El mejor software gratis para hacer música en casa
Una estación de trabajo digital y una docena de instrumentos virtuales y efectos, todo sin cargo, para explorar tu lado creativo, editar tu podcast o, más importante, jugar con los chicos, que se deslumbrarán con estas tecnologías
- 9 minutos de lectura'
La vueltas de la vida. Luego de unos treinta años de estar experimentando con toda clase de tecnologías para hacer música, recientemente redescubrí mi primer amor, y parece que es cierto lo que dicen. Porque no solo volví a adoptarlo con el entusiasmo de entonces, sino que hoy es un software gratis. Así que decidí compartirlo con ustedes. Aquí va la historia.
Hace casi exactamente tres décadas, cuando llevaba algo así como un año usando una computadora personal, dos cables se unieron en mi mente y tuve una idea. No se rían. Hoy es de lo más normal, pero en ese momento, usar una computadora para hacer música sonaba como algo bastante exótico. Pero allí estaban, mi teclado MIDI y la computadora que había comprado unos meses antes.
Una secuencia de hechos afortunados
Nos los aburriré con los detalles técnicos. Al revés que hoy, en esa época tuve que comprar una plaqueta especial para darle a mi PC la capacidad de hablar con un instrumento musical. Una placa MIDI, para ser exactos.
Pero aun después de haber conseguido establecer el vínculo de hardware, faltaba todavía una pieza fundamental: el software. Uno tiende a olvidar este detalle, incluso hoy. Te comprás la notebook y después de desembalarla y ponerla en marcha te das cuenta de que no trae Office. No, no trae. Hay que pagarlo aparte. Pista: podés usar LibreOffice, que no tiene costo.
Treinta años atrás, el software era una sustancia aún más esquiva. En todo caso, y después de leer bastante (en revistas especializadas, no había conexiones públicas a internet todavía) y de preguntar en los negocios del ramo (qué viejo sonó eso), conseguí un programa llamado Cakewalk.
Cakewalk era un secuenciador de una compañía estadounidense llamada Twelve Tones. ¿Un secuenciador? ¿Y qué vendría a ser eso, exactamente? Para entenderlo, hay que mirar el lenguaje MIDI, que por fortuna no solo es público, sino, además, muy simple.
Dejando de lado una serie de detalles, MIDI (siglas en inglés de Interfaz Digital para Instrumentos Musicales) permite comunicar los eventos típicos de la ejecución de un instrumento. Por ejemplo, que una tecla fue pulsada, que se la soltó, con qué fuerza se la presionó (en la jerga eso se llama velocidad), y otras cosas por el estilo. Por supuesto, los eventos se comunican y registran de forma enteramente digital; es decir, son numéricos. La clase de materia con la que las computadoras se llevan mejor.
En este contexto, una pieza para piano sería una secuencia de eventos MIDI. Uno toca en un teclado MIDI y el instrumento envía cada evento (es decir, lo que nosotros tocamos) a una computadora, que registra esa secuencia usando un programa llamado –ahora es obvio– secuenciador.
Una de las fortalezas de MIDI, un lenguaje consensuado por la industria de la música en 1983, es su simpleza y su estabilidad. Lógico. No podés darte el lujo de que en medio del concierto se te cuelgue todo. Así que en 1990 MIDI ya estaba muy difundido y era una apuesta segura; tuve que invertir bastante dinero y aprender unas cuantas cosas que hasta entonces solo había visto en estudios de grabación, cuando escribía una nota al respecto, pero en unos días conseguí registrar mis primeras secuencias. Esto era genial, porque podías grabar tu propia música, incluso empleando guitarras o baterías sintetizadas. Pero la felicidad nunca es completa.
De a uno, por favor
Choqué así con uno de los obstáculos más odiosos y peor comprendidos de la música electrónica: la polifonía. Todo en este mundo tiene un límite, y eso incluye el número de voces que pueden sonar simultáneamente en un sintetizador. Mi teclado MIDI (un Yamaha SY22 de 1990) tenía una polifonía de 16 voces. Así que cuando quise poner piano, cuerdas, guitarra, bajo y batería, se me acabó el combustible sonoro. El dato no es solo anecdótico. Si se lo ponen a pensar, ¿qué es un sintetizador digital? Una computadora dedicada a hacer sonidos. ¿Y entonces por qué no usar la computadora para producir esos sonidos y nos evitamos algunos de los límites de los instrumentos reales?
Buena idea, pero para eso faltaba más o menos un lustro, y como veinte años antes de que las computadoras hogareñas tuvieran el poder de cómputo necesario. Para no alargar demasiado la historia, en 1994 compré otro sintetizador (un Roland JV-1080, uno de los mejores de su generación), que tenía 64 voces de polifonía. Ahora podía registrar secuencias con hasta 80 voces simultáneas. Parece mucho. No lo es. Pero todo empezaba a sonar mejor.
Lo interesante del JV-1080 –aparte de que la marca Roland había dado el puntapié inicial para llegar al estándar MIDI y que además volverá a aparecer en esta historia– es que no tenía teclado. Parecía una mezcla de videocasetera con reproductor de CD. ¿Y cómo hacía para tocar algo que no tenía teclado? Simple, usando el teclado del otro instrumento, mediante MIDI. En efecto, un solo teclado MIDI puede controlar todos los demás instrumentos; incluso los instrumentos virtuales que se ejecutan hoy como programas en la computadora.
Es una de las enormes ventajas de MIDI que la industria de la computación personal nunca terminó de aprender: los estándares comunes y públicos benefician a todos y contribuyen a erradicar la concentración. La industria de la música está poblada de marcas excepcionales: Alesis, Arturia, Behringer, Casio, Kawai, Korg, Kurzweil, Modal, Moog, Nord, Novation, Roland, Sequential, Yamaha y sigue la lista, que contiene cientos de nombres, y todos prosperan.
