MWC 2019, un año bisagra para las pantallas: los diseños plegables parecen haber llegado para quedarse
Pudo haber sido el año en el que todos hablaban, en los pasillos de la feria de tecnología móvil más importante (el MWC 2019), del 5G, la tecnología de conectividad que debutará este año en algunos países. Y de hecho los principales fabricantes mostraron y prometieron múltiples modelos de teléfonos capaces de conectarse a esas redes cuando funcionen. Aunque fue, sobre todo, un ejercicio de marketing: falta bastante para que alguien pueda disfrutar de un servicio 5G, y no son las personas quienes más sacarán provecho de él.
Se dobla, pero no se rompe
Pero aunque el 5G tuvo mucha presencia, hubo otro tema que le robó protagonismo: las pantallas (y los celulares) plegables. No fue inesperado: en noviembre, Samsung mostró su tecnología de pantallas flexibles; a mediados de este mes, sorprendió al presentar el Galaxy Fold y ponerle una fecha cercana de venta (26 de abril) y un precio que provocó estupor: 1980 dólares. Apenas unos días después, Huawei le pinchó el globo con el Mate X (llega a mediados de año por un precio aún más alto: entre 2300 y 2600 dólares), que parece tener algunas ventajas de diseño.
¿Para qué sirve?
Ambas compañías prometen lo mismo: un dispositivo que es a la vez un smartphone de dimensiones más o menos normales cuando está cerrado, y una tableta (del tamaño aproximado de un iPad Mini) cuando está desplegado. ¿Para qué? Para lo que guste mandar, desde trabajar con más comodidad en un documento de texto, ver una película con mayor tamaño, un juego con más detalle… las opciones son infinitas, y también difusas: hay gente que piensa en esto como la solución mágica que evita tener que llevar un celular y una computadora con teclado físico (notebook o tableta) y concentra todo en un solo objeto, mucho más portátil; y otros que consideran que es, simplemente, un artilugio para ver un chiche nuevo. Y después vemos si alguien lo usa.
Que se agrande, o que se achique
Oppo tenía unos prototipos dando vueltas; Xiaomi ya había mostrado el suyo en un video (a falta de una, tiene dos bisagras para transformarlo entre un celular y una tableta). Pero también hay otras ideas. TCL (que vende teléfonos bajo las marcas Alcatel, BlackBerry y Palm) mostró algunos prototipos que, como el rumoreado nuevo RAZR de Lenovo, van en sentido contrario, es decir, un teléfono con una pantalla convencional cuando está abierto (6 pulgadas, aproximadamente) que se dobla a la mitad cuando está "cerrado", como los celulares con tapita de antaño, para entrar más cómodo en cualquier bolsillo. Motorola ya le confirmó a Engadget que lo tendrá listo "cuando los demás estén listos", aunque no dio más detalles.
¿Y Apple? La compañía también está analizando el tema, tal como atestiguan algunas patentes pedidas y otorgadas en los últimos años, pero fiel a su tradición no ha dicho nada sobre el tema (y no lo hará hasta que esté lista para presentar un producto).
Una idea vieja que llegó a su límite
Todos ellos son el último exponente de una obsesión que lleva ya mucho tiempo entre nosotros (basta recordar la Apple Newton de principios de los 90s), pero que se aceleró en la última década, gracias a los avances tecnológicos que permitió la masividad del smartphone. En 2010, varios se rieron de Dell, que vendía una tableta, la Streak 5, que permitía hacer llamadas… desde su pantalla descomunal de 5 pulgadas. En 2011, Samsung le mostró al mundo que sí, los teléfonos podían ser grandes y no ser un problema: había nacido el Galaxy Note, y con él las phablets, esa palabra que por suerte ha caído en desuso y que denominaba a esos equipos que estaban en un punto medio entre un celular y una tableta.
Hoy Samsung tiene el Galaxy S10 5G con una pantalla de 6,7 pulgadas; el Huawei Mate 20 X trae una pantalla de 7,2 pulgadas. Y nadie discute que son teléfonos y no tabletas. Claro, tienen una diferencia con los modelos de hace diez años: las pantallas casi no tienen marco, ocupan más del 90 por ciento del frente del equipo y permiten ampliar su superficie sin cambiar el volumen del equipo. Representan, junto con el iPhone X de 2017 y el Vivo Nex de 2018 (el primer teléfono verdaderamente todo-pantalla), el punto máximo de ese concepto.
