Linux cumple hoy 25 años de vida
El 25 de agosto de 1991, Linus Torvalds anunció en Internet que estaba trabajando en un nuevo sistema operativo. Lo describió como un hobby; hoy hace funcionar gran parte de Internet, lo usan Google y la Bolsa de Nueva York, está en la Estación Espacial Internacional, en la Máquina de Dios y en los 1400 millones de teléfonos con Android que se despachan cada año
Hace 25 años, sin tener ni la más remota idea de que estaba a punto de poner en marcha una revolución sin precedente, un joven estudiante de ciencias de la computación de la Universidad de Helsinki llamado Linus Benedict Torvalds anunció en Internet que estaba trabajando en un nuevo sistema operativo para los procesadores 80386 y 80486 de Intel. Nada grande y profesional, sino más bien un hobby, escribió, pero quería oír sugerencias para saber qué nuevas funciones añadirle.
Veinticinco años después de aquél post modesto, pero fundacional, Linux hace funcionar los servidores de Google, de Amazon, de las bolsas de valores de Nueva York y de Londres, y los del mercado financiero de Chicago. Wikipedia y DreamWorks usan Linux. El banco de Brasil y la línea de bandera de los Países Bajos, KLM, usan Linux. La NASA usa Linux. Y el Gran Colisionador de Hadrones –la Máquina de Dios– corre gracias a una de las muchas variantes ( distribuciones, en la jerga) de Linux. Casi el 99% de las supercomputadoras del mundo, incluida la que se usa para administrar el arsenal nuclear de Estados Unidos, usa Linux. El router que tenés en tu casa muy probablemente tiene dentro un Linux. De hecho, la inmensa mayoría de los dispositivos de la Internet de las Cosas usa alguna forma de Linux. La Estación Espacial Internacional migró en 2013 la docena de notebooks abordo a Linux; lógico, la estación en órbita usa también Linux. Y, sin ánimo de abundar con una lista que llevaría varias páginas, agregaré otro dato revelador: el núcleo de Linux ( kernel, en la jerga) está dentro de cada uno de los 1400 millones de smartphones con Android que se venden cada año.
El hobby había nacido en abril de ese año como una forma de comprender el funcionamiento del cerebro electrónico de su nueva computadora, un Intel 80386. Al principio había desarrollado un emulador de terminal. Luego le había agregado un sistema de archivos y hacia fines de agosto su software empezaba a caminar. Había logrado transcribir (portar, en la jerga) uno de los emuladores de terminal de Unix (llamado Bash) y el compilador del lenguaje C creado por Richard Stallman en 1987 (llamado GCC). Con todo y estos avances, el post de Torvalds es prístino en un sentido: no esperaba que se convirtiera en algo grande y profesional. Pero ya se sabe. El hombre propone y Dios dispone. Su hobby se convertiría pronto en el núcleo de un sistema operativo que los puristas llaman, con justicia, GNU/Linux, pero que es conocido popularmente como Linux a secas.
El núcleo de la cuestión
Para entender cómo el proyecto de un estudiante alejado años luz del Silicon Valley se transformó en una de las mayores potencias tecnológicas y económicas del mundo moderno es menester abandonar el tono heroico de la epopeya. Linux es, antes que ninguna otra cosa, una obra colaborativa.
Torvalds no podría haber escrito él solo un sistema operativo completo; nadie habría podido. Tampoco se lo propuso, claramente. Lo que en realidad ocurrió fue aquello de estar en el lugar correcto en el momento adecuado. Para agosto de 1991, gran parte de los componentes que hacían falta para construir un sistema operativo libre compatible con Unix ya existía, gracias a los esfuerzos de una comunidad de programadores que cooperaba con el Proyecto GNU de la Free Software Foundation, establecida por Richard Stallman en 1985. En su post del 25 de agosto de 1991, Torvalds se refiere a este esfuerzo con las siglas GNU, pero todos los que leyeron aquél mensaje sabían bien a lo que se refería: el plan de crear un sistema operativo libre. A los ojos del joven estudiante finlandés, eso era algo "grande y profesional". Y tenía razón. Sólo que en un mundo interconectado el bazar iba a resultar más eficiente que la catedral, como escribiría más tarde el perspicaz Eric Raymond.
Stallman había hecho dos aportes fundamentales en el camino que llevaría a la proliferación del software libre en general y a la creación de un sistema operativo libre en particular. Por un lado, había escrito GCC, el compilador del lenguaje C. Los compiladores traducen el código fuente, escrito por las personas, al hermético lenguaje que entienden las máquinas. Sin esta piedra angular, no había forma de construir el resto del edificio.
Su segundo aporte fue no menos crucial. Stallman redactó en 1989 la Licencia Pública General (GPL, por sus siglas en inglés), que garantiza a los usuarios (a todos, desde los particulares hasta las corporaciones multinacionales) el derecho a ejecutar, estudiar, compartir y modificar el software. El rasgo que hace a la GPL tan potente es que todo proyecto derivado de un software GPL queda automáticamente registrado como GPL. Así, la Licencia Pública General no sólo resulta viral, sino que además funciona como paraguas legal para proteger el código fuente abierto de la apropiación por parte de terceros. Torvalds registraría su “pequeño proyecto” como GPL en 1992, y con este paso aportaría la pieza que le faltaba al rompecabezas del Proyecto GNU: un núcleo o kernel.
