El fracaso de Facebook: radiografía de un gigante que tomó ideas de otros y que ahora apuesta al metaverso
La compañía liderada por Mark Zuckerberg supo tener una década prolífica de innovación, pero luego solo se enfocó en impulsar su escala por sobre los nuevos desarrollos creativos
- 9 minutos de lectura'
No han faltado explicaciones para la espectacular y repentina caída en el valor de las acciones de Facebook que ocurrió recientemente. En un informe de resultados, Meta, la empresa matriz de Facebook, señaló que su crecimiento de usuarios se había estancado. La gente joven, su sector demográfico más valioso, sigue pasando tiempo en TikTok, la irresistible aplicación de videos cortos que se ha vuelto la competencia más formidable de Facebook en años.
Las nuevas funciones de privacidad que agregó Apple al iPhone el año pasado también están obstaculizando las principales fuentes de ingresos de Facebook: los anuncios digitales focalizados. La empresa mencionó que los cambios de Apple podían costarle 10.000 millones de dólares en ingresos el próximo año. Además, Meta divulgó que el año pasado había gastado 10.000 millones de dólares en la construcción de su nuevo homónimo, el metaverso, el mundo fantástico de realidad virtual al que Facebook le está apostando como la próxima gran novedad de Internet, pero que, hasta ahora, sigue siendo más virtual que realidad.
Los inversionistas se tambalearon. Hace un par de semanas, el valor de las acciones de Meta perdió más de 250.000 millones de dólares. Es una cantidad casi incomprensible; tan solo unas pocas decenas de empresas que cotizan en bolsa están valuadas en más de 250.000 millones de dólares. En otras palabras, el valor de Facebook se ha desplomado por más de lo que valen todas las empresas excepto las más grandes.
Pero al fondo de la gran cantidad de problemas costosos de Facebook se encuentra uno en particular que es más importante, una situación que ha asolado a la empresa durante más de una década, y que Mark Zuckerberg —el cofundador de Facebook— en realidad nunca ha sabido cómo enfrentar.
El problema es la innovación: Facebook parece incapaz de alcanzarla. La empresa simplemente no parece saber cómo inventar nuevas cosas que tengan éxito. La mayoría de sus más grandes logros —no solo dos de sus principales productos, Instagram y WhatsApp, sino muchas de sus funciones más usadas, como las historias de Instagram— fueron inventados en otras partes. Llegaron hasta Facebook ya sea por medio de adquisiciones o, cuando eso no funcionó, como copias descaradas.
Sin embargo, comprar y copiar otras ideas se ha vuelto cada vez más difícil para Facebook. Los reguladores de todo el mundo, recelosos del tamaño de Facebook y su poder sobre el mercado, están hartos de permitirle devorar a cualquier competencia potencial. Además, las aplicaciones más grandes de Facebook están tan atiborradas de funciones clonadas de otros lugares que se están volviendo caóticas y dispersas.
Mientras tanto, es fácil ver por qué los inversionistas podrían sentirse escépticos de que Facebook sea la empresa que inventará la siguiente gran novedad, ya sea el metaverso o cualquier otra cosa. Ha pasado mucho tiempo desde que Facebook creó algo verdaderamente revolucionario.
¿Hace cuánto? Zuckerberg no inventó la idea de una red social, pero, a pesar de todo, la primera década de Facebook estuvo llena de innovaciones. Tal vez la más importante fue el lanzamiento de News Feed en 2006, el sistema que organiza actualizaciones de tus amigos en una línea de tiempo, también conocido como la parte principal de la aplicación de Facebook. News Feed revolucionó la manera en que la gente navegaba por Internet.
En las redes sociales más antiguas, como Myspace, tenías que visitar las páginas de cada uno de tus amigos para ver qué estaban haciendo. Al combinar las publicaciones en tu red para convertirla en un nuevo tipo de resumen en tiempo real, News Feed dio lugar a algo profundo en las relaciones humanas: una ventana en tiempo real, disponible para cualquiera de nosotros, hacia las vidas sociales de todos. El hecho de que News Feed —y muchos de los otros modelos que inspiró, como el de Twitter— haya cambiado el mundo de formas positivas y negativas tan solo enfatiza su importancia. En algún momento, al menos, a Facebook se le pudieron ocurrir nuevas ideas que en verdad podían cambiar el mundo.
No obstante, hace diez años, Facebook comenzó a cotizar en bolsa y, desde entonces, su estrategia ha estado menos relacionada con la innovación y más con impulsar un crecimiento salvaje de su base de usuarios y su negocio publicitario. La escala se convirtió en su principal proyecto tecnológico: iba a construir su infraestructura para que les sirviera a todas las personas en la Tierra y pudo hacer uso de esa infraestructura para mantenerse en la cima. Cuando aparecían nuevas funciones interesantes en línea, podías contar con que Facebook iba a llevarlas al público general, aunque no las hubiera inventado.
Durante muchos años, la estrategia de fotocopiar funcionó bien. Ni siquiera había realmente nada deshonroso al respecto: las mejores ideas en el mundo de la tecnología, o, en realidad, en la vida, a menudo son pastiches de muchas ideas diferentes. Como dijo Steve Jobs: “Los buenos artistas copian. Los grandes artistas roban”. La destreza de Facebook recae en su excelencia operativa más que en su originalidad.