Windows y después
En los años siguientes pasaron muchas computadoras y tecnologías, hasta que, en 2017, volví a invertir dinero en un instrumento musical digital. Entonces, por sugerencia de un lector, me reencontré con el nombre Cakewalk. La marca Twelve Tones había desaparecido y en su lugar estaba otra, llamada BandLab. Y ya no era un programa comercial, sino que se lo ofrecía sin cargo.
Como es obvio, uno primero baja el software y lo prueba; si vale la pena, averiguás qué pasó. Nueve de cada diez veces, no pasás de las primeras tres pantallas. Con este nuevo Cakewalk me ocurrió exactamente lo contrario. Pese a que habían transcurrido tres décadas, tres generaciones de Windows y un total de quince versiones de sistemas operativos (si no sumé mal), me sentía como en casa otra vez.
Los secuenciadores, como suele ocurrir con los programas especializados en una cierta tarea, tienden a tener una curva de aprendizaje bastante escarpada. Pero como aquella casi olvidada versión para DOS, la nueva encarnación de Cakewalk conservaba la claridad y la facilidad de uso. Solo que ahora estábamos en el siglo XXI y lo que podés hacer con una computadora es mágico, si lo comparás con 1990.
Por ejemplo, ya no necesitás comprar un sintetizador. Sí, OK, un teclado MIDI ayuda mucho. Pero también es posible (y entretenido) crear música mediante algunas de las interfaces para mouse que vienen con estos programas, como un secuenciador por pasos o el piano roll. Además, con tanto poder de cómputo disponible, los instrumentos se han vuelto virtuales; es decir, se usa la misma computadora como motor para producir sonidos; esta tecnología se llama VST, por Virtual Studio Instrument, y fue lanzada en 1996 por Steinberg, uno de los grandes jugadores de la música profesional. Este nuevo Cakewalk trae un sintetizador (antiguo, pero decente), cuerdas, bajos, batería y un buen piano eléctrico.
Ahora, ¿qué pasó con Cakewalk en todos estos años? Primero Twelve Tones pasó a llamarse Cakewalk, como el programa, porque el nombre había pegado. No obstante, cambiarían el nombre de su software de Cakewalk a SONAR. Luego, en 2008, la compañía fue adquirida por Roland (les dije). En diciembre de 2013 Cakewalk pasó a manos de Gibson (sí, los mismos de las guitarras), y en 2018 esos activos fueron adquiridos por BandLab. Les escribí para preguntarles, básicamente, y nunca mejor usada la frase, qué onda.
Meng Ru Kuok, director ejecutivo de esta compañía singapurense, me dijo: “Nos entusiasma poder continuar el desarrollo de SONAR con su nueva marca Cakwalk by BandLab, así como tener una ambiciosa hoja de ruta para agregarle características. Y lo ofrecemos gratis para asegurarnos de que cualquier persona, sin importar de cuántos recursos disponga, el tipo de computadora o el estado en el que se encuentre en su carrera, acceda a una herramienta de producción de música del más alto nivel. Es parte de nuestro esfuerzo continuo para que los músicos hagan y compartan sus obras alrededor del mundo”. Parte de este esfuerzo es el sitio de BandLab, una plataforma colaborativa en la que músicos, productores y fans pueden trabajar en equipo mediante la web e internet.
Más software, más música
Cakewalk también permite editar audio y viene con varias herramientas esenciales de un estudio de grabación, como un ecualizador gráfico y un compresor, además de efectos. Es decir, si tenés un podcast, también te va a servir para editar el audio, corregir defectos y demás.
Otros instrumentos virtuales sin cargo que vale la pena probar son Surge (https://surge-synthesizer.github.io) y Vital, cuyo autor también hace Helm. Los menciono porque hay cientos de VST gratis, pero estos están muy por encima de la media. Los dos primeros son sintetizadores híbridos (combinan tablas de ondas con modulación de frecuencia y síntesis sustractiva) y sus posibilidades son realmente innumerables, y Helm es un sintetizador tradicional con dos osciladores.
Aparte, te recomiendo que pruebes PianoOne, de SoundMagic, un VST que simula casi con total perfección un piano, incluida la resonancia y los ruidos de martillos y pedales. Hay otros de este tipo, comerciales, que suenan todavía mejor, pero para empezar PianoOne es realmente notable.
Qué necesitás
No hace falta una máquina muy potente para hacer música. Bueno, para proyectos ambiciosos, sí, claro. Y también ayuda el hardware de audio especializado. Más un teclado master. Pero para experimentar en casa, despuntar el vicio y jugar con los chicos, una notebook promedio es más que suficiente.
MIDI es cero exigente en hardware, porque solo transmite eventos, no sonido, y tampoco procesa audio. La cosa se complica a medida que agregás instrumentos virtuales y efectos, pero dada la enorme capacidad de cómputo que tienen nuestras PC actuales, esta es una de las formas más placenteras de explotar ese poder informático, y es como tener nuestra banda de garaje de nuevo.
Otras noticias de Nota de Opinion
Más leídas de Tecnología
Como en Austin Powers. Rusia multa a Google por US$ 20.000 quintillones, más que todo el dinero que hay en el mundo
¿Qué me quiere decir? Así es el collar con IA que interpreta lo que dice tu mascota
Paso a paso. Por qué recomiendan desactivar el Meta IA de WhatsApp: cómo hacerlo
Aprendizaje remoto. Cuatro cursos gratis sobre inteligencia artificial para conseguir una certificación en 10 horas