El día que hackearon al rey de Francia
"¡Sacrebleu, nous avons été hackés!" (¡Maldición, nos han hackeado!) —, gritó el rey de Francia mientras golpeaba la mesa con su puño—. "¡Zut hackers!" (¡Malditos hackers!) —, murmuró con odio.
Ok: el diálogo anterior es una exageración. El rey Luis Felipe I de Francia no podría haber usado la palabra hacker porque no se había inventado. Ni la palabra ni tampoco las computadoras, sin embargo, lo que los hermanos François y Joseph Blanc hicieron en 1834 es el primer caso de hacking de una red de datos: el primer hackeo del que se tenga registro.
Vamos a la historia.
En el año 1794, el Estado francés inauguró un sistema de comunicación llamado telégrafo óptico o semáforo. En poco o nada se parecía al telégrafo eléctrico de líneas y puntos que conocemos hoy (no se inventaría hasta 50 años después), sino que más bien era similar a los mensajes de banderilleros entre barcos, pero en lugar de mover los brazos, lo que se movía en el telégrafo óptico eran grandes aspas, como una especie de molino, que estaban en lo alto de la torre. El sistema era bastante eficiente para la época. Consistía en una sucesión de torres a una distancia determinada. En cada una de las torres, los operadores usaban telescopios para mirar la torre más cercana y acomodaban -a través de palancas y cuerdas- la posición de los gigantescos brazos de madera que replicaban la posición de la torre anterior y que a su vez, sería copiada por la torre siguiente y así sucesivamente. Cada posición de las aspas era igual a una letra y moviendo los brazos mecánicos, se iban componiendo los mensajes.
Los hermanos François y Joseph Blanc eran banqueros y operaban en la bolsa de Burdeos, ciudad cercana a París. La bolsa de Burdeos cerraba un poco después de la parisina y siempre era afectada por los altibajos de los mercados de la capital francesa. Los Blanc -y todos los operadores de bolsa- necesitaban saber antes que nadie cómo se había comportado el mercado parisino y de esa manera, comprar o vender acciones en la bolsa de Burdeos. Para tener la información lo más rápidamente posible, algunos empresarios usaban palomas mensajeras o caballos de carrera. Los Blanc veían en el telégrafo óptico el método ideal, pero su uso estaba restringido exclusivamente a uso gubernamental. ¿Cómo podrían enviar información subrepticiamente? Y aquí es cuando se produce, messieurs et dames, "le hack".
Los mensajes de torre a torre incluían la posibilidad de una corrección, una especie de "tecla de retroceso" para borrar la posición anterior cuando, por alguna razón, se producía un error por parte del operador. Los Blanc se dieron cuenta de que podían sobornar a uno de los operadores para que incluyera un "error" cuando el mercado de París cerraba al alza y otro "error" cuando el mercado cerraba a la baja. El "error" se propagaba de una torre a otra hasta que un cómplice de los hermanos, a través de un telescopio, detectaba cuando "ocurría un error" e inmediatamente se los informaba a los Blanc, que ganaban fortunas en Burdeos y siempre parecían tener un instinto sobrenatural para saber qué había ocurrido en París.
En definitiva, los hermanos habían hackeado la red de comunicaciones del gobierno creando información que para el ojo casual era "ruido", mientras que para ellos, era un mensaje clarísimo.
Todo funcionó a las mil maravillas durante dos años, durante los cuales los Blanc se dedicaron a ganar cientos de francos todos los días. Pero como ocurre casi siempre en estos casos, el sistema se rompe por el eslabón más débil. En esta ocasión, el operador cómplice de los Blanc. Un mal resfrío lo obligó a tomarse unos días de descanso, por lo que le pidió a un compañero que lo cubriera y para ello, tuvo que explicarle el truco que estaba haciendo para los hermanos. El segundo operador, además de gozar de mejor salud física, gozaba de mejor salud moral y denunció toda la operación a las autoridades.
François y Joseph Blanc fueron arrestados en 1836, pero recuperaron la libertad a los pocos días. ¿Por qué? Porque no había ninguna ley que prohibiera algo tan extraño como entrometerse subrepticiamente en una red de comunicaciones del gobierno. Pocos meses después, por supuesto, se creó una ley que establecía severas penas. Claro que ya era tarde. Una vez más, la ley y el gobierno, iban detrás de los hackers y sus habilidades.
Ciertas cosas, nunca cambian.