Hiperconectividad en pandemia: hay que redefinir a qué nos referimos con la “cultura pantalla”
En cuarentena, la vida digital es norma y la hiperconectividad casi no sufre cuestionamientos. De cara a más aislamientos parciales o totales, se añora el contacto físico, pero se construye un nuevo vínculo con las pantallas, quienes vinieron al rescate de las actividades cotidianas, el trabajo, la educación y los vínculos.
De repente, la demonización de las pantallas parece haberse detenido. Cuando todo –o casi todo- depende de ellas para que una parte de la sociedad pueda seguir funcionando, su rol cambia. Trabajo, estudio, ocio, contacto con los otros, comercio y finanzas: todo parece pasar por ellas.
El aislamiento desplaza ciertas discusiones recientes: la "tecnodependencia" de la que hablaba Nicholas Carr en Atrapados. Cómo las máquinas se apoderan de nuestras vidas parece tener poca cabida en una nueva cultura Zoom, donde -como bien lo ilustra la tapa de Wired- buena parte de nuestra vida en pandemia transcurre en esos entornos.
Cuando en Alone Together: Why we expect more from technology and less from each other (Juntos en soledad: por qué esperamos más de la tecnología y menos de los demás) la profesora del MIT Sherry Turkle afirmaba que la tecnología nos daba la "falsa sensación" de estar conectados con otros, pero perdíamos la verdadera cercanía, no imaginaba que su hipótesis se haría mas real que nunca en este tiempo inédito de hiperconectividad explícita, donde las pantallas son buen parte de lo que mantiene el pegamento social y la actividad económica funcionando.
Pantallas: una batalla en pausa
De acuerdo con Gabriela Bortz, Doctora en Ciencias Sociales y Magíster en Ciencia, Tecnología y Sociedad por la Universidad de Quilmes, la pandemia visibiliza la dimensión tecnológica que nos rodea. "Nos hace pensar y reflexionar más sobre el rol de la tecnología en la sociedad y en nuestras vidas cotidianas".
Analizando la relación entre Black Mirror y la cultura digital, el filósofo Esteban Ierardo afirmaba que lo importante era preguntarse si la sociedad de pantallas se estaba convirtiendo en tecnoadicta y absorbida por la inmediatez o si podía jugar con distanciamiento, desconexiones, una suerte de "libres exploradores" de lo que ofrece la cultura digital.
La propia lógica de la cuarenta hace que de la hiperconectividad sea casi una norma global, por lo que cabe preguntarse –frente a pronósticos que indican más aislamientos parciales o totales en el futuro cercano- qué tipo de relación y mentalidad se está construyendo respecto de las pantallas.
El "fuerte empujón" a la vida digital tiene una verdadera razón no tecnológica sino humana: "La necesidad de estrechar vínculos sociales y mantener una vida activa nos llevó a aferrarnos a la tecnología como nunca antes", apunta Mariela Reiman, directora de Chicos.net
FOMO en su máxima expresión
Pero el aislamiento también profundiza estados de ansiedad que la tecnología suele estimular. Se exacerba el síndrome conocido como FOMO (del inglés: "miedo a perderse algo") un rasgo ya característico del siglo XXI potenciado por internet y las redes sociales.
Con los medios digitales al rescate de las actividades habituales, hubo una suerte de fascinación con esa compensación. "Una falsa ilusión de mantenerlo todo, de ser productivos y seguir activos. Creo que eso duró sólo unos días hasta que logramos ubicar nuestras necesidades reales, la excepcionalidad de todo esto y preguntarnos qué es lo que realmente queremos y podemos hacer", explica Reiman.
La cuarentena no es un concurso de productividad
Para Laura Jurkowski, psicóloga y directora de reConectarse (un centro de tratamiento de adicciones a la tecnología), por momentos se advierte un "concurso de productividad" que trae consecuencias. "Tener tiempo y acceso a toda esta información hace que sintamos que tenemos que hacer mas y mas. La hiperconexión también hace que la gente esté muy pendiente de las reacciones de los otros a sus posteos e interacciones en redes".
Todos los especialistas coinciden en que este contexto excepcional no debe evitar reflexionar sobre las consecuencias del uso de tecnologías.
