Los vaivenes de la moda en la industria más veloz del mundo
¿Se acuerdan de los filtros de Instagram? Fueron furor, aunque muchos se perdieron esa etapa de las redes sociales. Hablo de hace 10 años, más o menos, y una proporción importante –sospecho que la mayoría– de sus usuarios eran tan jóvenes que ignoraban el extravagante origen de esos filtros.
La cosa es así, aunque cueste creerlo: en la década del ‘70 del siglo pasado se popularizó un tipo de cámara que permitía revelar la foto en el momento. La invención es todavía más antigua, de finales de la década del ‘40 de ese mismo siglo. Pero, para no entrar en detalles históricos, hace más o menos cincuenta años fuimos capaces de sacar fotos en color y verlas un minuto después. ¡Magia!
La magia, sin embargo, nunca está exenta de ciertos costos (incluso en la ficción, que es el único espacio al que debería quedar confinada, pero esa es otra historia). Las fotos de las máquinas de Polaroid, una vez reveladas, exhibían una larga lista de defectos. La compañía perfeccionó mucho el proceso, y en aquella época eso que hoy es un estándar resultaba milagroso. Podías ver la toma casi instantáneamente. De allí la denominación en inglés, instant camera. Cámara instantánea. La marca Instagram proviene de allí, precisamente, y sus filtros no hacen sino emular los numerosos defectos que plagaban las gruesas fotos de las Polaroid y otras marcas. Tonos virados hacia diversas regiones del espectro visibles, contraste excesivo o escaso, foco discutible, brillo desigual en diversas áreas de la toma, y varias cosas más.
Traducido: esos defectos de los que todos nos quejábamos hace medio siglo se transformaron en la segunda década del siglo XXI en lo más cool del mundo. Está todo bien. Así funciona la cultura y no vamos rasgarnos las vestiduras. Lo vintage casi siempre funciona. Salvo en política.
Unos diez años después, no sé si lo notaron, Instagram no tiene nada que ver con lo que era en, digamos, 2012 (Corregido. Originalmente, decía 2009; IG fue fundada en 2010). Primero, los filtros pasaron de moda. Casi nadie los usa y el hashtag #nofilter fue a parar al museo de la nostalgia geek. Segundo, la esencia misma de Instagram ha cambiado, cosa por otro lado inevitable. Ahora es mucho más profesional que intimista, como supo serlo. Está bien, todo cambia.
Este auge y caída de una moda visual no es, sin embargo, exclusiva de Instagram. Ni del mundo del diseño en general. La vestimenta se rige por estos ciclos, a los que llamamos moda, palabra que viene rodando desde hace milenios y que en resumida etimología significa modo. Es el modo aceptado. Para las faldas o para casi cualquier otra cosa. Ocurre con los autos, la arquitectura, la cocina y, después de un largo etcétera, también con las computadoras, pese a ser las recién llegadas a la civilización y pese a que sentimos que son eternamente modernas.
No es así. Miren la página de Google as principios del mes en que salió a cotizar en bolsa. Suena antediluviano, ¿cierto? Y puse Google porque es casi el único sitio web que no se la pasa cambiando todo de lugar. Miren Facebook en 2007. O Yahoo! en 1997.
En el agua
En interfaces gráficas sufrimos más o menos la misma turbulencia que un ultraligero volando sobre el trópico. Apple, que de esto sabe más que nadie, conmocionó el ambiente en 2000 con las transparencias de su diseño Aqua. Poco después teníamos esas transparencias y reflejos líquidos por todas partes. En 2007, Microsoft salía con el malhadado Windows Vista, que abusaba de ese estilo. Lamentablemente, y dejando de lado que el desempeño de Vista fue una catástrofe, de la misma forma que con los filtros de Instagram, el diseño acuático estaba empezando a quedar viejo. Pese a eso, volvió con Windows 7.
Luego el viento cambió y el lenguaje de diseño (así se llama) se volvió más austero e industrial. Se lo conoce genéricamente como Diseño Chato, y lo usan Apple, Microsoft, Google y todos los demás. Hasta en la sopa, como se dice. Ya habrá de mutar. Tengan paciencia.
Linux tuvo sus veleidades también. Al principio, maravillados como estábamos al poder modificar cualquier variable del sistema operativo (esa es una virtud), desde el código del núcleo hasta su aspecto visual, la variedad de entornos de escritorio llegó a ser tal que abrumaba. Había desde simulaciones de Mac o Windows hasta una copia perfecta de las NeXTSTEP (que usé mucho tiempo), así como diseños originales, aunque a veces, para mi gusto, demasiado abigarrados, como las primeras versiones de Enlightenment (que, técnicamente, es un gestor de composición de ventanas). Ahora la cosa está más o menos en línea con la moda de turno.
Doble vida
Pasó algo más, muy interesante, en estos años. En 2010 llegó la iPad, todo el mundo se volvió loco y, convencidas las compañías –incluida la madre de la criatura, Apple– de que muy pronto las tablets serían el único tipo de computadora que quedaría sobre la faz de la Tierra, hubo que volver al tablero de diseño y adaptar la interfaz gráfica para que fuera consistente con las pantallas táctiles. El problema es que no había ninguna posibilidad de ser consistente.
Aquí Apple fue, de nuevo, la que optó por la táctica más adecuada. Sus dispositivos para productividad se concentraron en una interfaz orientada a teclado y mouse, que es lo que se usa en la mayoría de las industrias. En el otro rincón, los iPhone y las iPad optaron por una que se adaptaba a gestos y toques.
Microsoft, en cambio, dio una vuelta de tuerca a este asunto del lenguaje de diseño y terminó convirtiéndolo en un laberinto. Windows 10 no tiene un solo estilo, sino dos. La teoría es que sirva tanto para equipos con pantallas táctiles como para estaciones de trabajo. Así que intentar configurar la red, por poner un ejemplo, conduce a la mayoría de los usuarios a un callejón sin salida. Y a los veteranos, que sabemos que en alguna parte está la forma de cambiar las direcciones de los servidores DNS, nos lleva a un viaje en el tiempo. Debajo del moderno diseño chato (cuya historia, en este caso, es larga y arrancó con Metro, en Windows 8, y siguió con Fluent, en Windows 10) se esconden las ventanas orientadas a mouse y teclado. Son estilos diferentes dentro de la misma computadora. A veces se hace un poco cuesta arriba, hay que decirlo.
Esta es la industria que más rápido avanza, de eso hay pocas dudas. También potencia el progreso en todas las demás. Si tu auto hoy te muestra el rendimiento por litro de nafta o tu caldera es capaz de percibir la temperatura en el exterior y adaptar su consumo para ahorrar energía es porque existen las computadoras económicas y ligeras. Y, sin embargo, no ha podido despegarse de algo que acompaña a la humanidad desde que existimos: los vaivenes de la moda.