Muchos no lo creían posible: Elon Musk también se equivoca
De la compra hostil a una intempestiva cancelación unilateral, el affaire Twitter terminará para el magnate en la corte; pero eso no es lo peor
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Elon Musk no va a recordar 2022 con nostalgia. Como anticipamos en su momento, el intento de comprar Twitter fue el primer gran paso en falso de su carrera como magnate tecno. Para los que no siguieron la secuencia, fue más o menos así: después de años de una relación bastante tensa y tras anunciar que fundaría su propia red social, “porque Twitter no garantiza la libertad de expresión” (esto, según Musk, claro), el 4 de abril el fundador de SpaceX y Tesla compró el 9,1% de las acciones de la red de los trinos. Supo, casi de inmediato que, pese a haberse convertido en el accionista mayoritario, de todos modos tendría que compartir la mesa de directorio con otros once ejecutivos.
Aparentemente, no era lo que pretendía, así que diez días después, el 14 de ese mes, hizo una oferta no solicitada para comprar Twitter por 43.000 millones de dólares. En ambos casos fue noticia y causó tanto rechazo como entusiasmo. Pero una cosa es ir al espacio o competir con la centenaria industria de los coches a nafta y otra muy diferente es tratar de controlar ese ecosistema que es el lugar preferido por los poderosos para comunicar lo que quieran (incluido Elon, que tiene más de 100 millones de seguidores hoy) y al mismo tiempo la más calamitosa usina de rumores y noticias falsas de que se tenga noticia. Todo esto, matizado con información de la mejor, humor sin filtro y asambleísmo permanente.
LA NACION se mostró escéptico respecto de las verdaderas intenciones de Musk de quedarse con Twitter; después de todo, ¿por qué no le habían echado el lazo otros colosos, como Facebook? Era muy raro. Con Instagram, WhatsApp y Twitter en su conglomerado, Facebook (es decir, Meta) habría tenido en un puño todo el ecosistema de eso que llamamos redes sociales. Excepto porque ahora a Zuckerberg le salió un TikTok, pero esa es otra historia.
En fin, era raro que Musk quisiera pagar tanta plata por algo que estaba en mal estado y que nadie más quería comprar. ¿Pero podría echarse atrás? Sí, claro. Había una penalización por hacer algo así, de 1000 millones de dólares. Pero podía
En todo caso, la decisión de comprar Twitter no parecía muy sabia, y las cosas no estaban sino a punto de empeorar. Las acciones de su principal fuente de divisas, Tesla, empezaron a caer; entre otras cosas porque el magnate tuvo que sacar plata de ahí para la compra de Twitter. Lo que en casi cualquier otro contexto habría sido solo una demostración de poder (para algo sos el individuo más rico del mundo, con una fortuna de más de 270.000 millones de dólares), quedó a un centímetro de la categoría de guerra civil. Renuncias en Twitter, escándalo en Tesla, y así. A Wall Street no le gustan los escándalos, se sabe. Entre otras perlitas que declaró esos días, Elon, auto proclamado absolutista de la libertad de expresión, dijo que había estado mal que Twitter le cerrara la cuenta al ex presidente estadounidense Donald Trump, al parecer olvidando que la toma del Congreso de ese país por parte de los partidarios de Trump costó la vida de cinco personas. Y para sumar al insulto la humillación, Trump dijo que no volvería a Twitter ni que le pagaran.
Errare humanum est
Hacia finales de abril, y luego de resistirse un poco, el directorio de Twitter dijo que aceptaba la oferta de Musk. Entonces, de la nada, el magnate empezó a poner en duda el número de cuentas automatizadas de spam (spam bots, en la jerga) que la compañía había informado oficialmente. De ser real, la acusación era grave y podía cancelar el acuerdo de compra. El problema es que Twitter cotiza en bolsa (su símbolo es TWTR) y no pueden andar informando cualquier cosa. La pelea entre Parag Agrawal, el actual CEO de Twitter, y Elon Musk sobre el conteo de cuentas falsas tuvo mucho más de conventilleo de grupo WhatsApp que de debate serio. El asunto es que, mientras para algunos Musk se había dado cuenta finalmente de la locura de plata que estaba pagando por Twitter y para otros todo había sido una gran broma del empresario (cualquiera de las dos opciones es grave), la amenaza de que la compra se abortara empezó a crecer. Pero había un problema.
No, no los 1000 millones de la penalización (que de todos modos Musk se negaba apagar, arguyendo que le habían mentido con el número de los spam bots), sino con la letra del contrato, que llegado a este punto ya no le permitía eyectarse. Así como había ofrecido los 43.000 millones iniciales, que luego pasaron a ser 46.500 millones (por algo que dejamos de lado para no extendernos), el 8 de este mes Musk se retiró del trato. Puesto simple, en tres meses, fiel a su estilo, había hecho algo insólito. Pasó de ofrecer 43.000 millones de dólares por Twitter (casi la misma cifra que en 2008 Microsoft había ofrecido para comprar Yahoo!, y que Yahoo! no aceptó) a retirarse del acuerdo, como si tal cosa.
Como era previsible, el magnate fue demandado por el directorio de Twitter. Lógico. Con todo este melodrama, la compañía, que ya venía bastante escorada, quedó en un estado catastrófico. Eso no es legal, prima facie. Tenían la primera cita del clásico “te veré en la corte” mañana, 19 de julio de 2022, pero Musk estaba pidiendo que postergaran la cita para febrero. Actualizaremos.
Pero nada de esto es lo realmente malo para Musk. Lo realmente malo es que gran parte de su poderío reside en su imagen, prolija y minuciosamente construida mediáticamente. Ahora, por primera vez, l’enfant terrible de los negocios, el emprendedor alfa, el innovador sin techo que se llevaba el mundo por delante (Marte incluido), que se daba el lujo de violar regulaciones sin pestañear y cuya voluntad de poder parecía capaz de conquistarlo todo, metió la pata. Incluso si sale más o menos bien parado de este culebrón, esta historia ha mostrado dos cosas. Que Musk es humano y que por lo tanto comete errores. Pasó años intentando mostrarse como infalible. La historia con Twitter tiene final abierto, pero fue, definitivamente, un paso en falso.
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