Detrás de Clementina: la historia de Rebeca Guber, pionera de la informática en la Argentina
Pionera de la informática en el país, como jefa de operaciones de la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires estuvo involucrada en la compra y puesta en funcionamiento de Clementina, la primera computadora científica de Latinoamérica
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Rebeca Cherep de Guber fue una de las pioneras de la informática en Argentina, aunque su nombre difícilmente resuena por fuera de los pasillos del Instituto del Cálculo, que funciona todavía en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Estos pasillos, estas aulas y estas oficinas son testigos del enorme trabajo de Rebeca, o “Rebe” como la llamaban. Ella fue Secretaria Técnica del Instituto y se desempeñó como jefa de operaciones de un equipo que llegó a tener más de 70 personas, administrando y gestionando los diferentes proyectos de la institución, entre ellos la compra y puesta en funcionamiento de la primera computadora científica de Latinoamérica, la célebre “Clementina”. Un 15 de mayo de hace 60 años comenzaba a operar esta poderosa (¡y gigante!) herramienta de cálculo. “El primer trabajo que hicimos fue una muestra del procesamiento del censo nacional que llevó media hora de procesamiento. Cuando nos fuimos, 3 años después, la computadora procesaba 24 horas, 7 días a la semana, por la cantidad de proyectos que realizábamos”. Centros de investigación de toda la región, organismos estatales, empresas públicas y privadas hicieron fila para aprovechar la Clementina.
Pero allí no empieza la historia, que está cruzada por los vaivenes políticos de nuestro suelo. Rebeca se cruzó con infinidad de barreras, persecuciones ideológicas y gobiernos que desfinanciaban líneas de trabajo enteras; como ella decía “Lamentablemente un nuevo funcionario, casi por definición, destruye lo del anterior”. Rebeca fue una pionera y también una incansable gestora política, trabajando para crear las condiciones para que una ciencia y tecnología de calidad tuvieran lugar en nuestro país.
Rebeca Cherep nació en un conventillo en Avellaneda, sobre la mesa del cuarto en el que su familia inmigrante vivía. La anotaron el 2 de junio de 1926, a los pocos días de nacida. Gracias al esfuerzo de sus padres, al suyo propio y al apoyo de sus docentes, que notaron en ella una facilidad con las matemáticas, ingresó a estudiar en la Universidad de La Plata, cursó en unos pocos años y se recibió de Doctora en Matemáticas. Su director de tesis fue Luis Santaló, un exiliado republicano español y uno de los fundadores del campo de la Geometría Integral. Estos comienzos ya indicaban que su futuro podía estar en la Universidad, como docente e investigadora. Pero no pudo ser hasta años más tarde: “Cuando me recibí gané un concurso de Jefe de Trabajos Prácticos pero, a pesar de que el decano de entonces me sostuvo cuanto pudo, su ejercicio fue imposible porque no acepté afiliarme al partido gobernante”, decía.
Trabajó, entonces, por años como profesora particular, llegando a fundar un instituto de clases de matemática para estudiantes de ingeniería. Tanto aprendió sobre las dificultades del alumnado que escribió junto a Manuel Sadosky, una figura que empezaba a destacarse en el ambiente y que sería su amigo y compañero de proyectos por venir, el “Sadosky-Guber”, un paradigmático libro reeditado anualmente entre 1957 y 1998 por Editorial Alsina y que aún hoy se usa. En 1955 volvió a la vida académica como Jefa de Trabajos Prácticos en Análisis 1, pero en la UBA.
En 1957 Rolando García asumió como decano en la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales de la UBA y Manuel Sadosky fue su vice-decano. Juntos, impulsaron la creación del Instituto del Cálculo, que llegó a ser el centro de la matemática aplicada del país. Y, allí fue cuando Rebeca Guber fue una de las artífices de la maravilla de la Clementina junto a un equipo de programadores que eran, en su enorme mayoría, mujeres. Toda la gestión cotidiana del instituto desde su designación como Secretaria Técnica estuvo a cargo de Rebeca.