No hay que perder de vista que la hiperconexión trae diversos problemas físicos (cansancio de ojos, problemas posturales) "Atenta contra las funciones psicológicas superiores como atención, concentración y memoria y pautas del sueño, importantísimas para rendir mejor y sentir menos ansiedad. Hay que procurar momentos de desconexión en las comidas, con la familia, para hacer otras actividades offline", señala Gabriela Martinez Castro, psicóloga y directora de CEETA (Centro de Estudios Especializado en Trastornos de Ansiedad)
Aulas virtuales
Las tecnologías como núcleo del aprendizaje en medio de la pandemia cambiaron el eje de la discusión, pero también plantean interrogantes para el futuro.
Quizás ya no es momento de medir cuantas horas de uso tecnológico tienen los niños en edad escolar. "El foco deberá estar en la calidad de los contenidos que consumen. Sin embargo, quienes tienen espacio o disponibilidad en sus casas para hacer actividades físicas deberían hacerlo, sobretodo para los más pequeños", apunta Ezequiel Passeron, director institucional de Faro Digital.
Si bien en este caso las pantallas pasaron de ser un potencial peligro a sostén de tareas y vínculos, persisten las recomendaciones de uso. "Construir en familia acuerdos y pautas, convertir el tiempo de pantalla en oportunidades para aprender y crear, jugar y usar juntos los medios digitales y tener una mirada crítica sobre la vida y consumos digitales", sostienen desde Chicos.net.
Un desafío latente tiene que ver con la función de socialización de la escuela. "Una parte de ella que tiene que ver con el contacto cara a cara y la empatía, que en este contexto se ven amenazados. Tendremos que trabajar para poder sostener aquellas nuevas puertas y recursos que nos dio la tecnología, y a la vez volver a recuperar aquellas cosas que se perdieron al limitarse el contacto cara a cara", resaltan desde reConectarse.
Otra cuestión latente, según Alejandro Artopoulos -director de Investigación y Desarrollo del Centro de Innovación Pedagógica de la Universidad de San Andrés- es que la transpandemia avance sin una reacción a tiempo de los sistemas educativos. "El problema es la saturación de un solo canal. El abuso del Zoom o de la tarea debe ser controlado con nuevas formas de contacto asincrónico también en pantallas, pero de otra intensidad y cadencia. Espacios protegidos que permiten la cercanía sin obviedades, la confianza sin imposición".
Aprendizaje forzoso
En el medio del caos inicial del aislamiento, el aprendizaje forzado de tecnologías –para trabajar, vincularse o bien para comprar o utilizar pagos electrónicos o billeteras virtuales- se aceleró. "Con una mirada optimista, puede ser una oportunidad para generar nuevas capacidades o habilidades en la población", señala Bortz.
Sobre todo, muchos adultos mayores se vieron obligados a incorporar estos saberes. "En contextos donde hay opciones o mecanismos alternativos preferimos la parsimonia de lo que conocemos –explica la psicóloga Beatriz Vuelta- Sin duda, algunas personas capitalizaran este aprendizaje cuando consigan sortear los esfuerzos para aprender a beneficiarse de ellos".
Para que estas personas pudieran abrir este camino digital fue vital la ayuda de sus pares y familiares. "Este aprendizaje en comunidad y la búsqueda de autonomía sobresalieron en estas semanas, descubrir y desarrollar nuevas capacidades que teníamos ocultas, un beneficio inesperado", subraya Reiman.
Aquí entran a tallar otras necesidades que aceleran estos aprendizajes. "No podemos pensar que las soluciones tecnológicas (por ejemplo, un campus virtual, billeteras virtuales, incluso el uso de tarjetas de crédito) funcionen por sí solas: requieren que las personas cuenten con capacidades previas de uso, posibilidad de aprender a usarlas, pero además otras cuestiones como infraestructura, conectividad, que en muchos casos no tienen lugar", refueza Bortz.
La segunda brecha digital
Estar incluidos digitalmente implica que los tres pilares (conectividad, dispositivos y formación) estén presentes. "Si alguno de estos falla no hay inclusión digital y estas personas quedan marginadas, excluidas y solas. Los gobiernos deben trabajar sobre los tres pilares más que nunca", reflexiona Alicia Bañuelos, ministra de ciencia y tecnología de San Luis.
