Las videollamadas no sólo nos traen fatiga: también reducen la actividad cerebral
Investigadores de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, encontraron disparidades en la actividad cerebral entre las conversaciones en persona y las interacciones en plataformas virtuales como Zoom.
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Si bien a simple vista los interlocutores no perciben diferencias entre comunicación cara a cara y aquella que se hace a través de dispositivos, investigadores de la Universidad de Yale, en Estados Unidos, acaban de descubrir que existen disparidades en la actividad cerebral entre las conversaciones en persona y las interacciones en plataformas virtuales como Zoom.
El estudio, llevado a cabo por la neurocientífica Joy Hirsch empleando tecnologías avanzadas de neuroimagen, reveló que durante las videollamadas se observó una supresión significativa de las señales neurales en comparación con la actividad cerebral más intensa registrada durante conversaciones cara a cara. En concreto, los investigadores registraron las respuestas del sistema neural en individuos involucrados en interacciones en vivo de dos personas, y en aquellos que mantuvieron conversaciones en la plataforma de videoconferencia Zoom. Al comparar los resultados notaron que la fuerza de la señal neural se redujo drásticamente en la videollamada en comparación con las conversaciones en persona. La actividad aumentada entre quienes participan en conversaciones cara a cara se asoció con un mayor tiempo de mirada y un mayor diámetro pupilar, sugiriendo un aumento de la atención en los dos cerebros. Estos hallazgos reflejaron una mayor atención y un intercambio más rico de señales sociales entre los participantes durante las conversaciones en vivo.
Este estudio, publicado en la revista Imaging Neuroscience, subraya la importancia de las interacciones presenciales. Además, plantea dudas sobre la efectividad de las plataformas virtuales para activar los circuitos neurales sociales de manera similar a las interacciones en persona.
Como resume el Doctor en Ciencias Biológicas (UBA), área Neurofisiología, Claudio Osvaldo Cervino, que es Profesor Titular de Fisiología en la Carrera de Medicina, de Escuela Superior de Ciencias de la Salud, de la Universidad de Morón, donde también dirige el Instituto de Ciencias Básicas y Experimentales, “el estudio sugiere que los rostros en línea, con la tecnología actual, no activan eficazmente nuestros circuitos neurales de reconocimiento de rostros y sociales. Cabe recordar que nuestro cerebro procesa de manera implícita, a partir de los rasgos de una cara, el reconocimiento de un rostro y sus manifestaciones, al cual identificamos con una persona y asociamos tanto emocional como cognitivamente con la historia relacional entre ambos individuos”.
Al ser consultada sobre esta investigación, la Dra. Verónica Bisagno, que es Lic. en Psicología, Magíster en Neurociencia y Doctora en Farmacología, y se desempeña tanto como docente de la carrera de Psicología de la Facultad de Ciencias Biomédicas de la Universidad Austral y como Jefa del Laboratorio de Neurofarmacología y Sustancias Psicoadictivas del Instituto de Investigaciones en Medicina Traslacional (IIMT –Universidad Austral-Conicet), reflexiona: “Los hallazgos son muy interesantes, ya que evidencian que la interacción social presencial es vital. De hecho, se trata de una parte importantísima de nuestra vida cotidiana. Ya desde el nacimiento, aprendemos a interpretar y decodificar claves sociales que nos permiten adaptarnos a nuestro ambiente, desde la comunicación infante-madre/padre (o cuidador) hasta la complejidad de la interacción social en la vida adulta”, sostiene, y se explaya: “En las interacciones sociales, la decodificación visual y auditiva es clave para interpretar cuestiones cruciales para la comunicación como son la reciprocidad de interés o la confiabilidad en la comunicación que se establezca, etc. Esta decodificación se dificulta a través de una pantalla, ya que hay estímulos que no pueden percibirse, decodificarse o, lo que es peor, se decodifican erróneamente y se entorpece la comunicación y la conexión entre las personas”.
Cómo mejorar las interacciones a distancia
Mientras que Hirsch expresó a la prensa internacional que las representaciones digitales de rostros, al menos con la tecnología actual, parecen no tener el mismo acceso a los circuitos neurales sociales en el cerebro que las interacciones cara a cara, Bisagno profundiza sobre este tema: “Definitivamente, la tecnología actual disponible para videollamadas es muy limitada en su capacidad de conectar personas de una forma similar a lo que resulta de las interacciones presenciales: nos conecta, nos permite trabajar y hablar con otras personas en forma remota, pero de forma acotada”. En este sentido, por ejemplo, en el contacto remoto es muy difícil conseguir mirar a los ojos a la otra persona, escuchar claramente su tono de voz y percibir el lenguaje no verbal al que los seres humanos estamos adaptados evolutivamente desde hace miles de años. Estos elementos están prácticamente perdidos en las pantallas de las computadoras y dispositivos móviles todavía más pequeños.
Dicho esto, Cervino presenta algunas estrategias para mejorar la calidad de las interacciones virtuales y acercarlas más a las interacciones en persona: “Se podría mejorar el diseño de las plataformas de videollamadas, incorporando características que fomenten el contacto visual y la gesticulación (comunicación no-verbal), como el diseño de interfaces que resalten la importancia de mirar directamente a la cámara. También es importante considerar la iluminación y el entorno para que los participantes de videollamadas puedan reducir la fatiga visual y mejorar la claridad de las señales sociales transmitidas”.
El especialista lista otras ideas, como desarrollar y ofrecer programas de formación y concientización sobre las diferencias entre las interacciones en persona y virtuales, así como estrategias para maximizar la efectividad de las interacciones en línea, y mejorar la resolución y la calidad de video para que las representaciones digitales de las caras sean más realistas y detalladas, facilitando una mayor activación de los circuitos neurales sociales.
Además, el profesional de la Universidad de Morón analiza este tema desde el punto de vista evolutivo: “Los seres humanos hemos evolucionado como una especie social, somos una unidad bio-psico-social. Hemos desarrollado un “cerebro social” que se puede definir como formado por sistemas superiores cognitivos y afectivos cerebrales desarrollados durante el proceso evolutivo como resultantes de las cada vez más complejas y selectivas presiones sociales. En el cerebro existen las estructuras necesarias para entablar y mantener las relaciones sociales, base de la supervivencia del individuo y de la especie en su conjunto”. Además, explora la posibilidad de una adaptación cerebral a largo plazo en respuesta al aumento del uso de videollamadas y las interacciones virtuales.
Planteada la situación, los entrevistados coinciden al señalar que es necesario seguir investigando acerca del impacto de estos cambios en el procesamiento de información a nivel cerebral para adaptar, mejorar y potenciar herramientas de conexión remota que ya posibilitan interacciones antes impensadas, como la participación de personas con movilidad reducida en juegos interactivos, las consultas médicas virtuales o la posibilidad de trabajo y colaboración remota a escala global. Estas tecnologías que “llegaron para quedarse” necesitan imperiosamente ser mejoradas para potenciar las conexiones sociales e impactar en una mejor calidad de vida de sus usuarios.
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