La evolución de los juguetes hacia una oferta sin género
Hasta hace no tanto las jugueterías tenían una clara división binaria en los colores de sus productos: rosas o celestes, que segmentaban cada góndola. Y no es un dato anecdótico ni algo local: detrás de cada juguete hay un estereotipo de género que influye en las carreras o elecciones profesionales de las y los niños, como afirman ciertas investigaciones o incluso se escucha en una charla en uno de los Clubes Ted-Ed de una adolescente que se pregunta: ¿Qué quiero sumar con mi juguete?
Como siempre, hay quienes se revelan: como Nelson, quien creó YOXO con la idea de generar, a través de piezas de encastres de madera reciclada, figuras como dragones o helicópteros que no buscaban apuntar a un género en particular. A pesar de ganar varios premios de sustentabilidad y creatividad, Nelson comenzó a preocuparse por la diferencia entre sus consumidores: 60% eran niños y 40% eran niñas. Y fue por eso que creó un modelo llamado Tera: un robot rosa y violeta que en la caja tenía la foto de una niña. "Es un experimento -explica-; desde un inicio busqué que YOXO fuera neutral en el género, y después de un año sigo pensando: ¿cómo hago para que más niñas se interesen por juguetes de construcción, para revertir el porcentaje?"
Al ser la primera hija de mi familia, yo también fui un experimento, y en una época en que no se hablaba de estos temas, mi mamá decidió fomentar otras elecciones de juguetes: tuve desde los mejores camiones de carga hasta mi caja de Meccanos y Duravits. A pesar de disfrutarlo, mientras crecía pertenecer a un grupo de amigas significa pedir en casa los juguetes prohibidos: Barbies y Ponies. El mercado del juguete cada vez más está destinado y segmentado a edades más jóvenes, producto de la fuerte incidencia de la publicidad y marketing. Uno de los ejemplos más claro es el lanzamiento comercial de las computadoras personales en la década de 1990, donde se decidió en una reunión de marketing que el target de consumidores fuera solo niños y preadolescentes varones, lo que afectó de manera radical al campo de la tecnología, que en la actualidad está liderado por casi en su totalidad por estos perfiles.
Debbie Sterling vivió en primera persona la consecuencia de estas propuestas cuando en la universidad a sus compañeros varones les iba mejor en la materia de diseño proyectual, y luego de investigar la causa descubrió que esto tenía correlación por su exposición a temprana edad a videojuegos, donde desarrollaban habilidades claves para este desempeño posterior. Así es que creo GoldieBlox , un kit de construcción para motivar a las niñas a que sean la próxima generación que lidere los ámbitos de la ingeniería y tecnología. Sus primeros prototipos fueron un fracaso, por lo que pasó un año investigando las diferencias de género para desarrollar un juguete de construcción que fuera más allá de simplemente "hacer que se pusiera rosa" para atraer a las niñas.
Sterling leyó innumerables artículos sobre el desarrollo cognitivo y los patrones de juego de los niños. Entrevistó a padres, educadores, neurocientíficos y expertos en Ciencia y Tecnología. Lo más importante, ella misma jugó con cientos de niños y niñas hasta entender cómo podía crear un juguete totalmente diferente y con un objetivo particular. "Quiénes están atrás de la industria solo piensan en hacer más lucrativos sus productos, nunca escuchan a sus consumidores", destaca Sterling.
¿Pero que pasa si un niño quiere el robot rosa Tera? La clave está en no poner etiquetas de género en los juguetes, destaca Nelson, y ahí los adultos somos responsables. Si un chico ama el rosa ¿por qué no puede elegir ese color en su juguete?
Agustina Ramírez Bustos, psicóloga, especialista y autora de Crianza Libre, advierte sobre las elecciones que dirigimos los adultos: "En gran parte viene de la idea de que el niño es un sujeto pasivo que aprende del juguete, que recibe la información que este tiene para aportar, y se nutre con las posibilidades rígidas, estipuladas y estereotipadas que el objeto le puede dar". Pero eso está lejos del impacto real: "el juego es una función vital para los bebés y niños. Es una actividad íntima y sagrada que les permite apropiarse del mundo y constituirse subjetivamente."¨
En el mundo del comercio digital, Amazon ya comenzó a sacar las etiquetas que clasifican los juguetes para niños o niñas que limitaba o sesgaba las búsquedas a la hora de hacer compras online. Y en esto no se trata de quitar el género de vista, sino de empezar a dejar de fomentar microprácticas que terminan incidiendo en la inequidad de género. Como menciona Agustina, como adultos solemos pensar: "Este juego es así. Esto te gustará. No se juega con esto porque es de niña. Estás jugando mucho con bloques, ¿será que vas a ser arquitecto?" Y sin saber estamos direccionando el accionar y la capacidad de elegir de los niños, desde la etapa infantil, y en adelante.
En la Argentina empiezan a surgir propuestas como las de Ikitoi, desarrollado por jóvenes recibidos en la UBA que apuestan al desarrollo cognitivo y físico a través del juego sin género.
Una reciente investigación da cuenta que para que el desarrollo llegue a su máximo potencial, tiene que ser neutral de género. Y deja deslizar entre sus hallazgos que es la generación de millennials la que empieza a preguntarse qué valores transmite una marca, más allá de la relación precio-calidad, la pregunta que está cada vez más presente es: ¿qué le va a enseñar una Barbie a tu hijo o hija?
Los roles de género son cada vez menos rígidos y las identidades de genero más fluidas; no se trata de "feminizar" los juguetes históricamente "masculinos", se trata de empezar a jugar como sociedad sin retroceder más casilleros. Y la regla más importante para la especialista Agustina es que esto no es un juego de niños: "el desafío es darles lugar a los verdaderos protagonistas". ¨