El kernel de un sistema operativo les permite a las aplicaciones acceder al hardware, gestiona recursos, ofrece un sistema de archivos y otros servicios esenciales para la función de una computadora, una tablet o un smartphone. En el caso del Proyecto GNU y de Linux, se usaba a Unix como modelo, sencillamente porque en ese momento era el sistema operativo dominante. En las PC, todavía usábamos el muy primitivo DOS. La X en el nombre Linux es una convención que siguen las variantes de Unix, como el UX de HP o el AIX de IBM. A propósito, el nombre se le ocurrió primero a Torvalds, pero lo descartó por demasiado egocéntrico. En septiembre de 1991, Ari Lemmke, uno de los administradores del servidor FTP de la universidad, le puso Linux al proyecto porque le pareció mejor que el nombre que había elegido Torvalds, Freax. Fue un acierto.
No es que Stallman no haya pensado en un kernel para su Proyecto GNU. De hecho, desde 1990 venía desarrollando su propio núcleo, llamado Hurd. Técnicamente, Hurd es bien diferente del kernel de Unix, que intentaba reemplazar, y su ambición era loable. Pero Hurd no terminaba de cuajar (hoy sólo lo usan un puñado de distribuciones) y, sin un núcleo, no hay sistema operativo. Entonces, desde el lugar más inesperado, con una candidez insólita, un chico de 21 años lanzó al ruedo su “pequeño proyecto”. Es decir, algo que tenía el potencial de convertirse en un kernel compatible con el Proyecto GNU.
Muy pronto muchos programadores iban a empujar en ese sentido, porque mientras aguardaban que Hurd estuviera listo, el kernel de Torvalds, que estaba lejos de ser algo completo, serviría para despuntar el vicio de la experimentación. Un factor más, sin embargo, permitió que el proyecto GNU coagulara en torno del kernel de Torvalds y se transformara en el gigante que es hoy. Ese factor es Internet.
Mucho antes de Facebook
Linux fue pionero en la movida social de Internet. Antes que Amazon (fundada en 1994) y eBay (1995), que también se anticiparon a la construcción colaborativa, y más de una década antes de Facebook, Torvalds se nutrió de decenas, primero, luego cientos y después miles de programadores en todo el mundo, que ofrecían ideas y código para mejorar y ampliar el kernel. Muchas compañías privadas (Red Hat, Intel, IBM, Samsung, Google, entre muchas otras) han contribuido también al kernel y al sistema en general. Aunque Torvalds todavía es el principal administrador del núcleo, sólo el 2% del código actual salió de sus manos. El resto es obra de programadores cuyos nombres no han trascendido más allá de los círculos íntimos de la comunidad, pero que gracias al vínculo de Internet, por entonces novedoso y despreciado por muchos, fueron construyendo el cimiento del que, 25 años después, se convertiría en el proyecto de software más grande de la historia, con 21 millones de líneas de código y 440 compañías involucradas en su factura.
Me comentó, estos días, que de no haber hecho público su pequeño proyecto, posiblemente habría jugado un tiempo más con él y luego habría pasado a otra cosa. Ese post en Usenet no sólo le cambió la vida, sino que alteró significativamente la industria del software. Y como el software está dentro de prácticamente todo dispositivo electrónico, terminó modificando, a mi juicio mejorando, la industria en general. Ese mensaje histórico, publicado hace hoy 25 años, decía así:
“Hola a todos los que están usando Minix . Estoy creando un sistema operativo (libre; es sólo un hobby, no va a ser algo grande y profesional como GNU) para los procesadores 386(486). Lo he estado preparando desde abril y ahora empieza a estar listo. Me gustaría cualquier clase de feedback sobre lo que les gusta y lo que no les gusta de Minix, ya que mi sistema operativo se le asemeja un poco (entre otras cosas, el mismo diseño físico del sistema de archivos, debido a razones prácticas).
“Ya he portado bash (1.08) y gcc (1.40), y parecen andar. Esto quiere decir que tendré algo funcional dentro de unos pocos meses, y me gustaría saber qué características querría la mayoría de la gente. Cualquier sugerencia será bienvenida, pero no prometo que vaya a implementarla :-)
Linus
PS: No contiene nada del código de Minix y tiene un sistema de archivos de múltiples hilos. No es portable (usa la conmutación de tareas de los 386) y probablemente nunca va a darle soporte a otra cosa que los discos AT, que son los únicos que tengo :-(
Habla Torvalds
En 1997, Linus visitó Buenos Aires. Lo entrevisté para LA NACION. Estaba con Tove, con quien ya convivía y con la que se casaría pronto y tendría tres hijas. Habían pasado escasos seis años de aquél post, pero en casa ya tenía una de mis computadoras corriendo Linux. Así de rápido avanzaba ahora el pequeño proyecto. Sin embargo, todavía faltaban un par de años para que la fiebre por Linux explotara en Estados Unidos, y pocos creían en que esto del software libre fuera a convertirse en algo más que una nota al pie en la historia de la computación.
Mi visión era muy diferente y ya venía escribiendo sobre el asunto desde el año anterior. Pero me hacían saber que tal vez estaba apostando al caballo equivocado. Un colega, por ejemplo, me preguntó un día si no tenía miedo de que Linux fuera sólo una moda pasajera. Le dije que la libertad no pasaba de moda.
Diecinueve años después de aquél primer encuentro en Buenos Aires, entre el 12 y el 27 de julio último, mantuve un extenso reportaje con Torvalds, para celebrar no sólo los 25 años de Linux, sino también para poner en perspectiva el rol fundamental que el software libre ha tenido en la economía moderna. Hablamos de todo un poco y este sábado, en La compu, vas a encontrarte con un Linus Torvalds que, como me dijo, sigue sintiendo que el kernel de Linux es su hobby.
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