Nadie lo extraña, pero hoy cumple 30 años
El 6 de abril de 1992 salió Windows 3.1, el primer intento exitoso de Microsoft por subirse a la era visual de la computación. Cómo fue su accidentada y corta vida en medio de los tiempos más turbulentos de la historia de la informática personal
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Cuando configuro la pantalla para que se vea como hace 30 años, mis alumnos simplemente no me creen. Me miran como a alguien que ha tenido una mala noche. O que perdió la razón. Eso que están viendo no es una computadora. Es un monitor apagado. Ah, no, un minuto, ahí arriba se ve una letra con unos signos y algo que titila.
Eso que no se parece a una computadora eran las computadoras hasta 1984, cuando Apple lanzó la Mac. La Macintosh, para ser preciso. En enero de 1984, con un aviso de publicidad histórico dirigido por el gran Riddley Scott y exhibido en el Super Bowl.
Pero no fue el éxito que Steve Jobs anticipaba. A la Macintosh le costó arrancar, IBM ya había lanzado la PC en agosto de 1981 y se estaba quedando con todo, de la mano de su marca, que por entonces era mucho mejor conocida y respetada que la de la manzanita. Y de la mano de la incansable Microsoft. Entre tanto, la Apple II (un desarrollo enteramente salido de la mente del genial Steve Wozniak) seguía pagando las cuentas en Apple, donde ya empezaban las tensiones que llevarían a la expulsión de Jobs, en 1985, y la consiguiente declinación catastrófica que el mismo Jobs se encargaría de remontar, una década después (con el iPod, las iMac, el iPhone, la iPad, y así).
Pero esa es otra historia. Para la mayoría de las personas que, tímidamente, entrábamos en ese mundo extravagante de las computadoras personales, la imagen que nos aguardaba cada mañana era la de una pantalla negra con una letra y un cursor que titilaba. Nada más. Sin ventanas, sin íconos, sin menús, sin mouse. ¿Touch? Já. No. Ni cerca.
¿Cómo se la manejaba? Mediante comandos tipeados en esa pantalla negra, seguidos de Enter. Eso arrancaba una aplicación. Una por vez. Y solo una por vez. Todo se hacía con el teclado, y solo con el teclado. Por eso los veteranos tenemos esa tendencia irrefrenable a aprendernos todos los atajos habidos y por haber. Es algo formativo (y es también entre seis y diez veces más rápido que usar el mouse).
Pero las primeras PC eran terriblemente poco amigables, esa es la verdad. Y, para empeorar las cosas, no era que solamente la fachada era mala, hermética, abstrusa y piantavotos. Detrás, en la relojería del sistema propiamente dicho, el código iba envejeciendo. Y encima Apple ya tenía su Mac, una máquina que parecía del futuro, incluso cuando no fuera un éxito comercial inmediato.
Uno punto cero
Los primeros intentos de Microsoft por ponerse a la altura de la Mac empezaron casi inmediatamente después de aquél devastador aviso de Riddley Scott, en el que IBM (y Microsoft, que era su socio en la PC) aparecía retratada como el siniestro Gran Hermano de 1984. La respuesta fue Windows 1.0, en noviembre de 1985. No llegué a probarlo. Todavía no tenía una PC propia en ese momento, acababa de irme a vivir solo, trataba de recuperarme del golpe que había significado la Guerra de Malvinas y mi principal prioridad era llegar a fin de mes escribiendo notas como un poseído en una máquina de escribir electrónica. Digo esto para que tengan una idea del contexto, tan brutalmente diferente del de hoy.
Como Microsoft era proveedor de software de Apple estaba empapado de la lógica de la interfaz gráfica de la Mac (que era, en rigor, un desarrollo de Xerox, que Jobs había comprado a cambio de acciones). Sin embargo, su primer Windows fue un desastre. Fue un colosal malentendido entre lo más fuerte de la PC (los clones) y el código; esa diversidad de hardware (en términos de diseño y de calidad) confabularía contra Windows hasta al menos 1995. Hoy Windows 11 simplemente no se instala en máquinas que Microsoft no admite como aptas (aunque hay una forma de sortear esto); estas restricciones son una novedad, pero se originaron en aquellas tormentosas combinaciones de hardware y código que se colgaban a menudo.
A Windows 1.0 le siguió el 2.0, en 1987. Llegué a probarlo. Estaba más crudo que los primeros teléfonos con Android, y tampoco prosperó. Eso sí, por primera vez en una PC las ventanas podían solaparse. Ya sé, suena de locos. Pero al principio esto era una característica. Que las ventanas se solaparan. Lo digo porque hoy hacemos lo mismo, solo que con otras cosas. Nos alegramos cuando añaden un emoji, por ejemplo. ¿En serio?
La tercera es la vencida
Con Windows 3.0, que usé bastante, Microsoft finalmente la pegó. Eso fue en 1990. También hay una larga e intrincada historia detrás, en la que se cruzan el intento de IBM por sacar su propio sistema operativo de avanzada (llamado OS/2, que usé mucho) y los perpetuos proyectos independientes y paralelos dentro de Microsoft, una característica de su cultura corporativa. La cosa es que cuando arrancó la década, la compañía tuvo su primer Windows que más o menos andaba. Eso, más una base inmensa de usuarios. Empezaba un despegue que al finalizar el siglo la convertiría en la compañía con mayor valor de mercado del mundo, en el el orden de los 500.000 millones de dólares (un billón de dólares de hoy).