En el caso de la educación, las peores consecuencias post Covid-19 no serán por exceso de pantallas. "El estado debería rápidamente planificar acciones para mitigar la segunda brecha digital. Si antes la brecha digital hacía diferencias por el acceso a los dispositivos ahora además de estar presente en el acceso a la banda ancha, está en el acceso a plataformas y los conocimientos para utilizarlas o los aprendizajes que se generan con ellas", señala Artopoulos.
El fin de la desconexión
Desde Chicos.net afirman que probablemente sea momento de dejar de pensar en lo digital y lo físico de manera binaria: "Todo se está mezclando sin un límite claro".
"Si bien no es sustentable esta hiperconexión, experimentar la reclusión con pantallas nos está preparando para un mundo traspandemia, un híbrido en el que van a coexistir la distancia social funcional con la intimidad cotidiana en pantalla" explica Artopoulos.
En Faro Digital señalan que las personas "somos seres de hábito" y que así como nos acostumbramos a conectarnos a través de pantallas con mayor frecuencia en el confinamiento, el día de mañana podremos volver a tener una diversidad de posibilidades para ser y estar en el mundo.
"La resignificación de las subjetividades será algo a tomar en cuenta sin dudas en el mundo post-pandemia", señala Passeron, quien agrega que mejor sería preguntarse qué hábitos personales hemos descubierto en esta cuarentena que nos gustaría seguir teniendo cuando volvamos la cotidianidad. "Ahí sí me arriesgaría a decir que muchos de ellos no involucran pantallas. Tenemos que construir un vínculo con ellas desde lo humano, pensándolas, utilizándolas, poniéndolas en tela de juicio, y en suma haciendo un uso como lo que son: medios y no fines en sí mismas".
Mantener a raya la cantidad de tiempo en línea sincrónico será fundamental para lograr relaciones significativas. "Será fundamental dominar el arte del en línea asincrónico", insiste Artopoulos.
Conexión, desconexión, y un tercer tiempo intermedio
En educación, por ejemplo, los docentes tendrán que aprender a salir del pensamiento binario online offline, de la clase y la tarea. Un tercer momento nuevo, de conectar sin mirar, estar presentes en línea en todo momento en el lugar indicado. La clase como un presente continuo. "Ese mismo espacio de socialización, deberá ser aprendido para poder mantener todo tipo de relaciones. Como ya muchos lo experimentaron con WhatsApp. En espacios de a dos o en grupos, lo que antes fue solo un medio de comunicación para coordinar parejas, familias o colegas, que se le agregaba a la presencialidad, ahora se invertirá como espacio virtual de sostén de las relaciones que ocasionalmente tendrán su momento cara a cara a distancia", agrega el especialista.
Por el otro lado, la demanda de la presencia humana se intensifica. Un reciente estudio del MIT mostró que el aislamiento provoca hambre de contacto personal, que la soledad activa los mismos mecanismos cerebrales que la falta de comida. "Tenemos integrado en lo más profundo de nuestros circuitos la necesidad de mirarnos a la cara. Muchos pensaban que el abuso de las tecnologías de nuestra sociedad iba a suponer que perdamos esa comunicación cara a cara, pero estos días se ha revelado como una necesidad básica como la comida o el cobijo", enfatiza Bañuelos.
La necesidad de contacto físico no desaparece
Para los mas chicos por ejemplo, la cuarentena convirtió a las pantallas en escuelas, clubes, cumpleaños, cines, amigos, cine y compras.
"Muchas veces los chicos (especialmente de las grandes ciudades) optan por la comunicación online porque pasan muchas horas sin poder salir. Cuando tienen la posibilidad de encontrarse a jugar con amigos y verse cara a cara, en la mayoría lo eligen. Esta es una realidad que precede a la pandemia y seguramente sea así el día después. Los chicos quieren ir a la escuela y no es porque extrañan la tarea sino porque quieren encontrarse con sus compañeros", acuerdan desde Chicos.net
En definitiva, en este momento en el que sólo podemos conectarnos virtualmente, extrañamos y revalorizamos lo que nos falta. "Nos damos cuenta que no es lo mismo lo virtual -reflexiona Laura Jurkowski-. Creo que si bien los cambios de la tecnología llegaron para quedarse, esto que extrañamos también reclamará su parte cuando todo esto termine".
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