El dilema de Apple en la delgada línea que separa a tabletas y computadoras portátiles
Y al final el iPad ya tiene USB. Ya es una computadora de verdad, capaz de competir con las portátiles clásicas… aunque mucha gente todavía lo use solo para navegar y para ver series. Cuando hace ocho años y medio Apple presentó la primera versión de su tableta, esa fue la gran crítica: "No tiene ni puerto USB". A muchos les pareció ridículo y pretencioso intentar inaugurar una nueva categoría de computadora personal con aquel iPad al que ni siquiera se le podía conectar un pendrive, un disco duro o una impresora. Y ahora —que el nuevo iPad Pro presentado ayer ya tiene la moderna conexión USB-C—, a muy pocos se les ocurrirá ponerse a conectar su flamante tableta a alguno de esos accesorios.
Vivimos en el mundo que Steve Jobs soñó en 2010 para el iPad original. La nube ha jubilado al pendrive; y las impresoras, si se usan, es vía WiFi. Ayer su sucesor Tim Cook afirmó: "Este es el iPad que nos hubiera gustado hacer desde el principio". Ha tenido que pasar todo este tiempo de una evolución tecnológica en la que primero Apple le añadió cámara, luego una pantalla decente; luego lo aligeró; también le enseñó a intercambiar archivos con otros dispositivos sin que fuera un suplicio; luego le dio potencia, e incluso un lápiz digital (después de años convenciéndonos de que era mejor usar el dedo). Y por fin lo ha refinado de nuevo, con un diseño de bordes rectos que recuerda al original de 2010 —y que al mismo tiempo le hace parecer un dinosaurio.
El iPad podía haberse extinguido por el camino de esta evolución. De hecho sus ventas comenzaron a caer en 2014, hasta que en 2018 han vuelto a repuntar. Ayer Tim Cook y su equipo nos presentaron al renovado iPad Pro como su nuevo hijo mimado. Ya lo consideran una computadora hecha y derecha, que incluso se ha ganado el respeto de la gente seria —Adobe y Autodesk presentaron sus versiones completas de Photoshop y AutoCAD para iPad— y le han dado una segunda oportunidad para convertirse en la PC favorita del público.
Recuperar a los usuarios profesionales
Los rumores apuntaban a que ayer habría un nuevo y moderno MacBook por menos de mil euros. Pero ese escalón básico de la gama de portátiles Apple lo ha dejado exclusivamente en manos del iPad, que tras sus dos renovaciones de 2018 pasa a ser su computadora de entrada básica y todoterreno —especialmente para el mundo educativo y para los profesionales creativos, hacia los que ha dirigido cada una de las keynotes con iPad de este año.
A pesar de ese papel privilegiado, ayer llamó la atención que Tim Cook arrancara su presentación que diciendo que "todo empieza con el Mac" y dedicara gran parte de ella a presentar la renovación de dos computadoras portátiles que languidecían en el olvido y llevaban años sin renovarse: el MacBook Air (última actualización importante en 2015) y el Mac mini (sin ningún cambio desde 2014), ambos los Macs más asequibles. A ellos se refirió Cook como "dos de los productos más queridos por nuestros usuarios".
Este abandono simboliza también el sentir de buena parte de la comunidad de profesionales usuarios de Mac. Diseñadores, creadores de vídeo y animadores en 3D que en los últimos años han visto como sus máquinas se quedaban rezagadas frente a las estaciones de trabajo con Windows; o que se han quejado de ciertas innovaciones en las últimas generaciones de portátiles de Apple. Hacia esos profesionales creativos fueron todos los guiños de la keynote de ayer y hacia ellos se han reorientado los renovados MacBook Air y Mac mini, que con esa profesionalización suben de precio. También hacia ellos irá el siguiente gran movimiento de Apple, la renovación del Mac Pro (su computadora más potente) esperada para 2019.
El iPad como sustituto del portátil
Apple repartió ayer por igual piropos para su nuevo iPad y cariño para los maqueros de toda la vida. Para algunos analistas las tabletas y los portátiles de la manzana mordida se dirigen a un choque de trenes inevitable, ya que sus usos comienzan a solaparse, y dudan de que ambos formatos puedan sobrevivir. Y por lo visto en esta keynote, Apple de momento no va a tomar partido en esa pelea. Ni se decanta por un formato u otro, sino que los coloca en diferentes lugares de su gama de portátiles; ni mucho menos va a tomar la decisión salomónica de fabricar un híbrido de portátil y tableta, como hace Microsoft con sus Surface y también otros grandes fabricantes de PCs.
En este dilema de Apple, la pelota está en realidad en el tejado de los usuarios. Con la actual proliferación de dispositivos electrónicos personales — el de toda la vida , el teléfono móvil , la tableta , el reloj , el portátil y el parlante inteligente — empieza a dejar de tener sentido trabajar con una tableta y además con un portátil. En los comentarios de nuestras noticias sobre el iPad de los últimos días, para algunos lectores la tableta ya es el sustituto del portátil mientras que para otros no llegará a serlo nunca.
Al margen de opiniones, la verdad es que para decantarnos por una notebook o una tableta no somos del todo libres. Aunque la idea de usar una tableta como computadora de trabajo nos parezca estupenda e incluso encaje con nuestras tareas, para hacer el cambio nos enfrentamos a nuestros hábitos y a gestos y movimientos muy interiorizados, que hemos adquirido al aprender a trabajar con un equipo clásico. No todo el mundo dispone del tiempo para parar y reciclarse, aunque solo fueran dos semanas.
También la inversión es considerable. Si queremos sustituir a la computadora portátil al precio de los nuevos iPad Pro (desde 889 euros), hay que sumar el del lápiz y el de la funda-teclado, además de optar al menos por la versión de 256 gigas de disco. Sumando algún adaptador, necesario para el moderno USB-C, nos ponemos en unos 1.500 euros. Y quienes optaron por esta vía con anteriores generaciones del iPad Pro, verán ahora que ni el lápiz ni la funda-teclado les sirven para los nuevos modelos (ni tampoco los accesorios nuevos funcionan con las tabletas viejas).
Un nuevo chip contra hackers
La fabulosa evolución del iPad en ocho años, culminada con las novedades de ayer, nos deja deseando un poco de calma. Poniendo velas para el USB-C tenga una larga vida como conector único y para que esta sea la encarnación definitiva del lápiz digital. Pidiendo a Apple —y a la industria en general— que deje de reinventar cada año el smartphone, la portátil, el reloj y la tableta. Llegados a este punto en el que todos ellos parecen haber alcanzado la madurez y en el que están tan integrados en nuestras vidas, nos toca exigirles más en cuanto a seguridad y privacidad.
En esa línea, los dos nuevos Macs presentados ayer incluyen el chip de seguridad T2, que pone a los hackers barreras de hardware (y no solo de software) para impedir que se hagan con el control del equipo. En un documento técnico divulgado ayer por Apple (PDF), la compañía asegura que el T2 desconecta totalmente el micrófono al cerrar el portátil, para evitar que ningún malware pueda utilizarlo para realizar escuchas. Es quizás la más asombrosa e inquietante de las novedades que acaba de anunciar Apple.
Francisco Doménech
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