Galaxy Z Flip: probamos el smartphone plegable de Samsung
Hace una semana, Samsung presentó en la Argentina al Galaxy Z Flip, su smartphone plegable. El equipo fue anunciado en forma internacional en febrero último, y se adelanta al Motorola Razr, que llegará a la Argentina en unas semanas, y que tuve la oportunidad de probar en noviembre último.
Van aquí algunas impresiones sobre el Galaxy Z Flip, con la salvedad de que usar un equipo en cuarentena limita algunas de las pruebas que pueden hacerse.
El precio
Primero, lo obvio: con un precio de 130.000 pesos (en 18 cuotas sin interés, para aquellos de presupuesto más ajustado) es un dispositivo que no es para cualquiera. En el exterior tiene un precio que ronda los 1000 dólares (eran 1500 cuando salió a la venta), así que se paga un extra por estar entre los primeros que usan un teléfono con una pantalla que se dobla. Pero es un monto alto para abonar por ese privilegio, sobre todo hoy, cuando todavía no está del todo clara la durabilidad del equipo (ya hay reportes de problemas con la pantalla y con la bisagra; lo mismo le pasa a su congénere de Motorola). Es un chiche, un lujo, y debe evaluarse su precio como tal, más que (por ejemplo) su valor como herramienta de trabajo, en donde su precio no se justifica, porque no aporta casi ninguna ventaja.
Como chiche es divino, y cumple con una de sus premisas, que es llamar la atención, tanto por la función novedosa como por su aspecto general. Todo el exterior es de vidrio y plástico pulido, es compacto, es cuadrado, es muy simpático y el tamaño cuando está cerrado es genial. También es resbaloso (algo que se puede corregir con la funda que viene en la caja), y en su minimalismo desaprovecha las tapas: en la trasera solo tiene vidrio (para permitir la carga inalámbrica). En la frontal lleva las dos cámaras principales y una pantalla del mismo alto que las cámaras, minúscula, que sirve para ver la hora y las notificaciones, pero no mucho más. Se puede usar como referencia para una foto (en una selfie con la cámara principal, por ejemplo, podemos vernos como a través de la mirilla de una puerta), pero la solución de Motorola en este punto es superior: el Razr tiene una pantalla grande, que ocupa casi toda la tapa, y permite ver y responder notificaciones sin abrir el teléfono.
La bisagra y la usabilidad
No es menor: no importa cuán bien hayan hecho su trabajo los ingenieros de Samsung, la bisagra es uno de los dos puntos débiles de un teléfono flexible. Motorola busca que sus usuarios abran el teléfono lo menos posible, y por eso permite responder las notificaciones sin abrirlo; usar el Galaxy Z Flip, en cambio, implica abrirlo para cualquier cosa que no sea ver la hora. A la larga esto tendrá un impacto en la bisagra.
Dicho sea de paso: tiene la dureza perfecta para abrirla, y da la sensación de que será eterna, aunque la experiencia de otras personas pone esa afirmación en duda. Esa rigidez permite poner al teléfono en cualquier abertura imaginable y mantenerla así; también hace que abrir el Galaxy Z Flip con una sola mano implique hacer bastante fuerza con el dedo pulgar sobre la cara interna del teléfono. Lo mejor es usar dos manos, porque esto evita, además, que el equipo se resbale.
Una contra del diseño minimalista del Galaxy Z Flip es que al sacarlo del bolsillo (y entra en cualquier bolsillo de cualquier pantalón, y es un placer llevarlo allí y olvidar que está) es fácil abrirlo al revés; la única guía al tacto es la cámara.
Una vez abierto, el usuario se enfrenta a una pantalla de 6,7 pulgadas de excelente calidad y resolución (2636 x 1080 pixeles y capaz de mostrar contenido con HDR10+). A propósito: es más grande que la muy buena pantalla del Motorola Razr, de 6,2 pulgadas, y aún así Samsung se la ingenió para hacer un equipo apenas más compacto. Abierto, lo único que diferencia al Galaxy Z Flip de un teléfono común son tres cosas. Una, que es un poco más angosto de lo usual, pero esto a la vez hace que sea muy agradable de tener en la mano; dos, que está rodeado de un marco mínimo de plástico, para proteger el borde de la pantalla flexible (y evitar que las dos partes de la pantalla se toquen cuando el Z Flip está cerrado) , algo ausente hoy de los smartphones tradicionales, aunque no molesta demasiado; tres, que en el punto donde la bisagra cruza por detrás de la pantalla tiene una flexión indudable, un badén que lo recorre de lado a lado.
Se nota el pliegue, pero no molesta
¿Se nota a simple vista ese lugar donde la pantalla se dobla? Si se busca el pliegue, sí; si se pasa el dedo sobre él, también. Pero en el uso normal nuestro cerebro aprende a ignorarlo rápidamente, como el notch (esa muesca en el borde superior de la pantalla) o las perforaciones para las cámaras. Y no afecta a la imagen, ni en calidad ni en color.
