El barrio de Nippori en Tokio es conocido por su ambiente de centro histórico, repleto de compradores en sus calles comerciales. Es aquí, entre los comercios retro, donde una tienda de cámaras abrió sus puertas en 2016. En una vitrina que cubre toda la pared de la tienda, las cámaras irradian nostalgia.
Un cliente entra a la tienda pidiendo baterías nuevas. Saca de su bolso una cámara analógica sueca fabricada hace cuatro décadas. Durante aproximadamente 15 años, el hombre ha usado cámaras digitales, pero al recordar que tenía esta cámara escondida en la casa de su infancia, decidió desempolvarla.
Mitsuba-dou Camera Shop se especializa en reparaciones y reventas. Aquí no encontrarás lo último en cámara digitales; la tienda solo ofrece cámaras antiguas.
Con 31 años, Shinichiro Inada es su joven propietario. Con habilidad, cambia la batería e inserta una nueva película. "Ahora puedes volver a usar tu cámara", le dice Inada, devolviéndole la cámara a su propietario. El cliente está satisfecho; irá a un taller de fotografía el próximo fin de semana.
"Nuestros clientes incluyen fotógrafos que han usado cámaras analógicas durante 50 años y usuarios novatos que nunca antes han tocado una de estas cámaras", comenta Inada.
"La mayoría de nuestros clientes tiene entre 10 y 20 años. Parece que admiran el efecto único de las imágenes de la cámara analógica publicadas en sitios de redes sociales como Instagram".
¿Alta tecnología o cultura analógica?
Japón es generalmente considerado un país "de alta tecnología". Los Walkman de Sony, las consolas de videojuegos de Nintendo y los códigos QR son algunos ejemplos de la tecnología japonesa que arrasó en todo el mundo.
Según el Ministerio de Economía, Comercio e Industria (METI), el presupuesto de Japón en investigación y desarrollo para tecnología industrial ocupa el tercer lugar después de Estados Unidos y China. Japón sobresale a nivel mundial en áreas de electrónica doméstica, robótica, automóviles y desarrollo espacial.
Pero al mismo tiempo, en Japón se ha registrado un aumento en la preferencia por lo analógico, como las viejas cámaras convencionales con rollos.
Un paraíso para amantes de lo analógico
"Para cualquiera que ame lo analógico, Japón es como el cielo", dice Bellamy Hunt, una entusiasta de las cámaras filmadoras inglesas que vive en el barrio Kichijoji de Tokio.
Después de viajar por el mundo, Hunt eligió Japón para establecerse en 2004 y siete años más tarde abrió su tienda de cámaras analógicas en Internet: Japan Camera Hunter.
Antes de eso, Hunt pasó dos años trabajando en una tienda de cámaras a la que acudían fotógrafos profesionales. Aprendió por experiencia que, en Japón, no se toleran errores: todo tiene que estar "al 100%".
Se dio cuenta de que sus clientes cuidaban sus cámaras y que mantener las herramientas de su oficio era una forma de expresión y orgullo en su trabajo.
Hunt cree que es esta actitud de cuidado lo que define la calidad de las cámaras disponibles en Japón.
La mayoría de los aficionados compran sus cámaras en el mercado de segunda mano. En comparación con las cámaras disponibles en otros lugares, las vendidas en Japón tienen menos acumulación de polvo, menos piezas faltantes y están, en su mayoría, en perfecto estado.
Dice que la "accesibilidad" es otra característica de la cultura japonesa de las cámaras analógicas.
Durante las últimas décadas, estas cámaras se han popularizado, no solo entre un puñado de fanáticos, sino dentro de una base más grande.
Tanto "cheki" (una cámara instantánea estilo la Polaroid de Fujifilm) como "utsurundesu" (una cámara desechable de un solo uso, también de Fujifilm) son asequibles y son las más vendidas desde su debut en el mercado hace más de 20 años.
En las principales ciudades hay grandes tiendas electrónicas y tiendas de segunda mano que se dedican a las cámaras analógicas, lo que brinda acceso a cámaras de todo el mundo.
Arte visual
Dentro de las calles del barrio Nakameguro de Tokio se encuentra Waltz, una rara tienda en el mundo de hoy que se especializa en la venta de cintas de casete.
Abierta en 2015, la tienda cuenta con una colección de más de 6.000 cintas. Expuestas sobre mesas de madera, las cubiertas brillantes de los casetes no se ven retro o nostálgicas.
"Las cintas de casete no son elementos del pasado, sino parte de una cultura musical nueva y en expansión", explica Taro Tsunoda, el propietario de Waltz. Aunque la tienda también vende casetes de segunda mano más antiguos, su enfoque principal son las cintas nuevas.
Según Tsunoda, desde 2010 ha habido un aumento en el número de artistas, principalmente de la costa oeste de Estados Unidos, que han relanzado canciones en forma de casete. Como resultado, las cintas se han revaluado a escala global. La compañía de análisis de música BuzzAngle Music informó que las ventas de cintas de casete han experimentado un aumento dramático en 2018, con un 18,9% más que el año anterior.
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"El empaque rectangular en las cintas de casete es como un libro de arte creado por el músico. Por lo tanto, mi tienda está aquí para presentar su trabajo como arte visual", dice Tsunoda.
Diseñó el interior de la tienda a imagen de una galería de arte moderno.
Incluso las cintas de casete de segunda mano están envueltas y en perfectas condiciones. No hay un solo casete fuera de lugar. "La atención está en los detalles. Quizás eso sea muy japonés", dice Tsunoda con una sonrisa.
Más de la mitad de los clientes que visitan Waltz son extranjeros, y aunque muchos trabajan en la industria de la música, también hay profesionales de la moda y el diseño. En 2017, Waltz fue catalogado como un Lugar Gucci, destacándolo como un lugar que inspira a la marca de lujo.
¿Qué dice de la economía de Japón?
Akira Takamasu, vicepresidente de la Universidad de Kansai y profesor de sociología, dice que "la cultura analógica de Japón está directamente relacionada con el crecimiento económico del país".
Takamatsu lanzó un arriesgado proyecto en la universidad en 2001, dirigiendo una compañía discográfica independiente y creando música junto a los estudiantes.
"Los discos tienen una calidez y profundidad de sonido únicas, razón por la cual hay personas que todavía aman el vinilo. Pero esa no es la única razón por la que las personas prefieren los discos", dice.
"El auge del audio se produjo en Japón durante los años 70 y coincidió con la burbuja económica de la posguerra. La gente comenzó a sentir la seguridad monetaria que permitía el gasto, no solo en las necesidades cotidianas, sino también en los nuevos fenómenos culturales, que, en ese momento, eran los vinilos".
Takamasu señala el estancamiento económico del último cuarto de siglo en Japón como la razón que está impulsando el amor por lo retro.
"Si la movilidad social no ha mejorado durante 25 años, que es más de la mitad de la carrera de un trabajador, entonces comprar tendencias es más costoso", dice. "Quizás volver a los viejos hábitos retro refleja una actitud japonesa que muestra el otro lado del estancamiento".
Cualquiera que sea la razón (una economía ralentizada, hábitos de consumo hipster o simple nostalgia), el amor de Japón por los aparatos viejos demuestra que si no está roto, no lo arregles.
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