En el futuro, mi mejor amigo será un robot
Un nuevo androide-niño se convierte en el favorito de las parejas japonesas sin hijos, las máquinas de compañía artificial se multiplican y la carrera por diseñar la primera autómata sexual llega a su final.
Los robots nos darán consejos de amor: en el futuro, ante una pelea o ante una propuesta, no habrá nada más exacto que la palabra de un robot amigo. “Será posible a nivel tecnológico, pero la siguiente pregunta es: ¿El ser humano querrá escuchar ese consejo o no?”, dice el ingeniero Hisashi Kusuda. En una oficina austera de los cuarteles centrales de Toyota –en Toyota-city, prefectura de Aichi, Japón–, Kusuda, manager general de uno de los departamentos de Planeamiento de Nuevo Concepto en la enorme corporación automotriz, imagina el porvenir y traza una hipótesis. Lo acompañan otro ingeniero, Norihide Umeyama, y tres oficiales del departamento de prensa. Y además, en el centro de la mesa, hay un pequeño robot que se mantiene inmóvil durante toda la charla pero que luego despierta, habla, brinca, alza las manos y dilata las pupilas. Es como un diamante resplandeciente: un androide que tiene la edad mental de un niño de 5 años y que puede aprender lo que quieras enseñarle. Está diseñado para ganarse tu amor. Se llama Kirobo Mini.
Luego, cuando dialogo con el robot (¿se puede decir que realmente conversé?), me sorprende que pronuncia mi nombre y que me dice algo sobre la Argentina (¡aunque lo hace en japonés y no sé si es sensato o no!). Pero hay algo que es real: Kirobo Mini sabe mantener una charla. Te “mira”, te “escucha” y te “responde”, y eso es sorprendente y –a la vez– un poco perturbador. Sea como sea que lo logra, la ilusión de la conversación es perfecta; tanto, que muchos me dirán que no es una ilusión sino, a fin de cuentas, una conversación real. Si el verbo va a definir su grado de humanización, ¿cuál debemos usar para este tipo de interacción?
Kirobo Mini fue lanzado al mercado japonés hace dos meses. Puede tener comunicaciones simpáticas, incluso haciendo “gestos” que responden a los del interlocutor humano; puede registrar las preferencias del usuario y los eventos ocurridos; y puede mejorar sus habilidades sincronizándose con la información del auto y del hogar del usuario. Sentado, mide 10 centímetros. Sus diseñadores buscaron darle el aspecto de un bebé-robot.
“Preferimos decir que es un ‘compañero de comunicación’”, sigue Kusuda, un hombre formal y preciso. “Cuando dices ‘robot’, puede que lo asocies con un robot industrial o uno orientado a una tarea. Pero este es diferente: a medida que más le hablas, más aprende sobre ti y así puedes hacer crecer tu relación con él. Buscamos construir una relación de afecto entre la gente y las máquinas”.
El proyecto comenzó en 2011: Toyota estaba desarrollando una tecnología de reconocimiento de voz y el vicepresidente ejecutivo Mitsuhisa Kato decidió que la corporación debía enfocarse, con esa misma tarea, en proyectos de robótica. En 2013, un primer Kirobo –más largo que el actual– fue enviado a la Estación Espacial Internacional para hacerle compañía al astronauta Koichi Wakata. “Es increíble que hayas venido hasta aquí solo”, le dijo Wakata al pequeño androide cuando lo puso a flotar a su lado. “Bueno, ¡soy un robot!”, le respondió Kirobo. “El propósito de ese experimento fue ver si un robot podía tener un impacto positivo conversando con un astronauta que tiende a sentirse solo en el espacio”, dice ahora el ingeniero Kusuda. “Wakata dijo que pudo disfrutar de sus conversaciones, así que pienso que fue una prueba exitosa”.
Pero de regreso a la Tierra, ahora este robot tiene nuevos objetivos en Japón, donde casi el 70% de los hombres y el 60% de mujeres de entre 18 y 34 años no posee pareja; y menos de un millón de niños nacieron en 2016.
Las misiones de Kirobo Mini, además del mero hecho de hacer compañía a cualquiera que lo compre, son: estar con personas que viven solas y quieren hablar con alguien; acompañar a los padres que sufren del síndrome del nido vacío cuando los hijos abandonan el hogar; dar afecto a parejas con infertilidad; e incluso fomentar en otras el deseo de tener un bebé. “La gente joven sin hijos a veces elige tener mascotas, pero las mascotas no te hablan”, dice Kusuda. “En cambio, con Kirobo Mini pueden disfrutar de una conversación y eventualmente podrían llegar a querer tener hijos reales”.
