Es argentino y creó Microverse, una escuela para conectar talento latino con trabajos en tecnología en todo el mundo
La creó en 2017. hoy tiene más de 1000 estudiantes y recibió una inversión de 15 millones de dólares; la escuela no tiene profesores, y el costo se paga después de terminar de cursar, si la persona tiene un sueldo de más de mil dólares
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La escasez de talento es la barrera de adopción más importante para el 64% de las tecnologías emergentes, en comparación con sólo el 4% en 2020, según una reciente investigación global de Gartner. La falta de disponibilidad de talento se citó como “la gran responsable” frente a otra barreras como el costo de implementación o el riesgo de seguridad.
“Como ejemplo, de todas las tecnologías de automatización descritas en la encuesta, solo el 20 % de ellas han avanzado en el ciclo de adopción desde 2020. El problema del talento es el culpable aquí”, señala el informe, que además incluye a la nube y la entrega continua como áreas críticas.
En esta crisis global de talento IT calificado, se pone la lupa en la formación. La industria suele poner en la mesa la necesidad de capacitar más personas, más rápido, para poder dar respuesta a esta demanda.
Rediseñar la formación de este tipo de profesionales de manera disruptiva es la propuesta de Microverse, una escuela global que se propone conectar el talento latino con las mejores oportunidades laborales IT del mundo. Se trata de un programa de entrenamiento donde los estudiantes aprenden a través del trabajo conjunto con personas de otros países, en un entorno profesional que emula el de una empresa tecnológica.
Fundada por el mendocino Ariel Camus y creada en Silicon Valley, la startup comenzó en 2017 con 10 estudiantes y un equipo remoto de 12 personas de Asia, África, Europa y América. Recibió de 15 millones de dólares de fondos de inversores de grandes firmas tecnológicas como Northzone (Spotify) General Catalyst (AirBnb, Stripe, Snapchat), Soma Capital (Rappi) y YCombinator (Coinbase, Dropbox). Hoy tiene más de 1000 estudiantes en más de 130 países y persigue el objetivo de entrenar y conectar con trabajos remotos a más de 1 millón de programadores para el 2030.
Estudiar, trabajar y después pagar
El sistema educativo de Microverse está basado en un modelo de financiamiento innovador denominado Income Share Agreement (ISA): la empresa no cobra si sus estudiantes no logran insertarse en el mercado internacional, ganando un sueldo en dólares.
Los estudiantes no pagan nada por adelantado ni mientras estudian en Microverse. Solamente una vez que tiene un trabajo en tecnología que les asegura 1000 dólares de sueldo o más por mes, comienzan a pagar un 15% de su salario a modo de matrícula, hasta cubrir el costo total de 15,000 dólares. Si dejan de trabajar en tecnología o tienen un salario menor a 1000 dólares se suspenden los pagos.
“Quien egresa de Microverse solo va a estar pagando su formación mientras esté extrayendo un beneficio directo de su proceso con nosotros. Nuestros estudiantes son libres de decidir con respecto a su carrera, y eso está contemplado en el esquema de repago”, destaca Camus, y agrega que el salario promedio inicial de un graduado latino es de US$ 1750 con un tiempo de re-pago promedio se estima en 3-4 años.
Con todo el timing
La startup oficializa su desembarco en la región en un momento donde se conjugan variables: la consolidación absoluta del trabajo remoto a raíz de la pandemia y un sector altamente competitivo ávido de talento.
“Los países de América Latina (y en particular la Argentina) están muy bien posicionados para aprovechar este cambio, siendo que comparten huso horario con Estados Unidos (diferencial clave con respecto a otras regiones en vías de desarrollo), tienen buena infraestructura y una afinidad cultural con la forma de trabajar occidental”, explica Camus.
La firma se define a sí misma como un “verdadero fast pass” para quienes estén dispuestos a hacer un gran esfuerzo durante 10 meses para adquirir una formación de excelencia. En la propuesta no existen clases ni profesores. Se aprende a través del desarrollo de proyectos entre pares, simulando dinámicas de trabajo remotos del mundo real. Cada semana es un proyecto nuevo con un nuevo equipo de 3-4 personas de distintos países. “El programa está enfocado en construir experiencias de capacitación colaborativas para desarrollar las habilidades necesarias para acceder a esos trabajos y cruciales para el trabajo remoto”, aclaran.
Cada cinco semanas inicia una nueva clase. Para ingresar se requiere contar con un nivel conversacional de inglés, tener conocimientos básicos de programación (se ofrecen clases y contenidos para aquellas personas que no los tengan) y disponibilidad full-time durante esos 10 meses.
“El estudiante no solo incorpora los conocimientos técnicos del desarrollo de software, sino también todo lo que se necesita para poder aportar como desarrollador en un equipo distribuido. Se incorporan herramientas y disciplinas de colaboración que son las mismas que se utilizan en las mejores empresas a nivel intencional”, puntualiza Camus.
Desde la firma explican que la experiencia inmersiva del estudiante lo hace formar parte de 30 equipos con más de 100 personas de distintos países y atraviesa todo tipo de desafíos tanto técnicos como interpersonales.