Ya no hay margen para crecer
Sí, en uno o dos años las pantallas serán quizás, un poquito más grandes. Pero no mucho: una vez obtenida la tecnología para eliminar los marcos negros y hacer que la pantalla ocupe todo el frente del equipo, ya no queda nada por hacer. No se puede agrandar el teléfono en forma significativa. Es un recurso que sirvió durante toda la década, pero que enfrenta una barrera muy simple: el tamaño de nuestras manos. Literalmente ya no queda margen para agrandar las pantallas.
Agregar otra dimensión
Salvo, claro, que el dispositivo no cambie de tamaño… pero la pantalla sí. De nuevo, no es un concepto inédito: cuando aparecieron los primeros equipos con tinta electrónica se imaginaban diarios que se leerían como un papiro, en un papel electrónico que se enrollaba y se guardaba, tubular, en el bolsillo. Y no es una idea limitada a la computación de bolsillo: cualquiera que haya usado una computadora con dos monitores conoce las múltiples ventajas que ofrece (y también que, para muchísima gente, la mejora que habilita es marginal o nula).
Es como trabajar en un escritorio pequeño o uno gigantesco, si se me permite la imagen hoy anticuada: dependiendo de la tarea, poder desplegar papeles, libros y cosas para tenerlas todas disponibles de un vistazo es, para mucha gente, la panacea. Otros prefieren un uso como el que hoy impone el celular: de a una cosa por vez.
¿Un ejemplo simple? Todos los sistemas operativos de escritorio permiten, hace décadas, tener varias aplicaciones en pantalla al mismo tiempo, cada una con su tamaño, optimizando el uso de la pantalla, ajustando dimensiones de cada ventana y encajándolas como un Tetris. ¿Cuántos de nosotros aprovechamos esta función a diario?
Pantallas adicionales, la solución de corto plazo
En 2017 Razer mostró una notebook que tenía tres monitores integrados: los laterales se escondían detrás del principal al cerrar la notebook. Este año, en el MWC, Lenovo presentó el ThinkVision M14, un monitor secundario de 14 pulgadas para cualquier notebook. No es el primero en el mercado (los monitores secundarios portátiles están disponibles hace tiempo), pero sí llama la atención por lo delgado y liviano del panel.
En este MWC 2019, LG decidió que el mismo camino vale para los teléfonos: a falta de una pantalla plegable, en la feria de este año mostró una pantalla que se adosa a su LG V50 ThinQ, complementa la principal y habilita más información visible, permite usarlo como gamepad, y más. De lo presentado o prometido por los fabricantes es el menos ambicioso, pero también el más sencillo de ofrecer y fabricar.
Para celulares y para notebooks
Los diseños que conocemos hasta ahora permiten plegar una pantalla y transformar un teléfono en una tableta pequeña. O (si el diseño de Lenovo es cierto) transformar un smartphone grande en uno muy compacto.
Pero la tecnología podría usarse para pasar de una tableta chica a una grande: de un iPad Mini de 8 pulgadas a un iPad Pro de 12 pulgadas, por ejemplo. O tener una notebook con "orejas" desplegables que permita ampliar el espacio disponible para trabajar.
Pero todavía falta. Primero hay que resolver dos incógnitas: la primera es la durabilidad de estas pantallas, que son de plástico y no pueden apelar a la protección del vidrio. El diseño de Huawei, por ejemplo, parece a simple vista más elegante que el de Samsung (más compacto al cerrarse, aprovecha mejor el panel en todos los casos), pero deja la pantalla expuesta en forma permanente.
La segunda, crucial, es si hay público para esto. Olvídense del precio exorbitante que tienen los equipos anunciados hasta ahora: eso cambiará con el tiempo. Lo que importa es cuánta gente quiere (o necesita) hacer más grande la pantalla de su teléfono, aceptando la penalización intrínseca que esto trae: más fragilidad, mayor grosor, etcétera. ¿Habrá más interés en hacerlos más pequeños, como piensa Motorola? ¿Será una tecnología que nace en los smartphones, pero encuentra su nicho en tabletas y notebooks convertibles, pequeñas para un uso casual y grandes cuando hay que trabajar "en serio"? No está definido, y tampoco es excluyente: puede vivir en ambas categorías. Lo que sí está claro es que el segmento de la computación personal, que parecía dormido, puede volver a agitarse bastante este año y el próximo.