Tampoco termina allí su historia. El 28 de junio de 1966 un nuevo golpe de Estado estableció una dictadura en nuestro país. Una medida fue suspender la autonomía universitaria vigente, a duras penas, desde 1918. El 29 de julio la policía ingresó violentamente a Exactas, reprimió a estudiantes, docentes y autoridades que clamaban por la autonomía. Ese atardecer fue conocido, haciendo la analogía con el nazismo, como la Noche de los Bastones Largos. La reacción fue la renuncia masiva de profesores y jefes de trabajos prácticos y ayudantes, Rebeca, Manuel, Cora Ratto y Rolando, entre ellos.
Junto con Manuel y otros dos colegas de la Facultad rebeca fundó ACT -Asesores Científico Técnicos- la primera empresa privada argentina orientada al desarrollo de software. De esta manera buscaban continuar algunas de las líneas de investigación del Instituto. Rebeca cumplía un rol gerencial y se encargaba de confeccionar todas las propuestas de los trabajos. En 1970 vendieron la empresa a sus empleados y empleadas, y esta siguió funcionando hasta 1989.
En 1973 dirigió la obra social empresaria APS, que atendía a los socios de la Confederación General Económica (CGE), para apoyar y promover la pequeña y mediana empresa. El 24 de Marzo de 1976, el mismísimo día del golpe de estado, un teniente coronel, un comodoro y un capitán de fragata intervinieron APS y a los pocos días obligaron a Rebeca a renunciar y dejar su oficina. Los empleados todavía recuerdan que “despedimos a Rebe más de 200 compañeros en el hall central, a los aplausos, al grito de “Rebe corazón”, la seguimos hasta la calle para despedirla, ella nos dejó esta frase inolvidable: Los errores están en la cuenta del hacer”.
Después de un año sin conseguir trabajo y con una hija a cargo, decidió irse a probar suerte primero en San Pablo y después en Caracas donde apoyó el desarrollo informático, los sistemas científicos y de becas en el exterior. Regresó al país para participar con Manuel en los equipos de Ciencia que acompañarían a Raúl Alfonsín. Rebeca fue Jefa del Gabinete de asesores y luego Subsecretaria de Coordinación Operativa de la Secretaría de Ciencia y Tecnología.
Rebeca siguió trabajando en políticas públicas que potenciaran el desarrollo científico y tecnológico argentino y regional hasta sus 85 años. Pasó por gestiones de todos los colores políticos buscando, cuanto pudo, una continuidad en la gestión y la orientación. Así, se ocupó personalmente de la creación del Instituto Tecnológico de Chascomús (INTECH), uno de los principales centros de biotecnología del país y que hoy depende de CONICET y de UNSAM. Lideró el proyecto de la Escuela Superior Latinoamericana de Informática (ESLAI) para formar doctores en informática integrados y conectados en América Latina. Condujo el ciclo de mediometrajes Ciencia y Conciencia, para difundir el quehacer científico, diseñó el Programa de Incentivos a los Docentes Investigadores y condujo el componente de fortalecimiento de las ciencias exactas y naturales e ingenierías del Fondo de Mejoramiento de la Calidad Universitaria (FOMEC) y participó de la creación de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica (ANPCyT). Fue promotora de la creación en 2009 de la Fundación Sadosky, una organización público privada para favorecer la articulación entre el sistema científico tecnológico y la estructura productiva en el campo de las tecnologías de la información y la comunicación. Su último empleo fue en el Centro Redes.
Cuando le preguntaron en una entrevista cómo lograr que los y las científicas expatriadas volviera trabajar en el país, respondió sin dudar que dependía de: “la creación de condiciones de trabajo en un país que impulsa políticas que, para ser realizadas, necesita de científicos o de tecnólogos.” Rebeca Guber nos dejó el 25 de agosto de 2020 por COVID, pero la ciencia informática argentina no sería lo que es hoy sin su legado.
La historia de Rebeca Guber forma parte del libro Científicas de Acá. En el blog puede encontrarse la historia completa, publicada con licencia abierta junto con sus fuentes. Enormes gracias a Rosana Guber por los comentarios y aportes sobre este texto.
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