BlueMaxima’s Flashpoint, el museo en la web que busca preservar más de 100 mil videojuegos
Cómo es por dentro uno de los proyectos de rescate más importantes de Internet, en el que un argentino colabora para mantener el legado de Flash Player, una tecnología clave para la web que fue abandonada este año
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Utilizado por millones de usuarios de Internet en todo el globo, pero con grandes detractores como Steve Jobs, el reproductor de animaciones Adobe Flash dejó de funcionar el último día de 2020. No fue una víctima de la pandemia, sino que llegó a su fin después de años de problemas de estabilidad y seguridad. Sin embargo, con su muerte también se despidieron miles y miles de videojuegos, y animaciones, que le dieron forma a Internet en la primera década del siglo XXI, y que ya no pueden ser disfrutadas. Ahora. una iniciativa internacional, en la que participa un argentino, intenta rescatar estas piezas para el futuro.
Se trata de BlueMaxima’s Flashpoint, una plataforma desde donde se puede descargar un sistema que permite correr archivos Flash sin necesidad de conexión a Internet y en cualquier computadora. El arquitecto de software argentino Alejandro Romanella participó de su génesis y habló con LA NACION: “Todo comenzó a partir de una serie de inquietudes que nos surgieron a muchos colegas en un foro cuando a finales de 2017 Adobe anunció el fin de Flash… ¿cómo se iban a preservar más de 20 años de trabajo?”.
Y es que Flash Player nació en los años 90 y su versatilidad para reproducir animaciones con datos comprimidos hizo que se volviera tan popular que la tecnología fue adquirida por Adobe en 2005. Sin embargo, sus numerosas vulnerabilidades la volvieron un dolor de cabeza para muchos. Jobs fue su principal enemigo y selló su suerte cuando decretó que los dispositivos móviles de Apple no le dieran soporte.
Así, Flash fue siendo reemplazada por lenguajes como HTML5, que es un estándar abierto y no requieren activar plugins, y quedó afuera de navegadores como Firefox y Chrome, además de sistemas como Windows 10. Y el último día del año pasado fue su muerte oficial.
Preservar la historia de la web
Pero para ese entonces, a partir de intercambios en foros de programación, el australiano Ben Latimore había construido una suerte de “museo” para esta especie que hoy está extinta. En la visión de Romanella, quien se unió oficialmente al proyecto en abril de 2018, la muerte de Adobe Flash amenaza con enterrar una porción muy importante de la cultura web que no podrá ser consultada, investigada ni disfrutada ni en la actualidad por nuevas generaciones.
“Hay programadores y diseñadores que comenzaron trabajando en Flash en proyectos que tal vez fueron utilizados por 50 millones de personas o que dieron lugar a franquicias que hoy siguen vigentes, en secuelas en plataformas como Steam. Esto es parte de nuestra historia y estamos viendo que desaparece frente a nuestros propios ojos”, aseguró.
Quienes acceden hoy a la web del proyecto pueden descargar dos versiones del software: la Ultimate, que es pesada pero permite acceder al catálogo completo de material rescatado, y la Infinity, con una selección más acotada y la posibilidad de bajar títulos específicos. Gracias al ingenio de un extenso grupo de programadores del mundo, no se requiere plugins ni otros programas.
“Lograr que juegos y animaciones en Flash funcionen hoy requiere bastante trabajo, pero básicamente se trata de descargar nuestro software, que no es emulador sino un servidor virtual en tu propia computadora sin necesidad de conexión a Internet. Nuestro programa ‘engaña’ a los juegos para que crean que siguen online en Internet, ya que es muy común que tengan ‘cerrojos de sitio’, un método para chequear la URL que en su momento evitaba que fueran copiados y usados en otras páginas para generar visitas. Hace unos años era una práctica habitual para aumentar la audiencia de manera desleal. Nosotros evitamos esto al crear un servidor local virtual”, puntualizó.
Salvaguardar un registro cultural
Pero, más allá de lo técnico, el mayor reto para este proyecto es encontrar los archivos originales de los videojuegos. Para Romanella se trata de un drama común a varias expresiones artísticas: “Tenemos una lista de títulos que creemos perdidos porque no están en ningún lado. Son numerosas las películas mudas de las que no hay copias o incluso capítulos de series como Doctor Who de los que hace 60 años que no se saben nada”.
En ocasiones la búsqueda de determinados videojuegos es personal e incluye, cuando es posible, rastrear y comunicarse con su creador para saber si tienen copias del código disponibles. Y en muchos casos hay frustración, porque son programas que están en discos rígidos rotos o en servidores cuyas contraseñas olvidaron.
Sin embargo, gracias a este gran trabajo y dedicación, hoy el museo cuenta con 100 mil videojuegos y más de 131 mil animaciones. Además, con el tiempo se agregaron nuevas tecnologías que también quedaron obsoletas como Shockwave, Unity 3D, Java, entre otras.
Todo es posible gracias al trabajo de un grupo de entre 200 y 300 colaboradores voluntarios y de la donación de un server en Estados Unidos con una velocidad muy potente para poder dar acceso a todos los visitantes.
Si bien la iniciativa de BlueMaxima’s Flashpoint es única por su volumen, el sitio Internet Archives también permite jugar a muchísimos videojuegos. Sin embargo, no es tan amigable para encontrar verdaderas rarezas como una serie de juegos argentinos inspirados en el justicialismo, como El péndulo peronauta, Evita y Perón contra los gorilas o Elige tu propio Perón.
BlueMaxima’s Flashpoint tiene un espacio para pedir agregar juegos o animaciones que no estén en su catálogo y siempre está abierto a recibir a nuevos colaboradores. “No es necesario saber programar para ayudar. En un proyecto así necesitamos también gente que traduzca o escriba, por ejemplo”, completó Romanella