Europa se aleja cada vez más del modelo de Silicon Valley
La Unión Europea, al igual que los gobiernos, tiene entre ceja y ceja convertirse en un referente de la digitalización, la innovación y el emprendimiento. El espejo al que miran, como hace el resto del mundo, es Silicon Valley. Un valle que, en apenas 60 kilómetros, aglutina tanto la mayor hegemonía tecnológica como de poder empresarial. Pese a comprender la globalización desde una visión similar, las diferencias son cada vez más profundas como para soportar la comparación. "Silicon Valley es algo único, al igual que el Imperio Romano solo era uno", resume Aquilino Peña, cofundador de KIBO Ventures. Y es que la falta de una armonización legislativa o de un mercado digital único efectivo lastran que Europa pueda —y deba— parecerse a este polo de la transformación.
"Tenemos políticos del pasado para un futuro que no entienden. El siglo XXI es rápido, global y digital. Estamos buscando preservar valores a partir de regulaciones obsoletas", lamenta Javier Rodríguez, presidente de ISDI y exdirector general de Google. En Estados Unidos, una startup levanta fondos, prueba la tecnología y pone su servicio a disposición de millones de usuarios en pocos meses. En Europa, así lo explica, se toparía con porcentajes de IVA dispares, leyes de privacidad que varían según el país y más de un centenar de legislaciones diferentes que ralentizan todo el proceso. "No ha habido energía para pensar cómo construir un Google europeo ni de cómo generar una regulación que facilite que cualquier startup pruebe su valor sin ir a Silicon Valley", añade.
Solo entre Apple, Amazon, Facebook, Google y Microsoft acumulan un valor de 5,5 billones de euros, unas cinco veces la riqueza de un país como España. El único gran nombre europeo que puede mirar de lejos a estos colosos es Spotify. Estas diferencias no se deben solo a las leyes. Europa no cuenta con un idioma único, al igual que la idiosincrasia varía a un lado y otro del Atlántico. Como expresa Nacho Somalo, fundador de Lonesome Digital, lo que ha sucedido con Silicon Valley es comparable a un Big Bang sin fisuras, inalcanzable para los demás. Un cúmulo de circunstancias que han explotado cerca de San Francisco.
Unir perfiles disruptivos
Cuna del movimiento hippy, santuario del movimiento homosexual, ambiente de tolerancia y ciudades apetecibles para vivir. Para un país conservador, este espacio de libertad ha favorecido la creatividad e innovación. Ha atraído a unas personas y organizaciones muy concretas. "Se juntaron grupos humanos con perfiles disruptivos, con ganas de cambiar las cosas. Algo más informal que lo ha convertido en referente tecnológico. El ecosistema se ha retroalimentado.", precisa Somalo. En otros puntos del país, como Boston, el punto de partida era similar, aunque la mentalidad, más parecida a la europea, ha condicionado su progreso. "Harvard, equiparable a Stanford, y el MIT podían haber supuesto el mismo principio, pero su visión empresarial es más rígida, no de espíritu tan libre".
La Unión Europea ha pisado recientemente el acelerador para acortar distancias. Ahí están los principios de la Agenda Digital, el mecanismo de inversión estratégica de 150.000 millones de euros mediante InvestEU o la iniciativa Startup Europe, que pretende conectar a empresas de alta tecnología, empresas de escala, inversores, aceleradores, redes corporativas, universidades y medios de comunicación. La presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen, incluso ha recalcado que la única forma de salir fortalecidos de la crisis del coronavirus depende de conseguir una Europa más resistente, verde y digital. "El problema es que no tenemos un referente, por eso miramos hacia California. La fragmentación legislativa tampoco ayuda. Cuesta demasiado mover el emprendimiento y la innovación", sostiene Rodríguez.
Inversión de capital riesgo
Un termómetro para medir la relevancia de estos entornos son los fondos de capital riesgo. Ese dinero que se abalanza sobre una idea en cuanto detecta la más mínima posibilidad de éxito. El estudio de PwC, Money Tree Report 2018, deja claro las grandes diferencias entre Silicon Valley, donde la inversión en startups alcanza los 135.000 millones, y Europa, que asciende a 25.000 millones. Una diferencia explicada en parte por las políticas adoptadas por los poderes públicos. Las instituciones estadounidenses, como sucede en Israel, invierten en estos fondos. En el Viejo Continente, en cambio, es una tendencia reciente. "Existe una acumulación de capital humano que no para de generar ideas, de acelerarlo todo. En Silicon Valley todo el mundo habla de lo mismo y trabaja sobre lo mismo 24 horas al día, lo que incentiva la inversión", zanja Peña.
Desconexión de la empresa y la academia
La universidad también abre más la brecha; y no precisamente por la falta de talento o una formación deficiente. En palabras de Peña, hay que fijarse en el pragmatismo. Mientras que los norteamericanos promueven el emprendimiento en las aulas y que los profesores monten sus propias empresas, Europa evita cualquier relación similar. "Está mal visto transferir el conocimiento investigador a las iniciativas privadas. Somos incapaces de que salgan startups de las universidades".
La ventaja para todos aquellos que sueñan con llamarse Silicon Valley ha aparecido en forma de pandemia y crisis económica sin precedentes. Los elementos que lo caracterizan comienzan a resentirse. Parte del valor ha surgido del roce constante, de una convivencia sin descanso durante 365 días al año. La nueva realidad telemática poco ayuda a forjar estas sinergias. "El hecho de que el talento pueda distribuirse por todo el mundo, sin concentrarse en un único punto, deja algún resquicio para competir con armas similares", concluye Peña.
Somalo aporta nombres propios de dónde podría instalarse este nuevo entorno, entre los que incluye a Barcelona. "El caldo de cultivo existe. Dispone de unas características similares, como que sea un sitio agradable para vivir. El factor costes también empieza a ser relevante para que los negocios se planteen si ir a Estados Unidos". Para Rodríguez, sin embargo, Europa continuará alejada de la innovación, aunque esta vez por el otro extremo. "China estará al nivel de San Francisco en una década. Su caso será diferente porque lo hará con una gobernanza radicalmente diferente, pero el milagro chino está llamado a superar la situación actual".