Las llamadas de celular cumplen hoy 45 años
Fue un martes 3 de abril, pero de 1973: Martin Cooper, por entonces un ingeniero en Motorola, hizo algo inédito, y que cambiaría la historia. Llamó a otro teléfono desde el suyo, portátil, sin cables. No era, claro, un rectángulo de vidrio como se estila hoy, sino un armatoste de un kilo y medio, con una batería que duraba 20 minutos (en esto último, dirán algunos, no se aleja tanto de los actuales). No era, tampoco, un teléfono inalámbrico hogareño, que se inventarían más tarde.
¿Dónde se hizo la llamada? En una esquina cercana al hotel Manhattan Hilton, en Nueva York, donde tenía que dar una conferencia de prensa para, justamente, mostrar el aparato y dar a conocer el logro tecnológico de la compañía. La antena (la única antena) estaba en el techo. Hasta entonces las únicas llamadas que se habían hecho eran en laboratorio; esta fue la primera que fue cursada por una red de telefonía convencional.
A propósito: el invento de Cooper sólo hacía llamadas; recién veinte años después sumaría mensajes de texto para transformarse, a fines del siglo pasado, en una computadora de bolsillo.
Martin Cooper venía trabajando en Motorola en el concepto clave de lo que hoy es un teléfono celular, pero que entonces era insólito: Cooper quería un dispositivo para poder llamar a las personas y no a las casas u oficinas, como sucedía hasta entonces con el teléfono fijo.
"El prototipo no era muy confiable -le relató Cooper a LA NACION en una entrevista, en 2013-; los circuitos integrados recién estaban apareciendo, y el prototipo todavía no los tenía; adentro había literalmente cientos de partes, todo era muy inestable, así que fue una ventaja para nosotros que el gobierno se tomara varios años para definir cómo funcionarían las redes celulares, porque fuimos mejorando el equipo; el que se usó comercialmente a partir de 1983 era la quinta versión; habíamos invertido 100 millones de dólares para mejorarlo."
Cooper no llamó a su jefe, ni a su esposa, en esa conexión inicial, sino a Joel Engel, su "archienemigo" laboral. Cooper trabajaba en Motorola; Engel dirigía los laboratorios Bell de AT&T. Ambos competían por tener primero el mismo concepto: un teléfono móvil. Pero Engel pensaba en un teléfono para el auto (los que había hasta entonces eran radioteléfonos, una tecnología inferior). Cooper quería ir más allá.
Aún así, fue Engel quien luego adoptó el Motorola DynaTAC 8000x para la incipiente red de telefonía celular de AT&T. Que no fue la primera del mundo; ese honor le corresponde a Japón, que habilitó la primera red comercial de telefonía celular en 1979, seguida por los países escandinavos en 1981. A la Argentina llegó en 1989 con Movicom.
El DynaTAC 8000x que salió a la venta en septiembre de 1983 tenía un precio de 3995 dólares (unos 9500 dólares al cambio de hoy, según algunos cálculos). Era, como puede imaginarse, para unos pocos; estaba lejos de ser, como lo es hoy, un dispositivo con un precio tan accesible, y que permitió que, 45 años después de esa llamada inicial, haya unos 5000 millones de personas con teléfonos, y unos 7800 millones de líneas activas.
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