Las VPN cumplen 25 años: las redes nacidas para ahorrar cable hoy protegen a la disidencia en internet
Gurdeep Pall, vicepresidente corporativo de Microsoft y ‘padre’ de esta infraestructura, y Andy Yen, fundador de Proton Technologies, explican el papel de esta tecnología en el mundo digital
- 7 minutos de lectura'
Gurdeep Pall lleva tres décadas trabajando en Microsoft. El ahora vicepresidente corporativo de la compañía para el área de inteligencia artificial llega algunos minutos tarde a la entrevista porque la noche anterior se alteraron sus planes de descanso. “Por algún motivo, me desperté a las tres de la madrugada y me puse a leer un paper sobre inteligencia artificial. No volví a dormirme hasta dos horas más tarde”, admite durante la videollamada. Ahora Pall trabaja en el desarrollo de sistemas autónomos. Hace 25 años, lo que le quitaba el sueño buscar la manera de optimizar las conexiones de los empleados que se conectaban a los servidores de la empresa en remoto, de manera que no fuera necesario un solo cable para cada módem. De sus horas sin dormir salió el primer antepasado de lo que ahora conocemos como redes privadas virtuales o VPN y utilizamos para establecer conexiones cifradas con internet que nos permiten navegar de forma privada o simular que estamos en otro país.
Andy Yen fundó Proton Technologies, empresa responsable del correo electrónico cifrado ProtonMail y ProtonVPN, en 2014. El suyo fue el primer servicio de VPN de código abierto. Descubrió esta tecnología en torno a 2008 cuando se levantó el gran firewall —cortafuegos— de China y acceder al océano de internet desde el interior del país se volvió una carrera de obstáculos. “Como consumidor, tuve mi primera experiencia de por qué las VPN serían necesarias y útiles”, recuerda. Ahora el servicio de redes privadas virtuales es una parte crítica de ecosistema de servicios que ofrece su compañía. “En países como Rusia, Turquía, Irán o China hay millones de personas que utilizan ProtonMail para mantenerse a salvo y conservar su privacidad bajo regímenes autoritarios”, explica. “Cuando nacimos, en 2014, anticipábamos que tarde o temprano seríamos bloqueados en ciertos países. El servicio de VPN es una manera de garantizar el acceso”.
Pall y Yen están en los dos extremos de una tecnología que antes cambió silenciosamente el modo en que nos comunicábamos y ahora nos permite establecer esas comunicaciones de forma segura y privada, e incluso sortear bloqueos geográficos como los que se imponen para evitar el acceso a determinados contenidos en países concretos. “Era una tecnología de muy bajo nivel —de planteamiento sencillo y versátil—, así que podían construirse muchas cosas sobre su base”, razona el ejecutivo de Microsoft.
Pasado: cuestión de eficiencia
Durante sus primeros 15 años de existencia, estos sistemas fueron una herramienta indispensable, pero prácticamente desconocida fuera del ámbito empresarial. Nacieron en los albores de internet, cuando la red de redes era un puñado de módems que se comunicaban entre ellos y las empresas empezaban a explorar las posibilidades de esta nueva forma de conexión.
“Teníamos un banco de 64 módems con 64 cables que los conectaban al servidor. Recuerdo que el jefe me dijo: ‘Esto es un insulto a mi inteligencia’. Y en aquel momento nos estábamos preparando para dar soporte a 256 módems”, recuerda Pall. En previsión de la creciente maraña de cables que amenazaba con desplegarse en Microsoft para permitir el acceso remoto de los empleados a la red de la compañía, al desarrollador y su equipo se les encomendó la tarea de simplificar el sistema. Su propuesta fue el germen de las VPN: “¿Y si pudiéramos virtualizar las conexiones de módem a módem y fingir que toda la red es un único módem?”.
El método primigenio para establecer esos vínculos virtuales, ya obsoleto, se bautizó como protocolo de tunelado de punto a punto —PPTP, por sus siglas en inglés—, se puso en marcha en 1996 y le valió a Pall el prestigioso premio a la Innovación del Año que otorgaba la revista PC Magazine. “Para mí, esto consolidó la idea: si puedes crear nuevas cosas, puedes tener un impacto tremendo. Especialmente desde una compañía como Microsoft. Porque cualquier cosa que implementábamos estaba de repente en manos de mil millones de personas”, razona el ejecutivo.
