Gracias a HTC, Google está hoy más cerca de Microsoft que de Apple
La inversión millonaria la acerca en su camino a tener una línea de hardware enteramente propia
Google confirmó hoy que compró parte de HTC, el fabricante de smartphones que ha sido su socio desde el primer día de Android. En rigor, hace suyos los 2000 empleados que HTC tenía destinados a desarrollar los smartphones Pixel, una línea que debutó el año pasado y que es lo más cercano que Google ha llegado a tener como diseño propio de teléfono. La segunda generación de la familia Pixel será presentada el próximo 4 de octubre, con un modelo hecho por HTC y otro por LG. En la primera generación, ambos modelos fueron fabricados por HTC en base al diseño de un smartphone de la compañía.
HTC se desprende de un quinto de sus empleados, pero seguirá manteniendo su propia línea de equipos: el más recientes es el U11, que como los anteriores recibió muy buenas calificaciones que no se reflejaron en las ventas, que vienen cayendo en forma sostenida desde su pico de 2011 (con 43 millones de teléfonos vendidos). HTC lleva nueve trimestres consecutivos con pérdidas y contracción de ventas. Aunque no tiene -todavía- problemas serios de efectivo, los 1100 millones de dólares que paga Google le dan aire para continuar con nuevos smartphones y con el más lucrativo mercado de los anteojos de realidad virtual (Vive) donde está tercera en ventas, por delante del Oculus Rift de Facebook (lideran Sony y Samsung, en parte por el menor costo de sus propuestas).
La decisión de Google hace pensar, invariablemente, en la fallida compra de Motorola por la que Google pagó 12.500 millones de dólares en 2011 y vendió en 2014 a Lenovo por 2900 millones. Pero hay una diferencia: en ese entonces, Google mantenía su postura original (ofrecer Android a cualquiera que lo quisiera) y no quería darle privilegios: Motorola no tenía ningún beneficio visible que pudiera hacer enojar al resto del ecosistema Android. No corría con el caballo del comisario; no tenía acceso a Android antes que el resto.
Desde entonces algunas cosas cambiaron. La principal: Google hoy es un fabricante de hardware. Los Chromecast, las notebooks y tabletas Pixel con Chrome OS , los parlantes Home, los anteojos de realidad virtual Daydream, los Google Glass: todos están diseñados dentro de Google, en la división que comanda Rick Osterloh, el ejecutivo que estaba en Motorola cuando se hizo la compra, que se fue a Lenovo cuando se vendió la compañía, y que volvió a Google en 2016.
Con los Pixel , presentados en octubre del año pasado, Google le dio una vuelta de tuerca a la familia Nexus, disponible desde 2010. Ya no se trataba de un smartphone diseñado por una marca a su antojo (HTC, LG, Huawei, Motorola) usando Android puro provisto por Google: ahora va más allá, teniendo injerencia en el hardware y en el firmware (es decir, en el código que da vida a los componentes sobre los que se monta el sistema operativo).
Los Pixel son más que teléfonos corriendo Android como lo piensa Google: la compañía trabajó para incluir en ellos sus herramientas de procesamiento de imágenes para que funcionen en conjunto con la cámara; modificó el software para hacer más ágil la interfaz; e incluyó en ellos aplicaciones que más tarde llegaron al resto del ecosistema, como el Google Assistant. Y actualizaciones de sistema operativo garantizadas por dos años (los Pixel originales deberían poder actualizarse a Android P) y parches de seguridad por tres años.
Pero los Pixel son casi imposibles de conseguir, se venden en poquísimos mercados; menos, aún, que los Nexus, que los propios fabricantes se encargaban de distribuir.
Con el ingreso de los ingenieros de HTC en las oficinas de Google, la compañía logra una mayor integración: tendrá gente que sabe cómo construir un teléfono desde cero, y lo harán -en teoría- exactamente como quiere Google; no habrá negociación con otra compañía para definir un diseño. El Pixel original está basado en el diseño del HTC A9; no será el caso con el Pixel 3 (la segunda generación, que se presenta en dos semanas, ya está terminada hace rato).
Integración vertical
Esta integración vertical es la manera que tiene Google de apuntar a la gama alta y mostrar la mejor cara de Android. Ni Samsung ni Huawei, los dos mayores fabricantes de Android del planeta lo hacen (Apple está entre ambos, en cantidad de teléfonos vendidos); ambas compañías modifican el software, la interfaz de usuario, "meten mano" (a veces, para bien); Samsung incluso desplaza algunos servicios y reemplaza el asistente de Google por el propio, Bixby (sin demasiado éxito hasta ahora); Huawei hace lo mismo en EE.UU., donde incluye al asistente Alexa, de Amazon, en algunos modelos.
