Stefan Thomas tiene desde 2011 una fortuna en bitcoins en un pendrive, pero no recuerda la contraseña para acceder a ellos; una compañía le ofrece sus servicios para hackear el pendrive
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Viajemos en el tiempo. Es 2011, y un programador suizo, Stefan Thomas, está interesado en una tecnología que está naciendo y que tiene pocos interesados: se la conoce como bitcoin. Como hay poca gente que puede hablar con propiedad del tema, una compañía (WeUseCoins) le encarga un video de divulgación, y le paga... con 7002 bitcoins, que por ese entonces valían menos de un dólar cada uno.
No esta mal, ni era una locura de plata: un año antes, en mayo de 2010, Laszlo Hanyez había comprado dos pizzas en EE.UU., pagando 10.000 bitcoins por ellas (a propósito, ese 22 de mayo quedó para la historia como la primera transacción comercial hecha con bitcoins). Por esa época el bitcoin era muy barato.
Así que Thomas guardó esos bitcoins en una billetera digital (una aplicación), creó dos copias y se olvidó del tema, mientras trabajaba como programador. Un año después decidió que era un buen momento para usar esos bitcoins (cuyo valor ya había aumentado; equivalían a 140.000 dólares) y se encontró con que sin querer había borrado la billetera y una copia, y solo tenía una tercera copia guardada en una memoria USB con clave (un pendrive Ironkey, que tiene incorporado un chip de seguridad que encripta los datos). Y lo peor (y algo insólito para alguien que se dedica a la tecnología): no encontraba el papel donde había anotado la contraseña.
Así que sabía que tenía 7002 bitcoins en un pendrive, pero no podía acceder a ellos. Hizo lo que haría cualquiera: probó con una clave, luego otra y otra... hasta que le quedaron dos intentos, y prefirió no seguir avanzando: después de diez intentos erróneos, el chip del pendrive destruye la información como una medida de seguridad. Su caso se hizo célebre en 2021, cuando el New York Times le hizo una nota, donde relató cómo se acostaba en la cama, pensaba con creciente desesperación cuál podía ser la clave... probaba... y encontraba el rechazo.
A painful memory. I hope others can learn from my mistakes. Test your backups regularly to make sure they are still working. An ounce of foresight could have prevented a decade of regret.
— Stefan Thomas (@justmoon) January 12, 2021
That said, I'll do what I always do which is focus on building things, e.g. @Interledger. https://t.co/pCgObeAf4Z
Ese mismo año nació Unciphered, una compañía que se dedica justamente, a romper el cifrado de este tipo de dispositivos. Aunque podría parecer algo muy de nicho (¿cuánta gente guarda información valiosa en un pendrive con clave?) lo cierto es que se calcula que entre el 17 y el 23 por ciento de los bitcoins minados hasta ahora están perdidos o bloqueados con contraseñas que nadie recuerda.
Unciphered probó con todos los modelos de IronKey (incluyendo el S200 que usó Thomas) y dice que encontró una forma de neutralizar el contador de pruebas fallidas del chip: así, permitiría que Thomas siga probando contraseñas sin destruir los datos. De hecho, se lo demostraron a un periodista de Wired con el mismo modelo de pendrive de 2011 que tiene los bitcoins de Thomas.
Pero en Unciphered dicen que cuando le ofrecieron a Thomas desencriptar su pendrive para recuperar el acceso a esos 7002 bitcoins, que hoy valen 238.124.016 dólares, el programador suizo les dijo que no. ¿El motivo, que Thomas le confirmó a Wired? Ya está trabajando con otros dos grupos hace un año para lograr el mismo objetivo (a cambio de darles un porcentaje de su fortuna, claro). Pero esos dos grupos dicen que Thomas tampoco los ha empujado demasiado a ponerse a trabajar: están esperando un pago inicial para iniciar su trabajo. De hecho, Unciphered publicó un video como carta abierta para pedirle a Thomas que los deje acceder al pendrive.
Un motivo probable: desde 2011 para acá, Thomas siguió trabajando y ganó mucho dinero, por lo que no tiene apuro en recuperar esa posible fortuna; y él mismo dijo que después del sufrimiento que le trajo ir probando las claves y ver cómo se le acababan las opciones, prefiere ir con pies de plomo. Después de todo, si pudo esperar más de 10 años para recuperar 238 millones de dólares, no hay problema si tarda un poco más.
Thomas, al menos, conserva el pendrive en el que están los datos que (potencialmente) le permitirán recuperar esos bitcoins. Peor es el caso de James Howells, que en 2013 tiró sin querer un disco rígido donde tenía almacenados los datos de 8000 bitcoins (que hoy valen unos 271 millones de dólares), y desde entonces ha intentado buscarlos en un basural en Newport (Reino Unido) pese a la resistencia de las autoridades, que dicen que implicaría mover 110.000 toneladas de basura, con un impacto ambiental enorme.
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