La escala a la que ya se movía el gigante de Bill Gates en aquellos años, con Windows 95 recién salido del horno, prácticamente garantizaba la aceptación de sus modos de hacer. “Cualquier cosa que pudieras construir sobre Windows se iba a usar muchísimo”, asegura Pall, que también formó parte del equipo que se encargó de integrar las funcionalidades necesarias para la conexión wifi en Windows XP. “A finales de los 90 teníamos el convencimiento de que éramos responsables de cientos de millones de usuarios y que internet se había popularizado. Trabajar en los componentes de esas conexiones era uno de los trabajos de más responsabilidad en la compañía”.
Presente: cuestión de seguridad
Pall nunca imaginó que un día vería a sus hijos utilizando la versión evolucionada aquella solución para conectarse a sus cuentas de Netflix desde Europa y así poder ver aquí los contenidos que tienen disponibles en su país. Pero esta trampa es quizás la aplicación más irrelevante de las habilidades que han desarrollado las redes privadas virtuales. Saltar por encima de los bloqueos geográficos cada vez más frecuentes en el internet moderno permite a los ciudadanos que se ven atrapados dentro de estos acceder a información y posibilidades de comunicación que de otro modo tendrían vetadas.
Desde el punto de vista de Yen, las VPN han saltado del ámbito empresarial para llegar al gran público en tres grandes oleadas. La primera, la censura. “Una VPN te asigna una dirección IP —identificador del dispositivo— diferente, y eso te permite crear un túnel con el que sortear cualquier filtro que haya en la red”, explica el fundador de Proton Technologies. Así, una computadora que está en España, puede por obra y gracias de una red virtual privada, conectarse a internet como si estuviera en cualquier otro país.
Después llegó la necesidad de privacidad. “Mucha gente no está cómoda sabiendo que los prestadores de servicios de internet pueden monitorizar todo lo que hacen en sus navegadores”. Y por último, llegó el ejemplo de Netflix. “Este es el que realmente popularizó las VPN, porque diferentes plataformas empezaron a bloquear sus contenidos, de modo que si estabas de vacaciones en otro país, de pronto no podías usar tu suscripción”.
ProtonVPN no fue el primer servicio que permitía todo lo anterior, pero sí fue el primero en ofrecer estas opciones con una plataforma de código abierto donde cualquiera con los conocimientos necesarios puede verificar la solidez del sistema. “Las opciones gratuitas o de pago que había eran o bien poco seguras, o bien privadas”, explica Yen. “Entramos en este mercado para ofrecer algo gratuito, de código abierto, públicamente auditado y protegido por las leyes de privacidad europeas”.
Futuro: cuestión de tiempo
Desde el punto de vista del fundador de Proton Technologies, a las VPN aún les queda una larga vida por delante. Se remite a sus tres razones de ser: “La censura no va a desaparecer, de hecho está aumentando; los problemas de privacidad siguen ahí, y cada vez más gente es consciente, y los bloqueos de contenidos son difíciles de predecir, aunque opino que acabaran por desaparecer. Sea un mercado creciente o menguante, estaremos en él porque es parte de nuestra misión”. Lo que no cree Yen es que las VPN tal y como las conocemos ahora vayan a cambiar mucho: “No creo que haya mucho más progreso que podamos hacer. Cuando pienso en dónde quiero que esté la industria dentro de 25 años, espero que sea un lugar donde mi negocio no necesita existir porque ya no hay censura. La situación ideal no es que todos tengamos una VPN por defecto, sino que por defecto no la necesitamos”.
Pall ya no piensa en conexiones, pero sigue persiguiendo el próximo gran invento. “Soy como un niño en una tienda de caramelos en lo que tiene que ver con la tecnología. Ahora trabajo en inteligencia artificial con el mismo nivel de entusiasmo”, asegura. “La única diferencia es que ahora soy mayor. No puedo trabajar hasta las dos de la madrugada siete días a la semana. Pero ahora me centro en el aspecto creativo, en qué más cosas podríamos hacer”.
EL PAIS