Pongamos a Instagram como ejemplo. En 2012, cuando Facebook pagó 1000 millones de dólares por la aplicación de fotos compartidas, Instagram tenía tan solo trece empleados, unos 30 millones de usuarios y ningún ingreso. Facebook derramó recursos en la empresa y al mismo tiempo les permitió a sus fundadores, Kevin Systrom y Mike Krieger, tener una amplia libertad para dirigir el lugar. Así se disparó el crecimiento. En la actualidad, más de 1000 millones de personas usan Instagram al mes y en 2018 pudo haber valido más de 100.000 millones de dólares. Los fundadores de Instagram dejaron la empresa en 2018 —a causa de las crecientes tensiones con Zuckerberg, según reportes—, pero han afirmado que la adquisición fue buena para los usuarios a final de cuentas.
La Comisión Federal de Comercio de Estados Unidos aprobó las compras que hizo Facebook de Instagram y WhatsApp, pero, en 2020, la agencia presentó una demanda en contra de Facebook, bajo el argumento de que ambos acuerdos fueron parte de una “estrategia sistémica” para mantener un monopolio. El mes pasado, un juez decretó que podía proceder una versión modificada de la demanda. Casi no hay ninguna posibilidad de que los reguladores le permitan a Facebook comprar pronto a otro rival potencial. Con esto, Facebook se queda con otra táctica que ha perfeccionado a lo largo de muchos años: pedir prestadas las ideas de otras personas.
Fijémonos, de nuevo, en Instagram. Cuando inició la aplicación, era un simple muro con fotos. A lo largo de los años, Facebook la ha llenado de un montón de funciones recogidas de otras partes. Ahora, Instagram transmite emisiones en vivo, una función de la que fueron pioneras empresas emergentes como Twitch y Periscope. Una de las funciones más populares de Instagram es las historias, un tipo de diario fotográfico del día de un usuario. El formato de historias fue un invento de Snapchat, cuyo éxito a inicios de la década de 2010 lucía como una amenaza para el dominio de Facebook. Zuckerberg intentó comprar la empresa, ahora llamada Snap. No hubo manera. También probó con varias formas de clonar sus funciones. En 2017, Zuckerberg por fin lo logró en grande; después de poner las historias en la parte más alta de la aplicación de Instagram, Facebook desplazó a Snap. Un año después de clonar la mejor función de Snapchat, las historias de Instagram se volvieron más grandes que las de Snapchat. Como si hubiera querido restregárselo en la cara, Facebook también agregó una función de las historias a Facebook y a WhatsApp.
Ahora, Facebook intenta hacer algo similar con los Reels, su clon de TikTok. En 2020, los reels hizo su debut en Instagram y en 2021 reels fue lanzado en Facebook. En una llamada reciente con inversionistas, Zuckerberg dijo que a los reels les estaba yendo bien. Sin embargo, no dio muchos detalles y mencionó tanto la competencia que representa TikTok que uno podría sospechar que no está del todo satisfecho con lo bien que está compitiendo su clon.
No me sorprende. Uso Instagram con frecuencia, pero cada vez me parece más desordenado. Es una mezcolanza con muchas características sociales distintas, dispuestas en un mismo lugar de manera incómoda: un espacio para fotos permanentes, para historias efímeras, para videos cortos de personas influyentes e incluso para ir de compras. Mientras tanto, la aplicación de Facebook se siente como una causa perdida de abotargamiento: como un restaurante que ofrece demasiados tipos diferentes de gastronomías, la aplicación trata de hacer tanto que termina sin hacer casi nada bien.
Facebook no parece capaz de crear cosas nuevas. Su negocio de realidad virtual —construido a partir de su adquisición de la empresa emergente de realidad virtual Oculus en 2014— ha creado aparatos interesantes y su gasto en el metaverso podría producir nuevos y asombrosos mundos virtuales. Sin embargo, es razonable ser escéptico.
Facebook sigue siendo una empresa con un éxito enorme, pero sus recientes aprietos sí ponen en duda la teoría —que han postulado partidarios de unas reglas antimonopolios más sólidas— de que sigue disfrutando de una ventaja competitiva injusta frente a su competencia. Su valor de mercado acaba de caer debajo de los 600.000 millones de dólares, el umbral que los demócratas en la Cámara de Representantes han elegido para una nueva legislación diseñada para controlar el poder de las grandes empresas tecnológicas. Como lo hizo notar el analista Ben Thompson, el mercado de la publicidad digital, que alguna vez dominaron casi por completo Google y Facebook, recientemente se ha vuelto más competitivo.
La gran pregunta sobre la inmensa apuesta de Facebook en la realidad virtual es si esta puede reavivar el espíritu innovador que tuvo la empresa en sus inicios. Facebook se ha colgado de los inventos de otras personas durante tanto tiempo que es muy difícil ver hacia adónde va ahora que su mimeógrafo se atascó. Tal vez llegó la hora de un nuevo eslogan corporativo inspiracional: Muévete rápido… y crea cosas.
Farhad Manjoo es columnista de Opinión del Times desde 2018. Antes de eso, escribía la columna State of the Art. Es autor de True Enough: Learning to Live in a Post-Fact Society. @fmanjoo | Facebook
The New York Times