La mayor parte del tiempo, además, nuestros dedos suelen estar en la parte inferior (en el teclado) o en la superior (notificaciones, menús, etcétera) de la pantalla. Incluso para el scroll en una aplicación (avanzar en la cronología de Instagram, en un sitio, una lista, etcétera), todo está preparado para que usemos el pulgar en la parte inferior de la pantalla. Así que el punto de la bisagra es una zona extraña para recorrer con la yema del dedo, pero no es usual pasar por allí.
Esto, dicho sea de paso, se aplica al Motorola Razr también: el pliegue es visible, pero no interfiere. En ambos casos la pantalla es de plástico; la de Motorola está protegida por otro plástico; Samsung pone en el medio una delgadísima placa de vidrio (que se vuelve flexible cuando es suficientemente delgado; 30 micrones, en este caso) para darle una protección extra, pero aún así es un equipo que debería tratarse con sumo cuidado: hay múltiples reportes de gente que marcó el plástico protector con la uña.
Samsung dice que la bisagra es un diseño mejorado de la del Galaxy Fold, y por eso está protegida de la entrada de polvo que pueda dañarla. El tiempo dirá cuán resistente es.
Para qué sirve que se pliegue
La sensación que deja el Samsung Galaxy Z Flip, al menos en esta encarnación, es que es una demostración de un concepto que está bueno (tener un teléfono que se hace más chico cuando no lo estás usando, y aporta comodidad al transportarlo), y ya. Los agregados en la interacción son mínimos: algunas aplicaciones cambian su diseño cuando el teléfono se usa semicerrado. La cámara, por ejemplo, deja lo que toma el sensor en una mitad de la pantalla, y los controles de la cámara en la otra mitad. A futuro, si otros desarrolladores de aplicaciones aprovechan esto, pueden surgir otras ideas buenas: Google Duo lo permite, así que es posible hacer una videollamada, apoyar el teléfono en la mesa, aprovechar la bisagra y evitar el uso de un trípode. O ver las fotos de la galería de imágenes en una mitad de la pantalla y pasarlas tocando la otra mitad.
En este punto me gustó más la solución de Motorola; alguien pensó que abrir y cerrar el teléfono todo el tiempo era agregar un paso adicional al proceso natural de uso del teléfono, y eso no está bueno, porque ralentiza la interacción y fuerza al abrir el teléfono decenas de veces por día. Por eso poder ver notificaciones y responderlas sin abrir el equipo, como permite Motorola es una gran propuesta de uso (y sumar el reconocimiento de voz de Google es fundamental).
En el Galaxy Z Flip, en cambio, cualquier tarea, por nimia que sea (salvo, es cierto, ver la hora) implica abrir y cerrar el teléfono. Una vez abierto ya no cambia demasiado respecto de un teléfono convencional. Lo que sí funciona muy bien es poner dos aplicaciones en pantalla al mismo tiempo, aunque en lo reducido de la pantalla quedan apretados. Es algo que se puede hacer con cualquier smartphone moderno, pero aquí la separación es casi física, y muy agradable de ver. El teléfono tiene también una barra de acceso rápido a aplicaciones para poner en pantalla dividida.
Un motor de primera línea
El equipo corre Android 10 y es compatible con cualquier aplicación estándar. Y todo fluye a gran velocidad, gracias a la inclusión de un procesador Qualcomm Snapdragon 855+, 8 GB de RAM y 256 GB de almacenamiento (no expandible), así que tiene el rendimiento de un Galaxy S10, es decir, el hardware de un teléfono tope de línea de 2019 (y con poco que envidiarle a un 2020). Aquí toma una gran ventaja del Motorola Razr, con 6 GB de RAM, 128 GB de almacenamiento, y un más modesto Snapdragon 710 (que anda bien, pero no tan rápido, y estará más limitado a futuro).
El paquete del Galaxy Z Flip se completa con dos cámaras traseras: una lente normal y otra gran angular, ambas de 12 megapixeles y de excelente calidad; la principal suma estabilización óptica y foco por detección de fases, además de una cámara interior para selfies de 10 megapixeles. El listado de hardware se completa con una batería de 3300 mAh (en rigor, dividida en dos partes para balancear el equipo), que según quienes lo probaron en la calle dura para todo el día pero no mucho más, carga inalámbrica bidireccional y un sensor de huellas digitales lateral. Tiene un único conector USB-C y puede usar una nano SIM convencional. No tiene conector de audio analógico.
¿Tiene sentido?
Quien compre un Galaxy Z Flip se encontrará con hardware de primera línea; no es el del Galaxy S20, pero lo mismo da: es un tope de gama de 2019. Se paga un sobreprecio, sí, pero tiene una justificación, y el teléfono es muy lindo. ¿Vale la pena? La enorme mayoría de la gente debería dejar pasar un par de generaciones antes de pensar en comprar un teléfono con pantalla plegable, para que baje el precio y mejore la confiabilidad de la pantalla y su bisagra. Para quien no tenga que preocuparse por el precio, hay que pagar más, sí, pero llevará en el bolsillo algo que hoy es impactante: un celular que se dobla, pero no se rompe.
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