Hay una historia entrañable que tiene que ver con las dimensiones del transbordador espacial.
Aparentemente, los propulsores tenían que poder cruzar túneles ferroviarios diseñados para que pasasen por ellos un par de caballos con un carro.
En resumen: los propulsores del trasbordador espacial debían tener el ancho de dos traseros de caballo.
Una historia similar —y muy cierta— puede contarse sobre la nueva estrella de la industria espacial, el CubeSat.
Sus dimensiones fueron determinadas por el tamaño de un Beanie Baby.
Este tierno peluche causaba furor en 1999, cuando Bob Twiggs, profesor de la Universidad de Stanford, en Estados Unidos, estaba enseñando a sus estudiantes de grado a diseñar satélites.
En ese entonces, los satélites eran grandes.
El satélite de telecomunicaciones Artemis lanzado en 2001 pesaba más de tres toneladas. Tenía 8 metros de altura y cada uno de sus dos paneles solares era tan grande como un autobús.
Con todo ese espacio y ese peso disponibles, la tentación era poner más y más cosas dentro del satélite. Eso no solo lo habría hecho más caro, sino que también no los habría estimulado a pensar más cuidadosamente.
"Si tienes mucho espacio para poner todo lo que quieras, acabas no siendo muy cuidadoso", dice Twiggs. Por eso él y sus colegas decidieron que a los estudiantes había que imponerles limitaciones.
"Que quepa en esta caja"
Twiggs estaba en una tienda local cuando descubrió el peluche Beanie Baby, empacado muy prolijamente dentro de su caja.
De regreso en la clase puso la caja en el escritorio y les dijo a sus estudiantes: "Sus satélites tienen que entrar en esta caja".
Su desafío se convirtió en una práctica estándar para toda una nueva generación de satélites diminutos.
CubeSat no es quizás el nombre más apropiado: la unidad mide 10 cm x 10 cm x 11,35 cm.
Este tipo de satélite puede tener varias unidades, pero aún así debe medir como una caja de zapatos y pesar kilos (no toneladas).
Un CubeSat que está en proceso, el Lunar Flashlight, tiene como misión orbitar la Luna y reflejar la luz del sol en cráteres profundos y analizar la luz que rebota de ellos.
El proyecto Near-Earth Asteroid Scout (NEA Scout) de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) recogerá información de asteroides y la enviará a la Tierra.
Pero por ahora, la mayoría de los CubeSats están diseñados para tomar fotos de nuestro planeta desde arriba. Sus elementos básicos son: un procesador de teléfono inteligente, paneles solares, una cámara y algunas baterías. La firma argentina Satellogic lanzó varios de estos modelos al espacio.
Baratos
Los CubeSats son baratos de hacer y también de enviar al espacio. Tradicionalmente, todo el proceso —desde el inicio hasta el lanzamiento— de un satélite grande puede costar cerca de US$500 millones. En cambio, puedes enviar un CubeSat a orbitar la Tierra por cerca de US$100.000.
Los cohetes grandes como el Ariane 5 de la Agencia Espacial Europea o el Soyuz-2 de Rusia miden cerca de 50 metros de altura.
Pero los CubeSat y otros satélites diminutos pueden viajar en cohetes mucho más pequeños del sector privado, como el Electron de 18 metros de altura lanzado desde la base de Rocket Lab en Nueva Zelanda.
Los CubeSats también pueden enviarse al espacio cuando se hace el lanzamiento de un satélite grande.
A comienzos de 2017, ISRO, la agencia espacial oficial de India, puso en órbita 104 satélites en un único lanzamiento (un récord mundial). Tres eran grandes y el resto pequeños. E incluía a 88 CubeSats de una nueva compañía de Silicon Valley, Planet.
Planet fue fundada en 2010 y cuenta con la flota privada de satélites más grande del mundo (tiene más de 140). Toman miles de fotografías por día de cada rincón del planeta, una vez cada 24 horas.
El sistema de captura de imágenes no es tan sofisticado como el de los satélites grandes. Sin embargo, brindan una mejor cobertura porque toman más fotos de más lugares en un lapso de tiempo establecido.
Y los 140 satélites de Planet pueden ser la vanguardia de algo mucho mayor. Tanto SpaceX como Amazon han anunciado sus planes de lanzar miles de satélites hacia una órbita cercana a la Tierra.
Lecciones
Los CubeSats pueden enseñarnos tres lecciones sobre la economía moderna.
La primera es por qué los módulos baratos y estandarizados son tan importantes.
Si bien reservamos nuestra atención y nuestros aplausos para proyectos únicos y complejos, ser barato lo cambia todo.
Segundo, los pioneros de CubeSat han abrazado el modelo de Silicon Valley que en inglés se conoce como fail-fast (un sistema que indica inmediatamente en la interfaz cualquier cosa que lo puede hacer fracasar).
NASA, como agencia pública, tiene muy poca tolerancia al riesgo. Pero un CubeSat, que puede ser desechable, permite hacer un planteamiento diferente: si vas a lanzar decenas al mismo tiempo, no pasa nada si pierdes uno o dos.
Mientras que la NASA se ha concentrado tradicionalmente en asegurarse de que sus costosos equipos funcionen a la perfección, con los CubeSat no hay que preocuparse.
Fracasar con satélites descartables es más barato que triunfar con los grandes. Si no funciona, lo intentas otra vez.
Y, por último, no descartes al sector público tan fácilmente.
La NASA ha apoyado el proyecto CubeSat financiando los cohetes pequeños que lanzan a estos satélites. También los ha enviado sin costo a la Estación Espacial Internacional, desde donde pueden ser lanzados desde una cámara de descompresión especial.
Ventajas de observarlo todo
Puede que los CubeSats nos enseñen pronto algo completamente nuevo sobre cómo funciona la economía.
El gran economista Alfred Marshall murió en 1924. Él definió a la economía como el estudio de la humanidad "en el ordinario negocio de la vida".
CubeSats nos permite observar esto a medida que se desarrolla, en todo el mundo, día a día, y en bastante detalle.
Quienes hacen predicciones económicas han notado esta posibilidad.
A muchos les gustaría saber si el precio del petróleo subirá o bajara, o si habrá un crecimiento en el mercado del trigo, o una escasez de café de buena calidad.
No hace falta tener mucha imaginación para ver cómo las imágenes diarias de las cosechas pueden darte una ventaja.
Con un buen análisis y las fotografías adecuadas, puedes también identificar camiones en la carretera o contar tanques de almacenamiento de petróleo.
Quizás puedas también estimar cuánta electricidad está generando una planta eléctrica, observando las columnas de humo.
Pero más allá de esto, los satélites prometen revelar las conexiones escondidas del entramado de la economía mundial.
Los algoritmos están empezando a extraer información sutil a cierta escala: ¿cuántas de las casas en un poblado de Kenia necesitan un techo metálico? ¿Cuáles carreteras de Camerún están en buenas condiciones? ¿han cambiado en algo con la ayuda de dinero del extranjero?
Hay muchas cosas ocurriendo por debajo de la superficie de una gran economía. Por eso mucha de esta información no aparece en estadísticas regulares por meses y a veces años. Ahora, podemos ver estas cosas día por día.
Como nos recuerda la vieja historia del trasbordador espacial y el trasero de los caballos, algunas cosas en nuestra economía cambian lentamente.
Pero mucho de la economía moderna cambia de forma muy rápida. Por eso no sorprende que algunos estén interesados en tomar instantáneas.