¿Quiere Google, entonces, ser Apple? No, ni puede, al menos en el corto plazo. Apple diseña todo el software y, siempre que le resulta conveniente, el hardware. Ya no elige componentes estándar del mercado, como hace la mayoría de sus competidores: los iPhone 8 y X, por ejemplo, llevan no sólo el CPU de diseño propio (el chip central que da vida al teléfono; lo viene desarrollando hace años) sino también el primer GPU propio, el chip de gráficos. También, todo el sistema de identificación facial, Face ID. No son pocos los que esperan que haga algo en breve con el módem, que hoy le compra a Intel y a Qualcomm (con quien tiene un ríspido pleito legal). Apple, además, se aseguró ayer la provisión de chips de memoria hechos exactamente a su medida, al participar de la compra del negocio de semiconductores de Toshiba por 18 mil millones de dólares. Así, puede controlar toda la cadena de hardware y de software, y adapta uno a la necesidad específica del otro, con lo que lograr extraer más rendimiento.
El negocio de Google, además, es otro: como Microsoft, su estrategia es llevar su sistema operativo (y los servicios digitales que incluye) a la mayor cantidad de dispositivos posible, reduciendo al máximo la barrera de entrada ofreciéndolo gratis (en una versión "pelada", la AOSP, o una certificada, y que incluye el acceso a todos sus servicios).
Google, dicho sea de paso, también diseña microprocesadores, aunque su foco es, por ahora, la inteligencia artificial (también diseña los servidores de sus centros de cómputo). Eso está por cambiar, quizás: en junio se supo que el jefe de diseño de procesadores de Apple, Manu Gulati, se pasaba a Google; aunque no fue confirmado por la compañía, los rumores indican que está trabajando en el diseño de un chip para los Pixel. Un veterano de AMD y Broadcom, en Apple lideró el desarrollo de los que hoy son los procesadores más avanzados del mercado móvil, en términos de rendimiento.
Además de Apple, Samsung con sus Exynos y Huawei con los Kirin son las compañías que tienen más avanzado el desarrollo de sus procesadores propios para smartphones; LG y Xiaomi van en un camino similar. No es sólo una mala noticia para Qualcomm o Mediatek, los dos gigantes del rubro: tener el diseño propio de un chip, aunque es carísimo, permite mejorar notablemente el rendimiento de un equipo, porque la integración es mucho mayor: es un motor hecho a medida.
Samsung es el más avanzado en su capacidad de "despegarse" de Google: fabrica microchips, pantallas, memorias, sensores de cámaras y más... y hasta tiene su propia plataforma de smartphones (con el sistema operativo Tizen, basado en Linux, como Android, y que da vida a la línea Z; el más reciente es el Z4, orientado al segmento más económico del mercado.
Así que lo que Google está haciendo es seguir, a su modo, la senda que Microsoft comenzó a transitar en 2012 con la línea Surface: competir con sus socios de negocios yendo al segmento menos masivo, pero más lucrativo, el de la gama alta. Microsoft también hace hardware y, en el caso de las computadoras, define diseños y prestaciones, y desarrolla las tecnologías necesarias para hacerlo ir un poco más allá. Compite con los demás fabricantes pero en cantidades limitadas. Y lo intentó también en celulares, aunque con un fracaso rotundo; de hecho, muchos ven en el pago de Google a HTC un salvataje similar al de Microsoft con Nokia.
Pero allí termina el paralelismo: Microsoft pagó porque no le quedaba otra: sin Nokia, no había quien hiciera sus teléfonos. Google paga muchísimo menos, y lo hace para acelerar un proceso que de todos modos ya está en marcha. Y sin preocupación: aún si no prospera ni un poco la apuesta por los Pixel, sigue teniendo el 85 por ciento del mercado de smartphones, lo que le da amplio margen para explorar otros segmentos mientras mantiene su vida bidimensional, de fabricante integrado en forma vertical, y como proveedor de software (horizontal) para múltiples socios.
Idealmente el próximo 4 de octubre la compañía explicará un poco más cuáles son sus planes para la familia Pixel, y si honrará la vieja máxima de Alan Kay, el pionero de la informática y las interfaces gráficas: "la gente que se toma en serio el software debería hacer sus propio hardware".
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