaceX y a Boeing (que llevará su Starliner a la EEI en noviembre próximo, sin tripulación), la expectativa original era que estas naves de construcción privada y gestión estatal estuvieran listas en 2017, pero ambos proyectos (Crew Dragon y Starliner) sufrieron varias demoras.
Entre medio los rusos siguiendo con sus viajes a la Estación, China envió sondas a la Luna, lo mismo que, a menor escala, Israel e India. Todos en 2019. Así que con esta misión, en la que vuelven a tomar la delantera, la NASA, SpaceX y el gobierno de Estados Unidos tienen mucho para festejar, en lo que además son unos días extremadamente conflictivos en ese país: el éxito de la misión, para Donald Trump, es mucho más importante de lo que parece.
SpaceX, además, hace tiempo que trabaja con mucha eficacia en la difusión de sus proyectos y su tecnología: busca toda la publicidad posible. Acompaña la figura carismática de su fundador, Elon Musk, y todas las pruebas anteriores, con las que fue construyendo una identidad y un flujo de seguidores.
Primer vuelo del siglo XXI
El otro motivo es que para el gran público este es el primer vuelo que se siente como que pertenece al siglo XXI, aunque el tránsito entre la superficie terrestre y el espacio exterior haya sido incesante en las primeras dos décadas del siglo. Pero los anteriores se hicieron con la mentalidad del siglo XX; esto es otra cosa.
Para muestra, un tuit:
1. Apollo 11 command module (1969)2. Space Shuttle Atlantis (1985-2011)3. SpaceX Dragon (2020-...) pic.twitter.com/8LqCTWVw6f&— F. Todd Davidson (@FToddDavidson) May 28, 2020
La cápsula Crew Dragon se maneja con pantallas táctiles, y todo el ambiente donde viajan los astronautas está carente de perillas, botones o diales analógicos. Está bien iluminado, los trajes que usan los tripulantes son modernos (¡diseñados por gente de Hollywood!), hay mil cámaras en cada rincón, todas transmitiendo en directo y en todo momento.
A propósito, hace dos meses los rusos estrenaron un nuevo cohete, el Soyuz-2, que es el que llevó a la Estación Internacional a los astronautas que recibieron a la cápsula Crew Dragon hoy. También moderniza al transporte clásico que todos vienen usando para alcanzar la órbita terreste, y que sigue la línea de los muy confiables cohetes rusos que han llevado astronautas al espacio durante medio siglo. Pero lo hace con una barrera idiomática importante en el medio, y sin el sentido del show que ofrecen los estadounidenses: en el tuit de abajo, a los 2.05, puede verse que el interior de la cabina del transporte más moderno que tienen los rusos sigue siendo de viejo estilo.
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No importa cuál nave es mejor; eso deben definirlo los expertos. Pero para el resto, para los miraron el despegue de ayer y se maravillaron (ignorando las decenas anteriores), este fue uno que estuvo a la altura de lo sus expectativas de lo que debería ser un vuelo espacial actual: ambientes claros, limpios de instrumental, con los astronautas transmitiendo por YouTube su camino por el cielo, con otros tuiteando mientras esperan que lleguen.
Tenemos un show de ciencia ficción en la pantalla del celular: vimos que la nave se acopla a la Estación en forma autónoma; que las etapas del cohete Falcon 9 vuelven a la tierra y aterrizan por sí solas; vemos en vivo cómo abren la escotilla y entran a la Estación.
19 horas en que al mismo tiempo vemos que es algo hace rutinario, mantenemos el morbo (todo el viaje no deja de ser una tarea peligrosísima) y logramos la suficiente cercanía mediática (videos, tuits, GIFs, animaciones, simuladores) como para transformar la ciencia en espectáculo y hacer que volvamos a maravillarnos con algo que, por usual (entre 3 y 4 despegues al año con destino a la Estación Espacial Internacional durante las últimas dos décadas), no deja de ser increíble: humanos saliendo al espacio exterior.
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