Marcela Riccillo se sintió atraída desde muy pequeña por la tecnología y la matemática. "Cuando era chica leí un artículo sobre un virus que pedía una galletita. Recuerdo que me pareció interesante que las personas piensen que si le daban una galletita el virus desaparecería", relata.
Hoy Riccillo es doctora en ciencias de la computación, especialista en inteligencia artificial (IA) y robótica; docente de la Especialización en Ciencia de Datos del Instituto Tecnológico de Buenos Aires y hace unos días fue mencionada por Robohub –la reconocida publicación estadounidense especializada en robótica– como una de las "30 mujeres en Robótica del mundo que debes conocer".
—¿Cómo se enteró de esta mención y por qué cree que fue una de las 30 elegidas?
—A través de un mail. Cuando lo leí pensé que no estaba entendiendo bien el idioma. No lo podía creer. Fue una hermosa sorpresa. Pienso que es un reconocimiento a mi trayectoria y al esfuerzo de todos estos años. La divulgación requiere formación y actualización constantes. Es un gran esfuerzo, y creo que por eso Robohub me incluyó en su listado.
—¿Todavía es complicado para una mujer ingresar y permanecer en el mundo tecnológicos o eso ya quedó en el pasado?
—Yo me dedico a la divulgación científica y soy profesora hace muchos años. Puedo afirmar que se puede, pero hay que luchar todos los días por ese lugar.
—¿En qué cuestiones cotidianas ya estamos utilizando la IA y robótica sin darnos cuenta?
—Cada vez que Netflix o Amazon nos recomiendan películas o cosas para comprar según nuestros gustos. Estas empresas ya están utilizando IA. También esta tecnología es utilizada por las cámaras fotográficas de los celulares, por ejemplo cuando saca fotos sólo cuando la persona a fotografiar se ríe. Incluso cuando usamos esos filtros que nos muestran más viejos o más jóvenes. Los asistentes virtuales como Siri, de Apple; Cortana, de Microsoft, o el de Google también se valen de estas tecnologías. Existen muchos ejemplos de robots, también, como los chat bots de las compañías, que responden como si fueran una persona, pero en realidad quien está del otro lado es una máquina. También existen controles de cultivos con drones y, en medicina, hay robots para realizar operaciones y programas que permiten al médico hacer detección de enfermedades con sólo analizar una radiografía digital.
—¿Qué piensa usted cuando se habla de la ética del robot?
—Hay que tener en cuenta, en primer lugar, que la inteligencia artificial general (AGI) no existe y no hay ningún indicio de que pudiera existir. Eso sería una consciencia artificial, pero la máquina no tiene ni sentimientos, ni ganas, ni intención, ni consciencia, ni culpa. Entonces la responsabilidad de un software sigue siendo del ser humano. Si algún día existiera, sería creada por un grupo de investigadores o por una empresa, y en ese momento tendríamos que ver cómo hacer para controlar esa AGI por medio de leyes, de la moral o enseñándole religión. Pero eso aún es ciencia ficción, porque no hay ningún indicio de que pudiera existir una AGI. Mientras tanto, lo que sí es importante es la responsabilidad del humano que construye el software.
—¿Cómo decide un coche autónomo, por ejemplo, qué hacer frente a un potencial accidente, si en una esquina hay una mujer embarazada y en la otra unos niños jugando?
—Estos vehículos existen desde 2005 y si todavía no están en la calle no es por un tema ético, sino porque todavía no queda claro cómo se van a vender estos autos y de quién es la responsabilidad, por un tema de seguros. Esa disyuntiva que usted plantea no existe, porque no tienen que lastimar a nadie. La robótica se basa en las tres leyes de Asimov. La primera ley dice que los robots no tienen que lastimar a ningún ser humano, ni por acción ni por omisión. La segunda, que el robot debe obedecer lo que dice el ser humano, a menos que viole la primera ley. Y la tercera es cuidar de sí mismo, a menos que viole alguna de las otras dos leyes. Así que ningún robot tiene que dañar al ser humano. Ya existen camiones robot y existen ciudades que han realizado pruebas con tranvías y taxis autónomos, y se produjeron muy pocos accidentes con estos vehículos. De todas maneras creo que hoy el ser humano es mucho mejor conductor que el robot, porque si la máquina no fue programada para resolver esa situación que usted exponía, no lo va a hacer. El ser humano, en cambio, tiene un cerebro flexible que le permite ante cada situación tomar decisiones buscando la mejor alternativa. No está centrado en una programación, sino en su propia experiencia, en sus conocimientos, que le permiten abrir un abanico de opciones, que un vehículo autónomo no tendría, a menos que se las programara previamente.
—¿Qué piensa cuando escucha que los robots y las nuevas tecnologías reemplazarán al hombre y nos quedaremos sin trabajo?
—Hay mucho sensacionalismo cuando se habla del futuro del trabajo y es necesario dejarlo de lado. Hace 40 años no existía la televisión a color, hace 20 años el celular no es lo que es hoy. No se puede saber cómo será el futuro dentro de 20, 40 o 100 años, y cuando se habla de cambios laborales hay que pensar también que se crean nuevos trabajos, y que la sociedad se va transformando. Por ejemplo, ¿cuánto hace que existe Netflix? Y este servicio ya está cambiando la forma en que consumimos contenidos. Es más, los chicos ya casi no ven televisión. ¿Qué pasará entonces en 20 años? Creo que en el futuro el mercado laboral cambiará, pero no lo veo relacionado directamente con la IA y la robótica. Estimo que se crearán nuevos trabajo, pero será el ser humano quien deba decidir cómo quiere que sea su futuro.
—Por último, siguiendo con el tema del futuro laboral, según su experiencia, ¿cuáles serán las carreras que continuarán y qué recomendaría estudiar hoy a un joven que debe comenzar una carrera?
—Primero quiero dejar en claro que los robots y la tecnología sirven para algunas tareas, pero no para todas. Hay muchos trabajos que no se van a reemplazar. Los médicos, por ejemplo, no pueden ser reemplazados porque el acompañamiento que brindan cura más al paciente que los medicamentos. Los cuidados y el seguimiento son imprescindibles para que un enfermo se mejore. Claro que existirán cada vez más herramientas tecnológicas que van a ayudar al especialista para hacer un diagnóstico adecuado o para asistirlo durante una operación, pero complementarán al ser humano, no lo reemplazarán. Más allá de esto yo recomiendo seguir la profesión que más les guste, que busquen su pasión. Y no necesariamente deben ser jóvenes, también los adultos pueden especializarse en temas tecnológicos. La otra sugerencia es que se capaciten. Para entender lo que está pasando en el mundo con la robótica y la inteligencia artificial hay que aprender continuamente, no sólo para saber qué es lo último, sino también para entender qué consecuencias tendrá para mi profesión o en mi negocio.
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