Europa lucha contra las tecnológicas de EE.UU.
Una batalla sobre economía, cultura y el control de Internet
BRUSELAS— Desde Berlín hasta Madrid, desde Londres hasta París, las empresas de tecnología de Estados Unidos libran una importante batalla con los estados soberanos de Europa.
Es un enfrentamiento de gobiernos contra los nuevos titanes de la tecnología, de industrias establecidas contra contendientes que recién empiezan, y de la cultura emprendedora estadounidense contra la mayor regulación de Europa.
La lucha presenta una de las mayores amenazas para los gigantes tecnológicos de EE.UU. desde que surgieron en garajes y universidades a lo largo de las últimas cuatro décadas.
Primero y antes que nada, es una batalla económica. Las autoridades europeas, acostumbradas a controlar sectores clave de sus economías, tienen problemas para tomar el pulso de las dinámicas empresas que cruzan el Atlántico. El crecimiento europeo es débil y sus autoridades observan cómo ganancias que solían ir a parar a industrias europeas como cadenas minoristas y medios de comunicación, ahora engrosan las arcas de Silicon Valley, a menudo pagando pocos impuestos. Temen que sectores críticos como el automotor sean los próximos en caer.
Las firmas estadounidenses son poderosas. La capitalización bursátil de cinco tecnológicas de EE.UU. —Apple Inc., Amazon.com Inc., Facebook Inc., Google Inc. y Microsoft Inc.— ronda los US$1,8 billones. En cambio, el valor de mercado de las 30 mayores empresas que integran el índice DAX, de la Bolsa de Fráncfort, asciende a US$1,3 billones. Alemania es la mayor economía de Europa.
"Los europeos tienen todo que perder" con el ascenso de las empresas de tecnología estadounidenses, dice Paul Stoneman, profesor emérito de la Escuela de Negocios Warwick y ex funcionario antimonopolio del Reino Unido.
También es un choque de valores: la cultura poco regulada de Silicon Valley colisiona con el énfasis europeo en preservar la privacidad. Y quizás en su esencia, el conflicto entre Silicon Valley y Europa es sobre el control de Internet, la conexión más común del mundo y un motor económico crucial que se considera bajo la influencia de EE.UU. El tema explotó tras las revelaciones de Edward Snowden sobre la extendida vigilancia del gobierno de EE.UU. sobre ciudadanos estadounidenses y europeos, a veces a través de empresas de datos y redes de telecomunicaciones de EE.UU.
Los europeos han contraatacado. Esta semana, un tribunal holandés y un juez español prohibieron la operación de Uber Te-chnologies Inc., el servicio de reserva de taxis, en sus respectivos países; el ministro de Finanzas británico, George Osborne, anunció la semana pasada el cobro de un "impuesto Google" que apunta directamente a las tecnológicas estadounidenses; funcionarios de Francia y Alemania pidieron una consulta pública sobre el comportamiento de las grandes firmas de tecnología de EE.UU.; mientras que el Parlamento Europeo aprobó una resolución que pide una posible división de Google por motivos antimonopolio. Uber dijo que seguirá ofreciendo su servicio en Holanda. Google prefirió no comentar al respecto.
Las empresas estadounidenses quedaron perplejas ante una decisión del Tribunal de Justicia de la Unión Europea en Luxemburgo, que dictaminó en mayo que los europeos tenían el "derecho a ser olvidados" en Internet y exigir que referencias posiblemente dañinas sobre ellos fueran borradas de los resultados de búsqueda.
Los vientos en contra se han convertido en un gran riesgo para las tecnológicas de EE.UU. conforme buscan nuevos mercados para mantener su crecimiento. Los analistas de Wall Street aluden cada vez más a la regulación como una de las pocas amenazas existenciales para los líderes de Internet, como Google, que han aprovechado el aumento del uso de la web.
Las empresas de Internet han enfrentado problemas en otras regiones, como en China, pero las quejas europeas se centran en temas y procesos que forman parte de la fundación sobre la cual se construyeron estas compañías.
Aparte de las búsquedas, el foco europeo en la privacidad podría limitar la cantidad de información que las firmas tecnológicas pueden reunir sobre los consumidores de la región así como la forma en que se utiliza. Los datos son el combustible de la publicidad en línea y la maquinaria comercial que Google, Facebook y Amazon han edificado y monetizado por años.
Expertos afirman que las empresas de tecnología estadounidenses solían desarrollar nuevos productos y servicios, y resolver los problemas regulatorios después. Ahora, no obstante, intentan abordar los problemas antes puesto que el costo de la incertidumbre en sus negocios europeos es demasiado alto.
La lucha genera interrogantes importantes sobre si Internet se fragmentará a medida que otros países intentan mantener los da-tos lejos de las manos de las autoridades estadounidenses.
Hay mucho en juego: la mitad del crecimiento de la productividad en Europa proviene de inversiones en tecnología de la información y la comunicación, según un informe de la Comisión Europea.
Los europeos aseguran que se trata de darles una oportunidad de competir a las firmas locales. Sin embargo, muchos de los problemas que enfrentan las empresas nuevas en el Viejo Continente son muy europeos. Las reglas fiscales y laborales suelen ser onerosas y la región padece una escasez de capital de riesgo en un sistema financiero dominado por los préstamos bancarios. Para las grandes empresas europeas con influencia en los círculos de poder, su modelo de expansión tradicional se ve amenazado. Algunas autoridades temen que la situación pueda afectar a industrias clave como la automotriz. Según el modelo europeo, una empresa como BMW desarrollaría redes digitales propias para operar sus autos inteligentes. Pero las automotrices temen que puedan ser superadas si Google desarrolla una red superior.
—Alistair Barr contribuyó a este artículo.
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