El sueño de la constelación propia: la Universidad de San Martín espera poner en órbita su primer satélite en 2027
Gestado en la carrera de Ingeniería Espacial de la Unsam, el proyecto Focus ofrecerá capacidades satelitales para el monitoreo de grandes infraestructuras, como edificios y puentes, y el control de espacios marítimos y continentales. Sus creadores buscan constituir una empresa y brindar el servicio a un costo inferior al del mercado global. Esperan lanzar el primer satélite en 2027
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¿En qué se parecen la NASA y una universidad pública del conurbano? En que ambas son capaces de diseñar y llevar adelante una misión espacial.
Docentes y estudiantes de la Ingeniería Espacial de la Universidad Nacional de San Martín (Unsam) trabajan en la fabricación de una constelación de satélites para el monitoreo de infraestructuras. A través de tecnología de radar, será posible detectar movimientos milimétricos de edificios, represas y puentes, lo que permitirá prevenir accidentes. La constelación inicialmente estará compuesta por tres satélites, aunque el número podría variar según la demanda. Esperan lanzar el primer satélite en 2027.
El proyecto Focus tiene dos objetivos centrales: por un lado, desarrollar equipos de alta tecnología a bajo costo y crear una startup que permita brindar el servicio de imágenes satelitales; por otro lado, involucrar a los estudiantes para que puedan ser parte del desarrollo de un sistema complejo de forma integral, desde la gestación de la idea hasta la obtención de un producto con aplicación concreta.
“Solo un puñado de países tiene esta tecnología. La Argentina entró en ese grupo de elite con el desarrollo del Saocom, que funciona en banda L y sirve para el monitoreo de suelos. Nuestros satélites emitirán en banda X y podrán usarse para detectar el movimiento de infraestructuras”, cuenta Erwin Beccari, docente de la Escuela de Ciencia y Tecnología (ECyT) e integrante del equipo Focus. “Algunos expertos que fueron parte del proyecto Saocom hoy participan en Focus. Creemos que es importante aprovechar las capacidades que tenemos y evitar que se fuguen”.
La iniciativa nació hace unos cinco años, en el marco de la materia Proyecto Integrador de la carrera de Ingeniería Espacial. Los estudiantes hicieron una exploración de mercado y descubrieron que había demanda de servicios de monitoreo de estructuras, pero a precios más accesibles. “Bajar costos permite democratizar la información satelital y monitorear muchos más blancos en todo el mundo”, señala Beccari. El objetivo comercial fijado por Focus es ambicioso: insertarse en el mercado nacional e internacional con precios disruptivos. Esto es, con un servicio que cueste hasta cincuenta veces menos.
Esta misión satelital es un proyecto público-privado en el que también participan empresas como SpaceSUR y Testa Brava, y para el que han colaborado instituciones como la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (Conae) y el Instituto Argentino de Radioastronomía (IAR), entre otras. Además, Focus ahora está en la búsqueda de diversos aliados para poder avanzar hacia etapas que requieren mayor inversión.
Ahí va el Capitán Focus por el espacio
La constelación Focus estará constituida por microsatélites de 150 kilos que orbitarán a 600 kilómetros de la Tierra. Plegados, tendrán un tamaño de 80 x 80 centímetros y, con sus paneles solares extendidos, llegarán a cinco metros de envergadura. Fabricar microsatélites no solo permite reducir costos de producción, sino también de lanzamiento: al ser pequeños y livianos, pueden ser lanzados como piggyback, es decir, como carga suplementaria de lanzadores que llevan satélites más grandes como carga principal.
Su carga útil —el corazón del satélite— es el Radar de Apertura Sintética (SAR) en banda X, que permite obtener imágenes de alta resolución. La ventaja de la tecnología de radar respecto de instrumentos ópticos de observación es que no depende de la energía solar ni de las condiciones atmosféricas para realizar mediciones, ya que posee una antena que emite ondas que pueden atravesar las nubes y obtener información en cualquier momento del día.
La medición consiste en comparar las imágenes que genera el satélite sobre un mismo blanco cada cierta cantidad de días. “Ese solapamiento de imágenes puede alertarnos sobre desplazamientos en la infraestructura del orden de milímetros, pudiendo predecir deformaciones que, a simple vista, no se detectan. Esa comparación se hace usando una técnica que se llama interferometría diferencial”, explica Beccari.
Para poder ofrecer un monitoreo satelital a menor costo, el equipo apostó por un modelo conocido como top-down (de arriba hacia abajo), que se basa en acotar al máximo un proyecto para enfocarse en una necesidad concreta, lo que permite limitar los tiempos de producción: de ahí el nombre Focus. Se trata de encontrar el mínimo producto viable, en vez del mejor posible, y de trabajar a prueba y error aprendiendo con las fallas que aparecen en el camino. “Antes de empezar, le ponemos un costo determinado al producto final y luego vamos a la ingeniería para intentar llegar a eso. Hoy estos servicios están en el orden de cien mil dólares al año y nuestro precio objetivo es de dos mil dólares al año”, explica el ingeniero Roberto Yasielski, director de la Ingeniería Espacial.
El proyecto Focus apunta a diversos tipos de clientes. Un primer grupo estará compuesto por los early adopters, que son los usuarios actuales de este tipo de imágenes satelitales. En segunda instancia, buscarán expandir el servicio a empresas vinculadas a infraestructura (construcción, minería, etc.) y gobiernos que precisen hacer monitoreos para evitar catástrofes y reducir accidentes. Como un tercer nivel, buscarán abrir un nuevo mercado ofreciendo el servicio a las aseguradoras que deseen tener datos antes de asegurar bienes y obras. Además, esta tecnología también podría usarse en el ámbito de Defensa, en función de las necesidades estratégicas y soberanas de nuestro país.
Con su nave de fibra hecha en San Martín
Recientemente, el equipo Focus finalizó la Fase 0, que consistió en realizar la demostración del concepto a través de diversos ensayos que se hicieron en la Universidad y en instalaciones del Instituto de Tecnologías en Detección y Astropartículas (ITeDA – Unsam/Cnea/Conicet). Ahora están en Fase I, que implica construir un prototipo, constituir la start-up y buscar financiamiento para las próximas etapas.
“El ensayo que se hizo en Fase 0 fue en tierra, con un sistema de travelling que nos donó la Conae. En la Fase I buscaremos poner el radar en un dron y obtener imágenes aéreas”, explica Beccari. «La idea es terminar esta etapa a fin de año». En tanto, la Fase 2 estará dedicada a la fabricación del satélite, que planean finalizar en 2026, y su puesta en órbita en 2027 (aunque los tiempos estarán supeditados al financiamiento que vayan consiguiendo). Finalmente, la Fase 3 abarcará la fabricación del resto de los satélites de la constelación, cuya cantidad mínima será tres y la máxima estará determinada por la demanda.
“Lo más fuerte de este proyecto es que, desde una universidad, estamos sacando un producto y eso va más allá de hacer I+D. Esto es muy disruptivo. Imaginate que solo las primeras camadas de la carrera lograron gestar un proyecto valuado en 80 millones de dólares. No existe en el país este nivel de ingenieros”, celebra Yasielski.