La imaginación, el oscuro secreto del oficio científico
Antes era de dominio público. Albert Einstein lo proclamaba sin complejos: "La imaginación es más importante que el conocimiento. El conocimiento es limitado. La imaginación da la vuelta al mundo". Ahora, Tom McLeish, profesor de Filosofía Natural en el departamento de Física de la Universidad de York lidia con jóvenes alumnos que afirman no encontrar espacio para la creatividad y la imaginación en la ciencia. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí? "Durante doscientos años, los científicos han preferido una narrativa más segura sobre el método científico o la lógica del descubrimiento científico", señala el docente en un ensayo publicado en Aeon.
El problema, explica, es que la educación de ciencias se ha inclinado por la presentación de resultados y el conocimiento, en lugar de dejar espacio a las historias humanas de asombro, imaginación, ideas fallidas y "esos gloriosos e inesperados momentos de iluminación que se entrelazan en las vidas de cualquiera que hace ciencia". También ve indicios de culpabilidad en los medios. "Nunca olvidaré el documental de la BBC sobre Ciencias de la Computación en el que el presentador asegura a los espectadores, mirando a cámara, que no hay espacio para la imaginación en la ciencia. No es de extrañar que mis jóvenes compañeros hayan quedado desilusionados", recuerda.
El arte ha vivido un proceso parecido, pero en dirección contraria. Mientras en los científicos crecía la reticencia a hablar del papel de la imaginación, en los artistas aumentaba la timidez en lo relativo a sus procesos de experimentación. "Los artistas también trazan hipótesis sobre cómo sus materiales, palabras o sonidos conseguirán el objetivo que tienen en mente", señala McLeish. Este punto de vista fue el que le impulsó a la investigación que ha concluido con su libro, La poesía y la música de la ciencia.
Tres imaginaciones y una mentira
El resultado de sus pesquisas se resume en tres tipos de imaginación que sirven tanto a artistas como científicos. La imaginación visual, evidentemente imprescindible para los primeros, pero también irrenunciable para los otros; la textual y lingüística; y una tercera que emerge cuando las palabras y las imágenes se diluyen: "Entonces encontramos las maravillosas y misteriosas abstracciones de la música y las matemáticas", revela.
"Reconocer que la ciencia encuentra un lugar tan profundamente estructural en la cultura humana como el arte solo nos enriquecerá y nos hará más capaces", promete el profesor. Su propuesta es fomentar la exploración de otras vías a la ciencia, más allá de las formalmente educativas para descubrir que esa idea tan común de la ciencia no es para mí, "es una mentira cruel".