Era un tiempo en el que estábamos terminando de mudarnos de la computación de 8 bits a la de 16 (hoy estamos en los 64 bits) y en la que ejecutar dos programas simultáneamente era un lujo para pocos.
El 6 de abril de 1992, hace hoy 30 años, llegó Windows 3.1, que fue por lejos el más popular de esa familia que, como se verá enseguida, no sería ni muy longeva ni muy prolífica. Usé Windows 3.1 para trabajar en la Redacción durante mucho tiempo. Era un sistema de 16 bits, pero en esa época ya había una fuerte tendencia hacia la computación de 32 bits, así que en casa estaba usando OS/2, que salió el mismo mes del mismo año que Windows 3.1, pero era más caro y mucho más exigente en recursos de hardware, pero era más 32 bits que Windows 3.1. En casa empezaría pronto a experimentar también con un sistema puramente de 32 bits, el recién nacido Linux.
Pero, en los hechos, Windows 3.1 fue el primer Windows que, con todo y sus numerosos defectos y limitaciones, usamos masivamente para productividad. Era un sistema operativo de 16 bits, andaba más o menos bien con 2 MB de RAM y era más que viable con 4 MB (eso es mil veces menos que un smartphone actual. Nota: originalmente decía un millón de veces, pero mi amigo Héctor Ferazza me hizo notar el error; se me mezclaron los papelitos con la primera computadora que conocí, en 1967, que tenia 4K de RAM).
Windows 3.1 no tenía una metáfora de Escritorio, como la Mac, con tachito de basura y todo eso. Había ventanas, claro, había íconos, pero no mucho más. Lo que realmente ofrecía (estuve ahí, cada día, doy fe) era el ser mucho más visual que el DOS y que se colgaba mucho menos. Eso sí, tampoco alucinen nada raro: se colgaba muchísimo para los estándares de hoy, cuando nuestro smartphone pasa meses encendido sin problemas. Y sí, por supuesto, el sistema operativo de un smartphone es infinitamente más avanzado y complejo que aquél Windows 3.1 de 1992.
Como es normal (para eso tenemos WhatsApp y Twitter hoy), se dijeron en el momento toda clase de cosas falsas, no del todo ciertas, maliciosas, inexactas y técnicamente incorrectas. Por ejemplo, que Windows 3.1 era solo una fachada gráfica para el DOS, no un verdadero sistema operativo. Los que conocíamos Unix sabíamos que una terminal siempre está disponible y el hecho de que Windows 3.1 pudiera arrancarse desde la pantalla negra (con el comando win, vaya guiño) no significaba que fuera solo una fachada gráfica; X Window también podía arrancarse, en Unix y en Linux, desde una pantalla negra. Era más que una fachada, aunque todavía no terminara de divorciarse de la ingeniería detrás del DOS. Eso sí, empezaba a codearse con palabras que hoy damos por supuestas, como multitarea o memoria virtual.
La familia del 3.1 no duraría mucho. Un año después, le saldría un hermano mayor, Windows NT, cuya primera versión fue bautizada también 3.1. O sea, no hubo versión 1.0. No se entiende si para no confundir o para confundirnos a más no poder.
NT 3.1 era la primera versión corporativa de Windows, que solo podía correr en hardware certificado y era enteramente de 32 bits. Ahora, el remate de este culebrón geek: Windows NT daría origen a Windows 2000, que a su vez nos traería Windows XP, y así hasta hoy, con Windows 10 y 11. Toda esa larga progenie de sistemas operativos nació en 1993 con Windows NT 3.1, cuyo número de versión proviene del menos querido de todos los Windows, el 3.1. Lindísimo.
¿Y Windows 95? Windows 95 fue una forma de ganar tiempo. Mientras el hardware se ponía a la altura para ejecutar sistemas de 32 bits multitarea más o menos serios y robustos, Microsoft, con una campaña de marketing costosísima que eclipsaba toda el mar de fondo que había detrás, lanzó un sistema operativo con metáfora de Escritorio (o sea, como la primera Mac, pero 11 años después), multitarea prioritaria y todo los demás chiches. Pero era para el hogar y la pyme. Su código tenía que hacer ciertas concesiones para poder ejecutar todos los programas y controladores de 16 bits que todavía existían y, a la vez, subirse a la era de los 32 bits.
Pese a su fachada bonita, Windows 95 era una suerte de Frankenstein de código, caprichoso e inestable, que tuvo una versión 98 (un poco más sólida) y una Millennium (porque llegaba el año 2000), pero que en cuanto todo estuvo alineado, Microsoft dio de baja. Lo reemplazó por Windows XP (o sea, el heredero de Windows NT y 2000), el más duradero de todos los sistemas en la historia de Microsoft y uno de los más longevos de la informática personal. Tanto que, pese a haber sido retirado en 2014, todavía se lo ve en unos cuantos lugares (algo así como el 1,5% de los usuarios tienen todavía XP).
En todo caso, a Windows 95 le tocó bailar el vals más fácil. Con características que la mayoría solo había visto hasta entonces con la ñata contra el vidrio y con el costo de las memorias al alcance, el Windows de la colina pacífica y la música de Brian Eno desterró al feo y torpe Windows 3.1 sin mucho esfuerzo. Después de eso, nadie echó de menos al 3.1.
Lo recordamos hoy casi sin nostalgia. Al revés de lo que ocurre con varios productos de la época, como el Prince of Persia (1989), el Wolfenstein 3D (1992) e incluso el lacónico pero entrañable DOS, nadie recuerda con cariño a Windows 3.1. Y eso que hoy es su aniversario.