El futuro de la tecnología y la privacidad, eje de la discusión entre Apple y el FBI
La puja por el desbloqueo del iPhone del terrorista de San Bernardino abre la puerta para diversos escenarios potenciales en torno al espionaje de las autoridades sobre dispositivos electrónicos cada vez más conectados y presentes en los hogares
Comprender lo que está en juego en la batalla entre Apple y el FBI para desbloquear el teléfono de un terrorista, ayuda a pronosticar el futuro de la industria de la tecnología.
Esta es una apuesta con la que nunca se pierde dinero: la tecnología digital siempre está hambrienta de más información personal y nosotros, los usuarios, siempre aceptamos sus exigencias. Los teléfonos inteligentes contienen muchos datos personales: correos, fotografías, ubicación, dignidad. Sin embargo, los aparatos del mañana, que ya circulan en forma rudimentaria, tendrán aún más.
Habría que considerar todas las tecnologías. Pensamos que queremos teléfonos no solo mejores y más útiles, sino coches que se manejan solos, asistentes inteligentes a los que se controla por medio de la voz o electrodomésticos que se puedan monitorear y manejar desde lejos. Muchos tendrán cámaras, micrófonos y sensores que recopilarán más datos. Los aparatos que usemos a diario estarán grabando y analizando cada expresión y cada acción.
Esto nos lleva a entender por qué las compañías de tecnología –por no hablar de nosotros– deberían de temer a las repercusiones del caso de Apple. Los miembros de los cuerpos de seguridad arguyen que cuando tienen una orden judicial válida, nunca se debe bloquear el acceso a los policías a ningún aparato que pudiera ser importante en una investigación.
Sin embargo, si se obliga a Apple a quebrantar su propia seguridad para meterse a un teléfono que, como le había prometido al usuario, era inviolable, la confianza en la seguridad del futuro, siempre vigilante, empieza a caerse.
Si es posible monitorear cada aparato y si los agentes del orden pueden intervenirlos con una orden judicial, ¿alguien podrá, alguna vez, sostener una conversación verdaderamente privada? ¿Estamos construyendo un mundo en el que ya no hay espacio para guardar secretos?
Esto podría sonar alarmista, en especial para quienes creen en el argumento del FBI de que su solicitud a Apple de acceder ilegalmente al teléfono está limitada a esta circunstancia especial.
Simplemente queremos tener la oportunidad de tratar de adivinar la contraseña del terrorista sin que el teléfono se autodestruya y lleve una década adivinarla correctamente. Eso es todo
"El problema legal es, de hecho, bastante estrecho", escribió James B. Comey, Jr., director del FBI. "Simplemente, queremos, con una orden de registro, la oportunidad de tratar de adivinar la contraseña del terrorista sin que el teléfono se autodestruya y lleve una década adivinarla correctamente. Eso es todo".
Sin embargo, activistas dicen que sería más fácil creerle a Comey si el gobierno no tuviera una larga trayectoria de fundamentar casos legales en viejas tecnologías para decidir cómo manejar las modernas. Los tribunales aprobaron normativas para intervenir las llamadas en teléfonos analógicos en los años sesenta y setenta; después, se aplicaron como la base para la vigilancia masiva en Internet.
Chris Soghoian, tecnólogo principal de la Unión Estadounidense por las Libertades Civiles, comentó que "hay muy poca protección constitucional para los datos que albergan terceros, y ello se debe a una sentencia de la Corte Suprema en los años sesenta, antes del correo electrónico, antes de los motores de búsqueda, antes de las redes sociales".
Soghoian señaló que el gobierno ya había tratado de convertir los aparatos conectados en máquinas de vigilancia. En un caso de hace más de una década, el FBI pidió a una empresa que fabricaba un aparato de asistencia integrado en carretera que grabara secretamente las conversaciones privadas de personas dentro de un coche. Un tribunal falló en contra de la solicitud del FBI, pero solo con el endeble argumento de que colocar micrófonos ocultos habría interferido con el funcionamiento del aparato.
"El tribunal dejó abierta la puerta a la vigilancia siempre que la función principal del aparato quedara intacta", dijo Soghoian. "Así es que siempre que el Amazon Echo pueda darte la temperatura o pueda seguir tocando música, el caso permite al gobierno obligar a Amazon a espiarte".
Amazon, que declinó comentar sobre cómo el caso de Apple podría afectar la privacidad de los usuarios de Echo, ha dicho que no está grabando constantemente las voces de las personas, y que conserva las grabaciones solo para ayudar al sistema a aprender a comprenderlo mejor la voz.
Sin embargo, el caso de Apple amenaza con debilitar esas promesas. Si un tribunal puede hacer que Apple acceda ilegalmente a un iPhone, ¿por qué no podría también obligar a Amazon a cambiar el modelo de seguridad del Echo para que pueda grabar todo lo que se dice en la casa? Soghoian cree que el caso de Apple podría sentar ese precedente.
"Lo que realmente necesitamos para que el "Internet de las cosas" no se convierta en el "Internet de la vigilancia" es tener leyes claras que digan que no se puede pedir a las compañías a las que invitamos a nuestra casa y a nuestra habitación a que conviertan sus productos en micrófonos ocultos del FBI".
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