Hiperrealidad: qué es y por qué incluye a un cordero y a un influencer llorando
Sin duda vivimos en una época muy particular, en donde las marcas, las emociones, la realidad y la hiperrealidad bailan una danza compleja, dificil de entender y muchas veces, desconcertante.
Veamos ejemplos.
Jeffre Star y Nathan Schwandt
El primero: un youtuber, influencer, estrella y magnate del mundo del maquillaje, Jeffree Star, terminó una relación de cinco años con quien hasta ese momento era su novio, Nathan Schwandt. La pareja era famosa en redes, donde publicaron exhaustivamente los detalles de sus vidas. Durante los últimos quince días, Jeffree Star no publicaba nada. Silencio. Sus fans en todo el mundo especulaban los motivos, siendo la ruptura de la relación la causa más probable.
Jeffree Star despejó todas las dudas.
En una historia en Instagram, entre lagrimas, con la voz ronca de tanto llorar, se limitó a decir:
"No hay forma de decirlo… traté de filmar un video… y mucha gente tiene preguntas… así que "deslicen" (para aquellos que no usan Instagram, "deslizar" es arrastrar el dedo por la pantalla en dirección ascendente. De esa forma se puede ir a un link específico creado por el autor del post)". En el caso de Jeffree Star, era un video en YouTube (siempre se vuelve al primer amor) donde explicaba las razones de la separación de su novio.
El cordero y la pileta
Segundo ejemplo: a esta altura, pocos argentinos no deben estar al tanto del "chanchogate" ó "corderogate" (parece que finalmente era un cordero). Federico Alvarez Castillo, creador y dueño de la marca de ropa Etiqueta Negra, publica en su cuenta de Instagram un video donde se ve cómo arrojan a una pileta un cordero desde un helicóptero. Y relata su indignación por el episodio también en una efímera historia de Instagram. Dijo lo siguiente:
"En virtud al video que está circulando en las redes sociales, quiero repudiar este hecho de vandalismo del cual fuimos víctimas mi familia y yo. Al momento del hecho nos encontrábamos dentro del hogar cuando sentimos un fuerte ruido en el jardín; al salir percibimos el acto aberrante que nos llevó a un gran desconcierto por una broma de muy mal gusto. Por tal motivo repudiamos este tipo de acciones y estamos trabajando para que se esclarezca de inmediato esta situación".
¿Víctima o partícipe? No es lo que nos ocupa ahora. Cuando todavía la duda todavía flotaba en el aire, su ex socia, publicó -dónde no- en Instagram que:
"PCDA S.A. dueña de la marca PAULA CAHEN D'ANVERS comunica que repudia fuertemente el hecho de público conocimiento de violencia contra los animales realizado por el señor Federico Alvarez Castillo. Cabe aclarar que el señor fue desvinculado de la marca hace más de 20 años por numerosas irregularidades que generaron acciones legales en su contra. De allí que este hecho repudiable no nos sorprenda".
¿Qué tienen en común los tres ejemplos? La emocionalidad pura. Emociones públicas que si lo viéramos con otros ojos, diríamos que son falsas, que son "para la cámara", o en su versión más moderna, "para las redes". Como si fuera un llanto, una indignación o un enojo en negrita y subrayado. Hiperemociones, podríamos llamarlas. Y las emociones son los ladrillos de la hiperealidad.
Lo real, lo que verdaderamente es y lo que pasa en verdad
Jean Baudrillard, un sociólogo francés, acuño el término hiperrealidad. Decía que la realidad así nomás, la de todos los días, nos resulta insuficiente. Y por eso los estadounidenses, por ejemplo, crean Disneylandia: un mundo ficticio, pero real. Así la barrera entre lo real y lo ficticio se hace difusa, y lo auténtico es reemplazado por una copia, por una versión 2.0. El "relato", como nos gusta decir a los argentinos, funciona de esa manera. Aunque la realidad indique otra cosa, creemos en una ficción -ya sea por convicciones ideológicas o estéticas- y como Winston Smith, el protagonista de 1984 ,la novela de George Orwell, vemos cinco dedos cuando en realidad hay cuatro; no por el temor a la tortura, sino porque elegimos hacerlo alegremente.
En el contexto de la hiperrealidad, las emociones no son solo emociones, sino que pasan a ser hiperemociones. No basta con la tristeza o el enojo: ante un desengaño amoroso el protagonista de la hiperrealidad tiene que estar completamente devastado. Ante el cordero que es lanzado desde un helicóptero, demostramos nuestro más enérgico repudio y denunciamos a los protagonistas.
Es así que en un mundo donde todo es hiperreal, las marcas se encuentran ante un desafío enorme: ¿cómo alinear sus valores y propósito con los usuarios, cuando los consumidores viven en una realidad verdaderamente aumentada?
Cuando lo privado es público necesita reforzarse
Tal vez Jeffree Star tenga la respuesta. En vez de juzgar a la persona por sobreactuar o simplemente por mostrar lo que para otras generaciones es algo que debería ser privado, deberíamos entender que está trabajando. De igual manera que un contador suma planillas de cálculo y un abogado escribe una presentación, Jefree Star -como todos los influencers- trabaja con las emociones, contándolas, desmenuzándolas y desnudando lo que hace, vive y siente.
¿Puede una marca o producto generar lo mismo? Si bien es difícil, no es imposible, pero solamente podría ser factible si aquello que se dice es genuino, es honesto; cuando los valores de la empresa están alineados a los de los consumidores.
Tal vez la lección que todos los que trabajamos en comunicación tengamos que aprender es que en un mundo donde las emociones se comoditizan, solamente destaca aquello que es capaz de conectar con la audiencia. Lo que es genuino; lo real.
O mejor aún: lo que es hiperreal.