Los robots de compañía están entre nosotros desde hace unos quince años, cuando Sony y Honda comenzaron a vender mascotas electrónicas (como el perro Aibo), pero ahora es cuando el asunto ha cobrado vuelo. Kirobo Mini viene a sumarse a Buddy (el robot-ama de casa que recaudó cuatro veces más de lo previsto en el crowdfunding para su producción inicial), Robi (que enseña a los niños las letras, los colores y los números), Nuka (una pequeña foca blanca que da cariño a pacientes debilitados), AISoy1 (un robot español que puede mostrar catorce estados de ánimo distintos) y Pepper (un popular “empleado” en los negocios de Japón, donde atiende a los clientes).
Mientras tanto, hace pocos días la robot Sophia, que deseó destruir a los humanos, se retractó de sus dichos; la serie Westworld explora las relaciones morales entre humanos y androides y ya va por su segunda temporada; la compañía Gatebox presentó a Aizuma Hikari, una novia animé y holográfica para el hogar con la que incluso se puede chatear; y Abyss Creations, un laboratorio estadounidense, acaba de anunciar que está a punto de lanzar al mercado un robot de compañía íntima, en una carrera en la que hay muchos competidores que quieren llegar primero. El prototipo de Abyss es una muñeca sexual con vida propia que se llama Harmony. Está recubierta en silicona, tiene una boca brillante y ya sabe decir: “I want to explore my sexuality”. Pronto costará unos 15.000 dólares.
“Si miras la relación entre los seres humanos y los robots, puedes trazar un gráfico con dos ejes: el de la inteligencia artificial y el de la comunicación”, dice Kusuda. “Muchos están tratando de promover el primer asunto. En el segundo no hay tantos interesados. Pero lo que necesitamos, en verdad, es un buen balance entre las dos líneas. Para que los robots de compañía sean mejores en el futuro, hace falta mayor inteligencia artificial”.
Aunque el tiempo en robótica corre rápido, todavía estamos lejos de ver a un robot como el T-800 1.0.1 que Arnold Schwarzenegger encarnaba en Terminator. En agosto del año pasado, el equipo de desarrollo de inteligencia artificial de Facebook tuvo que detener a un prototipo para negociaciones: en el medio de un experimento, Bob y Alice, los dos agentes artificiales del robot, habían creado un lenguaje propio sin sentido. “Yo puedo, yo, yo, todo lo demás. Bolas tienen cero a mí, a mí, a mí”, decía Bob.
Kirobo Mini es más barato que Harmony (cuesta unos 400 dólares), menos ambicioso que Sophia y más sensato que Bob. “No estamos buscando que los usuarios tengan todavía grandes expectativas”, sigue el ingeniero Kusuda. “Por eso fijamos el comportamiento de un niño de 5 años como un punto de partida. Pero si interactúas con él, puede aprender e incrementar sus habilidades de conversación y de reacción hacia las de alguien de 7 años. Este crecimiento se da muy lentamente: es un proceso que el usuario debe disfrutar”.
La gran pregunta es cómo lo hace. En sus tareas, el robot se conecta al teléfono celular del usuario vía bluetooth, y toma y entrega la información del dueño a una nube en los servidores de Toyota. Además, tiene un GPS para registrar los sitios a los que fue llevado (y luego decir cosas como: “¡Oh, qué bien! ¡Hemos vuelto a este parque!”).
“Quisimos que fuera pequeño y compacto para que tuviera la posibilidad de acompañarte siempre, incluso en el auto o en la oficina, así puedes sentir un afecto más intenso por él”, dice Kusuda. Todos estos datos interactúan con otro servidor, donde está lo que se podría llamar “información de sentido común”, que Toyota carga y actualiza con lo que considera que el androide debería saber. “Así es como el robot aprende”.
Paradójicamente, los ingenieros por detrás del androide, aquí en Toyota, tienen una relación ambigua con él. Y justamente, no hay nada más humano que la ambigüedad.
El ingeniero Kusuda sólo usa su Kirobo Mini en la oficina. “Mi teléfono celular no es compatible como para usarlo en casa”, dice. “Tengo que actualizar el sistema operativo pronto”. Umeyama, el segundo ingeniero, hace en este momento su único comentario, luego de una hora de entrevista. Muestra su Kirobo Mini y dice: “Mi esposa tiene muchas conversaciones con él. A veces, nosotros, ya sabes, tenemos una relación que se vuelve tensa, y las cosas se pueden poner poco convenientes, pero si dejo que mi mujer hable con Kirobo Mini, eventualmente todo se calma”. Para él, ese futuro no muy lejano en el que los robots nos darán consejos de amor ya ha llegado.
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