Según sus propias estadísticas, el 60% de los estudiantes se aseguran un trabajo antes de completar el primer mes de búsqueda laboral. El 85% lo logra en menos de 3 meses.
Al completar el programa técnico de 7 meses, los estudiantes se conectan con un mentor que los asiste en su proceso de búsqueda laboral y cuentan con acceso a estas mentorías de por vida. “Si bien la industria tecnológica tiene mucha demanda de talento, es cierto que las mejores posiciones remotas también generan competencia, siendo que aplican personas de todo el mundo. El trabajo de búsqueda laboral en Microverse involucra entender a qué ofertas apuntar, y cómo destacar en esas búsquedas”, cuentan desde Microverse.
Lo que las empresas quieren
Dos conceptos fundamentales están atravesando hoy las búsquedas de talento global y remoto. La primera es que la persona pueda trabajar de manera autónoma e independiente. “No estará rodeado de compañeros, ni siquiera va a estar en sus oficinas. Es decir que la persona debe saber organizar sus tiempos de forma eficiente, tener pensamiento crítico para analizar los problemas que se le presentan, entender cuándo y de qué manera pedir ayuda entendiendo que el tiempo que le pide a los demás, se lo quita al proyecto.”
La segunda es que sea un gran colaborador, siendo que a medida que la tecnología avanza los problemas a resolver se complejizan, y para resolver estos problemas necesitamos poder trabajar cada vez más juntos en equipos más grandes y diversos. “Ser un gran comunicador, saber colaborar desde el aspecto técnico y desde la parte humana en un grupo multicultural, entender cómo potenciar el trabajo de sus compañeros es una habilidad crucial a la hora de sumarse a estos equipos de trabajo”, puntualiza.
Camus hace énfasis en un punto: hay una distancia importante entre una persona que sabe programar, y un profesional del desarrollo de software. “Desde las cuestiones más técnicas como la correcta documentación de los proyectos y el uso de herramientas de control de versiones, hasta habilidades blandas como saber comunicarse con compañeros de equipos de distintas culturas y llegar a acuerdos comunes, coordinar tareas, pedir ayuda, son habilidades claves para que un equipo pueda trabajar de forma eficiente”.
Aprender entre pares
La propuesta de Microverse es la de un sistema educativo basado 100% en peer-to-peer learning. Este formato ofrece a los estudiantes un entrenamiento realista de cómo es trabajar en equipos de desarrollo, pero sin un profesor dictando clases. “Tener un profesor a la mano para consultar y obtener respuestas quizá evita frustraciones en el corto plazo, pero a la larga previene al estudiante de desarrollar la disciplina de trabajo de un desarrollador de software. Nuestros estudiantes se convierten en profesionales del desarrollo a través de su trabajo en el programa, esto implica también aprender a resolver problemas y encontrar soluciones en ámbitos de trabajo real, donde no hay profesores”, apunta Camus.
Desde la startup señalan que suplir esa presencia de un guía y llegar a un sistema descentralizado implica una serie de desafíos y dificultades, dado que los estudiantes tienen cada semana un nuevo equipo de trabajo, un nuevo proyecto, un nuevo cliente que revisará su código, dinámicas establecidas de trabajo para su equipo, guías técnicas y profesionales para trabajar en conjunto y una lista de tareas y reuniones diarias a cumplir.
“Poder organizar ese sistema para que funcione a escala es el foco de nuestra innovación. Nuestro enfoque descentralizado sin profesores nos permite normalizar la experiencia de nuestros estudiantes”, puntualizan.
Otra cuestión que enfrenta estos modelos tienen que ver con la comparación en la extensión y la profundidad con respecto a carreras IT académicas.
Camus explica que las carreras de grado en ingeniería son altamente comprensivas en lo que respecta a las teorías y estructuras fundamentales de la informática. Por eso requiere mucho estudio en campos como análisis matemático, y es fundamental para aquellas personas que tengan un interés en dedicarse a la investigación y el desarrollo de tecnologías de base.
“Pero la abismal mayoría de las oportunidades laborales en tecnología que vemos hoy no están en las áreas de investigación, sino en los equipos de trabajo de las distintas empresas que están rompiendo barreras y abriendo caminos a través de la aplicación de tecnologías existentes. De los contenidos que se estudian en estas carreras largas, una pequeña porción será de aplicación directa en estos nuevos puestos de trabajo. Muchas empresas han declarado que ya no exigen títulos de grado en la mayoría de sus búsquedas laborales, pues entienden esto mismo y priorizan la experiencia y calidad profesional de la persona”, refiere y agrega que muchos graduados de ingeniería acuden a Microverse porque entienden que los conocimientos que absorbieron no los preparan directamente para un puesto de trabajo internacional remoto.
En la firma concluyen que el talento está distribuido pero las oportunidades, no. “Por eso queremos democratizar la educación tecnológica y reducir brechas generadas por dónde naciste, a qué nivel socioeconómico pertenecés, etc. Queremos facilitar el acceso a la formación que permite aspirar a muchos de los puestos que las grandes tecnológicas no logran cubrir y que para las personas implica un salto en su calidad de vida”.